Los eclesiásticos, en las últimas décadas, han renunciado al papel protagonista de la Historia que la Iglesia había desarrollado hasta entonces.
En efecto, con la caída del Imperio Romano, la Iglesia Católica devino motor de civilización. Así, durante más de mil años, las bibliotecas de los monasterios conservaron y difundieron el pensamiento de la Antigüedad, que ha llegado hasta nuestros días; la Iglesia fundó universidades por toda la Cristiandad; el arte románico y las catedrales góticas se elevaron bien cimentadas en la Fe; la escolástica floreció; las ciencias se desarrollaron; los pueblos no romanizados (como los francos, los germanos, los godos, etc.) alcanzaron su edad adulta mediante la acción civilizadora de la Iglesia.
En el siglo XVI, con la irrupción de la modernidad (Lutero y subsiguientes), la Iglesia se vio obligada a defender la Verdad Revelada ante la impiedad. A pesar de este cambio, la Iglesia continuó siendo protagonista de la historia: el Barroco, Trento, la evangelización de América (por España), África y Asia.
Hasta que llegó el Concilio Vaticano II y su aggiornamento. En ese momento, los jerarcas de la Iglesia deciden congraciarse con el mundo impío, buscar su aplauso, adaptarse a él. La Iglesia ya no será protagonista de la Historia y ellos se convierten en cortesanas del poder.
Un ejemplo lo observamos en la vergonzosa y cobarde retirada del monumento al Requeté en Montserrat, perpetrada por el Abad Gasch el pasado lunes 10 de enero de 2022 y que conocimos el viernes siguiente. La Comunión Tradicionalista, a través del Círculo Tradicionalista de Barcelona, ya emitió un Comunicado el mismo día del conocimiento público de los hechos.
Gasch fue elegido Abad de Montserrat en septiembre del año pasado, el mismo mes en que su amigo Vicenç Villatoro fue nombrado director del mal llamado Memorial Democrático (rectius, Amnesia Totalitaria) de la mal llamada Generalidad. Villatoro es agnóstico y coautor de un epistolario con título sugerente: Con o sin Dios, editorial Fragmenta.
Tras sus respectivos nombramientos, el entendimiento entre los amigos Gasch y Villatoro fue total. El monumento a los requetés debía retirarse, pues la existencia de los soldados carlistas niega el actual «relato oficial» de la Cruzada de 1936. Y, como buenos nacionalistas, si la realidad contradice su ideología, quien se equivoca es la realidad. Por tanto —piensan ellos—, ocultando la realidad, se salva la ideología.
La decisión última de la retirada del monumento dependía del Abad, quien ha resuelto el asunto con rapidez y a pesar de sus promesas, en octubre, de mantener el Mausoleo y el monumento a los Requetés sin modificación alguna. Pocos meses después, Gasch ha asumido con gusto su papel de cortesana del poder político.
La causa de esta decisión del Abad no hay que buscarla en la ideología separatista o marxista que contamina la vida civil y eclesiástica del Principado. Es en el modernismo eclesiástico, en la Revolución liberal dentro de la Iglesia, donde la encontraremos.
Por eso, y siguiendo la conocidísima frase de Vázquez de Mella de «poner tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias», un carlista no puede dolerse ante la infame retirada del monumento al Requeté si al mismo tiempo pone tronos al modernismo eclesial que ha reducido a la Iglesia a la vulgar función de cortesana del poder.
Josep de Losports
Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau (Barcelona)
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