divendres, 27 d’agost del 2021

Ramon Parés: «La España católica es imperecedera»

Con motivo del 85° aniversario del martirio de D. Ramón Parés y Vilasau, el insigne carlista barcelonés que da nombre a nuestro Círcol, el historiador Antonio Peña ha tenido a bien redactar la siguiente semblanza publicada en el periódico La Esperanza y que, por su interés, reproducimos también a continuación.




Decir España y catolicismo es decir una misma cosa. Por eso los lacayos de la Sinagoga de Satanás siempre tienen a España en su principal punto de mira.

En multitud de ocasiones nuestra patria ha estado a punto de desaparecer a manos de los siervos de Satanás pero, en el momento más crítico, Cristo y la Virgen María han acudido en nuestro socorro utilizando al remanente fiel para luchar los buenos combates de la fe: para combatir espiritual y físicamente a los sin Dios y sin Patria, a todos aquellos que nos quieren destruir y para regar con católica sangre martirial los campos de España.

Así fue de Covadonga a Brunete y del Ebro pasando por Calvijo, Navas de Tolosa, Lepanto, Empel y tantas otras batallas. Gracias al sacrificio de todos los mártires, España siempre ha resurgido como faro de fe y esperanza católica para el mundo.

Vengo aquí a referir uno de estos españoles mártires por Dios y por España: D. Ramón Parés y Vilasau.


D. Ramón Parés nació en Barcelona en 1882. Afincado en Tarrasa, se dedicó a mejorar la vida de esta pujante ciudad industrial poniendo en práctica la Doctrina de la Iglesia. No por otro motivo era catequista. No por otro motivo pertenecía a la hermandad de Portantes de Cristo de la Iglesia del Santo Espíritu (actual catedral de Tarrasa). No por otro motivo fundó y organizó la Cruz Roja de Tarrasa y fue voluntario del Hospital de la Cruz Roja. No por otro motivo fundó y dirigió la Comunión Tradicionalista de Tarrasa. No por otro motivo fue Concejal y Diputado Provincial por la Comunión Tradicionalista.

No obstante su relevante labor, Ramón Parés nunca se consideró un hombre importante para el mundo. Su principal objetivo fue trabajar por la santidad de España y del mundo. Y por ello, porque el camino hacia la santidad comienza con la propia vida y en la familia, con la ayuda de Dios, además de realizar obras y actos piadosos, sociales y políticos, edificó un hogar católico. Es decir, formó un hogar donde el centro de la vida familiar era la fe católica en la oración. Un hogar donde se hacían los ejercicios espirituales ignacianos. Un hogar devoto de la Sagrada Familia donde todos los días se rezaba el Rosario, se vivía el Mes de María y los Primeros Viernes de mes. En el hogar de los Parés, el Sagrado Corazón era centro de vida familiar. D. Ramón y su esposa Dña. Francisca Sallent formaron una familia católica que dio 13 hijos para la Gloria de Dios, de la Iglesia y de España.

Los Parés estuvieron muy unidos al Templo de la Sagrada Familia de Barcelona y a Antonio Gaudí. Mosén Gil, hermano de Ramón, fue capellán custodio de la Sagrada Familia de Barcelona. Vivía en la casa rectoral con su hermana Consol y su tía María Vilasau. Ramón y Francisca a menudo se asomaban por el Templo Expiatorio con sus hijos. Una de sus hijas, Rosa, quiso hacer la Primera Comunión en el Templo. Gaudí le respondió: «Si quieres hacer la Primera Comunión en la cripta del Templo, no has de llevar ni mantón ni corona, ni hacer ostentación de nada». Es decir, sobriedad y humildad. Tal cual era Gaudí, así también los Parés.


Hay individuos que se hacen ricos y famosos pero sus vidas son sólo materia llena de impudicia y obscenidad. Y hay personas, hombres de una pieza, que trascienden su vida para ser instrumentos de Dios. Por eso Ramon Parés no se sorprendió cuando el 27 de agosto de 1936 los milicianos irrumpieron en su casa y le secuestraron, aduciendo que era reclamado por el comité de Casa Salvans de Tarrasa. Durante aquel día fue torturado y, finalmente, trasladado al día siguiente, 28 de agosto, al Comité de Tarrasa. Por el camino, a la altura de Can Viver, fue asesinado.

Un testigo anónimo avisó a su familia y refirió las últimas palabras de D. Ramón:

«¡Yo muero, pero la causa, el ideal religioso y patriótico por el que he ofrecido mi vida no puede ser alcanzado por el plomo de vuestras balas! ¡La España católica es imperecedera! Mis hijos lucharán por ella y la verán triunfante».
Y así fue. Uno de sus hijos, Ramón María, cayó en la batalla del Ebro y España volvió a tener un amanecer católico.

Por eso, Españoles, no perdáis la Esperanza, España está en peligro, sí, como en tantas otras ocasiones; pero ni Dios abandonará a sus fieles ni la Virgen María abandonará nuestra Patria.

¡Viva España! 

¡Viva Cristo Rey!

Antonio R. Peña, historiador


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