dimecres, 1 d’octubre del 2025

De Babilonia a Roma (VIII): El conocimiento o la gnosis

FÜGER, Heinrich Friedrich: Prometeo lleva el fuego a la humanidad (Prometheus bringt der Menschheit das Feuer), ca. 1817, óleo sobre lienzo, 221 × 156 cm., Colección privada del Príncipe de Liechtenstein, Museo Liechtenstein, en Viena (Austria).
 

 

De Babilonia a Roma (VIII): El conocimiento o la gnosis



Se consolidó la idea de un Dios perverso [...] Así, el bueno de Prometeo, como un mitológico Robin Hood, roba la luz al «Dios malo» para dársela a los pobres hombres.



Conocimiento, ésa es la palabra que a priori nada tiene de malo, pero me llevó por la mala senda. Como a tantos. Aunque recuerda, en realidad, no hay bueno o malo en la creación de Dios. Lo que hace la diferencia es: ¿está o no ordenado a Dios? Y si no está ordenado a Dios, adivina. Pues eso, quien no está con Dios, está contra Él. Y la ecuación queda resuelta, la X despejada. El Enemigo tiene que ver con todo lo que no está ordenado a Dios, el caos. Quien no está conmigo está contra mí; quien conmigo no recoge, desparrama. Jesús es diáfano, claro, no hay que descifrar códigos ni misterios. Todo es tan sencillo como esto, pero por motivaciones que ya podemos adivinar, el cristianismo postconciliar se ha quedado con las facetas más dulces y menos comprometidas, olvidando que debemos ser sal, luz, espada. Últimamente, somos una suerte de algodón de azúcar, una linterna sin pilas y un lirio en la mano. Amor y misericordia sin justicia terminan en tiranía, tarde o temprano. ¿Y quién es el único tirano? La X de la ecuación siempre queda despejada, el Enemigo, Lucifer. Su ley carece de justicia, amor y mucho menos, misericordia.

Conocimiento, en griego, gnosis; éste o esto es el fundamento, el núcleo, la estructura, el patrón subyacente de la Nueva Era, en la que me vi atrapada y, como yo, miles. La gnosis, de la cual debes informarte y formarte más allá de lo que aquí te diga a grandes rasgos y en formato comprimido. El conocimiento se convirtió en el nuevo motor que alimentaba la búsqueda desesperada, el nuevo ídolo al que rendir devoción, honor y horror.  Y, ¡ojo!, abro otro melón: estoy estudiando en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona, que pertenece a la Iglesia Católica y tiene aprobación vaticana. Puedo afirmar que, si no estás bien formado, informado y prevenido sobre la gnosis, en las instituciones eclesiales, puede que el Enemigo también se cuele de la mano de profesores heterodoxos, movidos por una curiosidad y necesidad de innovación muy poco divina. Docentes que, con la envoltura de catolicidad y la seguridad que proporciona la aprobación vaticana, proponen enseñanzas del todo alejadas de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Sin ir más lejos, gnósticas. Y hasta aquí puedo leer.

Es necesario, pues, antes de continuar con las entregas, detenerme en este movimiento llamado gnosis. ¿Qué es la gnosis? Quiero, por un momento, llevarte a un viaje en el tiempo. ¿Recuerdas los hebreos esclavizados en Egipto? Fueron épica y milagrosamente liberados por Dios, pero, a muchos de ellos, Egipto permaneció en sus corazones. ¿Qué significa esto? Pues que todos los dioses (demonios, por cierto), sus ritos, magia y demás hechizos quedaron como un poso o semilla latente que, tarde o temprano, germinaría. ¡Y vamos si lo hizo!, ¿a que no sabes dónde? En Babilonia, en el exilio, esos pobres hebreos, deportados, se vieron en una encrucijada: volver a Dios y clamar a Él arrepentidos o diluirse con la magia de los dioses demonios de ese sugerente lugar. ¿Cuál es la paradoja? Los portadores del virus latente del mal fueron precisamente los puros seguidores de Yahvé, que volvieron de nuevo a su amada Ciudad Santa, Jerusalén. Se volvieron muy religiosos, demasiado, de hecho; tan ocupados estaban en cumplir con rigor la Ley de Dios que ya ni al mismo Dios podían contemplar, adorar y obedecer. Tal fue el nivel de ceguera y confusión que fueron incapaces de reconocer al Mesías que los profetas habían anunciado. De hecho, ellos estaban entre las voces que gritaban al unísono: ¡crucifícalo! Y esos, precisamente, los más religiosos, la casta, la flor y nata, convencidos de que estaban con Dios, mientras el Rey de reyes, su Mesías, exhalaba su último aliento, fueron los que pusieron la primera piedra a la Nueva Era, la Gnosis. Llegó la debacle, Jerusalén y su Templo fueron arrasados, y estos hebreos religiosos se vieron frente a una terrible encrucijada de nuevo: Dios nos ha abandonado, a la vista está; nos tenemos que espabilar por nosotros mismos. ¿Será que Dios no es tan bueno como dicen las Escrituras? Y aquí empieza, o continúa, el ansia de saber, salvarse por el conocimiento, ya que Dios nos ha girado la cara, ya que no es fiable; hay que buscarse la vida solos. La voluntad de Dios es substituida por la del hombre. El poder de Dios pasa a manos de los hombres. Lo absoluto se vuelve relativo. La unidad, dualidad. Si Dios no hace nada de lo que merezco, deseo y tengo derecho por ser tan escrupulosamente religioso, lo haré por mi cuenta. Ciao. Las variaciones sobre el non serviam son infinitas, todas con el mismo propósito.

Se consolidó la idea de un Dios perverso, que crea la materia y la abandona a su suerte.  Lo cambiaron todo, y el malvado Dios, el villano de Génesis que tenía atrapados en la ignorancia a Adán y Eva, era el enemigo a abatir. La serpiente, la buena, la portadora de la luz del conocimiento, gracias a la cual Adán y Eva fueron liberados, y gracias a este conocimiento que la serpiente proporcionó, pudieron ascender de la sucia materia al prístino cielo, puro espíritu de bondad. Esa es la promesa y la alianza, todo esto y más seremos capaces de realizar, de la mano de la gnosis ¿Para qué necesitamos un Mesías? ¿Para qué un salvador? ¿Qué necesidad hay de Jesús y su ridícula cruz? Abajo con la culpa, la sumisión, la humildad y la ley de Dios. Solo el conocimiento salva; basta con despertar la chispa de divinidad que todos conservamos en nuestros cuerpos carnales, que no son más que cárceles del espíritu. Basta con acceder al conocimiento de lo divino para ascender y fundirnos en el vasto Cielo. El hogar del que nunca debimos salir, descender, caer. La nada, sin ir más lejos. Y aquí tienes el patrón del mal, la estrategia del Enemigo, en conclusión, el burdo evangelio de la Nueva Era: solo tú eres el agente de tu propia salvación, a través del conocimiento, de la gnosis. Conseguir la sabiduría de Dios, superarla, cortar las cadenas de un Dios que nos aprisiona y esclaviza, un Dios que nos aplasta con tanta norma, que no nos deja ser ni hacer. ¿Cómo llevarlo a cabo? Subvirtiendo todo el orden, todo al revés, ¡patas arriba!, empezando con la maldad de Dios tirano, patriarcal, castrador, continuando por la bondad de la Serpiente, que libera con la luz del conocimiento, y terminando por tergiversar todo. Lucifer, el portador de la luz, el bueno de Prometeo que, como un mitológico Robin Hood, roba la luz al «Dios malo» para dársela a los pobres hombres.

Ejemplo: si Dios dice que la creación es buena, en el nuevo paradigma luciferino, la creación es mala, peor que una cárcel turca. Si hay que unirse y ser fecundos, hay que mutarlo en vivir confrontados y promocionar la sexualidad estéril; si hay que amar al prójimo, hay que cambiarlo por amar al remoto, subvirtiendo el ordo caritatis. ¿Lo ves? Así es como funciona; puedes entretenerte a hacer todas las hipótesis que quieras. Cuanto más entrenados estemos, más podemos identificar al Enemigo y pararle los pies. Pisarle la cabeza. ¡Bienvenidos a la Nueva Era! que, como habrás podido comprobar, de nuevo tiene lo que de viejo el Diablo.

La Nueva Era es una novedosa expresión para definir algo antiguo. Es dualista, no hay unidad, el bien contra el mal, es maniqueo, una guerra de buenos y malos. Tesis, antítesis, síntesis, y vuelta a empezar en el eterno devenir. Si te fijas, está presente en las penosas narrativas actuales, ya sea en política, economía, sociedad y religión. La dualidad rompe con la unidad que nos conforma como hijos de Dios, unión de cuerpo y alma, en una creación que Dios bendice en todo momento, y bendice doblemente extasiado ante la mayor y más amada de sus creaciones, el hombre. Fragmentados, heridos de muerte, sólo podemos salvarnos por nosotros mismos; en realidad, no se trata de salvación, sino de ascensión, liberación, iluminación, emancipación del Dios tirano. Dios es malo, Lucifer es bueno, el espíritu es la morada de la belleza y el amor, la materia es la cárcel. De ahí surge una nueva derivada: tratar a la materia con desdén, menosprecio a través de una ascesis cruel, o, ya que no importa lo más mínimo, abusar de ella y entregarse a los pecados de la carne como si no hubiera un mañana. En la Nueva Era encontramos todas las variantes, con toda la rica paleta de colores. Desde el desprecio del cuerpo a su glorificación.

Busca, investiga, estudia, fórmate y aprende sobre la gnosis, y descubrirás las dinámicas del mal. ¿Cómo reconocerla a simple vista? Es enrevesada, poco clara, sus textos complicadísimos, llenos de simbología delirante, nombres pomposos, teorías rocambolescas, misterios, ocultación, secretismo, paganismo, pedantería, esoterismo, heterodoxia, iniciaciones, maestros rarísimos, rituales, hechizos, alquimia, irracionalidad, magia, en una palabra, soberbia. Si fuera cierto todo lo que propone, Dios sería cruel, una suerte de psicópata que permite que solo los que adivinan el acertijo pueden penetrar y fundirse en su reino. Solo los que conocen el alfabeto oculto. Los pringados, los que no atinan ni siquiera a descifrar el enunciado de la adivinanza, no son dignos más que de ser menospreciados.  

Aquí tienes el remedio, la medicina y el antídoto al veneno gnóstico: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos». Nada más que añadir.

Eulàlia Casas, Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau

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