
Wright of Derby, Joseph (1771): The Alchemist in Search of the Philosopher's Stone. Óleo sobre lienzo. 127 × 101.6 cm. Derby Museum and Art Gallery, Derby, Inglaterra.
De Babilonia a Roma (VII): La curiosidad que mata el gato, y el alma
«Es desde la misma Iglesia y sus instituciones donde se aviva actualmente ese fuego [de la gnosis]. Con pena lo escribo».
Como te dije, cada uno de nosotros tiene su talón, la rendija por la que el Enemigo se cuela sin ser visto ni notado. Todos tenemos la nuestra, sin excepción. Viene a ser como el punto muerto de los camiones, ese espacio que escapa a la mirada y al retrovisor. Una de mis rendijas fue la curiosidad. He meditado acerca de ella. En realidad es un don, y he llegado a la conclusión de que no es ni bueno ni malo. ¡No te asustes! Con eso no te quiero decir que todo es relativo, sino que la curiosidad, como tantos otros dones, emociones, sentimientos, pensamientos, en realidad si están ordenados a Dios, son buenos. El no ordenarse a Dios es lo que convierte algo que podría ser muy bueno, en malísimo. De hecho, ¿recuerdas la escena del Edén? Pues no es más que eso, si la curiosidad se mueve en la dirección de Dios, de su mano y amistad, es maravillosa. Si la curiosidad es la de Eva, es un pecado, una transgresión, la soberbia pensando que puede superar en sabiduría a su propio Creador. Cuando algo no está ordenado en Dios, está desordenado en el Enemigo. Así de sencillo. Aquí pues, lo que está en juego es el orden o el caos. Con Dios hay orden, con el Enemigo desorden. El orden pertenece a Dios, ¿acaso no es Él el creador de lo visible e invisible? A veces desafío a mis alumnos «¿quién de vosotros tiraría su maravilloso móvil por el retrete?» A nadie, menuda bobada. Su finalidad no es para eso. Quien lo diseñó conoce bien qué debe o no debe hacerse con el móvil. El usuario respeta las instrucciones sin rechistar si lo quiere conservar. ¿Por qué somos más respetuosos con las instrucciones de un simple móvil que con las de nuestra propia vida y alma? Es imprescindible que este punto quede claro, porque es muy relevante.
La curiosidad pues, en mi caso fue la puerta por la que el Enemigo se coló. Al principio, ni te enteras, es muy sutil. Es como si un día, al salir de casa, no cierras la puerta con llave. Al siguiente la dejas entornada y al otro abierta de par en par. A las semanas, llegas a tu casa, y no sabes cómo, la encuentras llena de extraños sentados en el sofá del salón como si tal cosa. Como Pedro por su casa. ¿De quién es la culpa? Los okupas encontraron la puerta abierta y entraron, sin más. ¿Y quién los echa ahora? También te diré, que actualmente el tema okupa es delicado y la legislación es responsable de los desaguisados que lamentablemente demasiadas personas viven. Actualmente entran en casas cerradas a cal y canto, pero sirva de ejemplo, porque en estos tiempos escatológicos, el Enemigo también derriba todo obstáculo de la forma más violenta. Así pues, funciona. Él busca en nosotros la puerta entornada, un hueco, nuestro calcañar, algo que a priori no tiene nada de malo. Como buen trilero, lo confunde y desordena todo, se lo lleva a su terreno sin que la víctima se percate. Ya sabes, el fin justifica los medios y su fin es la condenación de las almas. De cuantas más mejor. Y en estos tiempos va a calzón quitado, su paciencia en realidad tiene un límite, porque el tiempo tampoco le pertenece. Se le está acabando. Va a cara descubierta porque la confusión es tal que ya no somos capaces de ver lo que tenemos delante de nuestros morros. Disonancia cognitiva seria el palabro técnico.
Junto a mi curiosidad sin límites, hay que añadir que estaba atravesando un momento vital muy delicado. Mi madre murió de forma repentina. Te voy a ahorrar detalles dramáticos de aquella Eulàlia desbordada, no solo por el trabajo, en aquel entonces era abogada, también cubrí a mi madre en el puesto que dejó vació en la clínica dental de mi padre. A eso le puedes sumar cinco hijos muy pequeños. ¿Te acuerdas cuando te dije que el Enemigo ataca cuando estás hecho unos zorros? Pues eso, yo era el caldo de cultivo ideal: la fragilidad, tristeza, agobio, sumado a la curiosidad hizo de mí un polvorín que explotaría en el momento menos pensado. Yo era una bomba de racimo que el Enemigo iba fabricando con paciencia. Al principio todo iba bien, leía todo libro cristiano que caía en mis manos sedientas de consuelo y verdad. Quería apaciguar la llama de la curiosidad que crecía sin mesura. Acudía a todas las conferencias, retiros, cursos bíblicos que el convento de franciscanos y la parroquia organizaban. Iba a misa, los sábados por la tarde. Me sentía del todo conectada con Dios, lo sabía cerca de mí y me sostenía en mi duelo. Puede que te preguntes ¿Dónde estaba el peligro? ¿Qué pasó para que todo se torciera? Estoy segura de que el Enemigo, paciente, sutil y mendaz fue acrecentando la fe y sobre todo el sentimiento de fe. No es lo mismo dar razones de nuestra fe que emocionarse con la fe. Hacer crecer la emocionalidad en detrimento de la razón es una de sus estrategias estrella. Ya le lo advertí. Y puede que te sigues preguntando ¿Qué hay de malo en el sentir? ¿En la emoción? Como dije hace unas líneas, nada malo, salvo que no estén ordenados a Dios. Poco a poco, la razón y discernimiento menguan y el sentimiento y falsa devoción aumentan y justo ahí es donde Él acelera. Bajé la guardia y los libros que escogía, lo eran más por un sentimiento que por una elección razonada, y razonable. El sentimiento se transmuta en falsa intuición. Los libros no son escogidos con discernimiento sino que aparecen por arte de magia en los estantes de las librerías. La curiosidad quiere más, saber más y más. Los evangelios se quedaban cortos y aparecieron en el horizonte los evangelios y textos apócrifos. Hay que decir que muchos de ellos son preciosos y aunque no sean canónicos, de estos se han extraído muchos símbolos y escenas de la infancia de Jesús. Pero, después de los apócrifos y mezclados con estos, estaban los textos Gnósticos Te hablaré de la gnosis en la próxima entrega. Ahí está la clave y el germen del mal y de la Nueva Era, el Neo gnosticismo. El Enemigo te susurra lo apasionantes que son estos relatos y enseñanzas, crípticas, misteriosos y enrevesados que aguijonean el ego con más curiosidad, si cabe. La chispa viva de sed de conocimiento, sin orden ni dirección se convierte en un fuego que devora y destruye. Uno se siente el elegido por haber conseguido descifrar el misterio y rasgar el velo que cubre la Verdad, romperlo con uñas y dientes, de forma grosera y ávida de saber y meter las narices en los asuntos de Dios. La luz, sin mesura deslumbra, en ciega. ¿A quién se le ocurriría alimentar con un ternasco a un bebé de leche? Dios sabe los tempos, ya que es el creador del tiempo y sabe lo que necesitamos. El Enemigo va a su ritmo caótico, descompasado, sin orden lógico y te hace creer que tienes derecho a saber. ¡A saber ya! ¡Sapere aude! Sentaba cátedra Kant. Atrévete a saber, deja de ser un mermado intelectual. Dios es un rancio que te vela el entendimiento para que permanezcas alelado. Y yo no quería ser una lela, deseaba saber las últimas verdades y misterios, a cualquier precio. Quería la mayoría de edad intelectual. El conocimiento es bueno, me decía, mientras la llama amenazaba con descontrolarse.
Con estas lecturas emerge un nuevo Jesús, muy distinto al de los Evangelios. Es un Jesús que te habla a ti, la elegida, no por ser la oveja perdida que necesita salvación, si no a tu yo vanidoso, engreído y sediento de un conocimiento que solo ese Jesús te revela a ti porque eres especial. Exclusiva, una VIP espiritual. ¿Entiendes la sutileza y la perversidad? Ya no es Jesús que te salva, sino un conocimiento que Él te transmite por ser tan especial. ¿Sabes que el Enemigo usa muchos disfraces para engañar? Es tan perverso que no tiene pudor alguno en disfrazarse incluso de Jesús. Y comparte un conocimiento en exclusiva a los elegidos, los intelectualmente superiores. Y eso rompe con la catolicidad del Jesús de los evangelios, el de los pequeños, los pastores de Belén, los humildes y limpios de corazón. El fiat de María se fractura en mil pedazos. La fe está en el conocimiento y no en Dios. El nuevo ídolo crece sin ser reconocido, si el conocimiento versa sobre Dios, ¿qué hay de malo en ello? Y así empecé, desde dentro de la Iglesia, con textos cristianos que poco a poco empezaron a diluirse en la gnosis cristiana. Si la fe nace del escuchar la Palabra, como dice San Pablo, también muere de escucharla sin orden. En la próxima entrega te hablaré más de ello, porque es desde la misma Iglesia e Instituciones donde se aviva ese fuego actualmente. Con pena lo escribo.
Eulàlia Casas, Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramon Parés y Vilasau
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