La juventud, periodo de gracia o de desgracia
La enseñanza de Cristo es la única guía firme para orientar a los jóvenes
La juventud actual vive inmersa en un mundo marcado por la inmediatez, la sobreinformación y la búsqueda constante de reconocimiento en redes sociales.
Esto ha generado, en muchos casos, una falta de madurez emocional y espiritual. Se observa una creciente dificultad para asumir responsabilidades, tomar decisiones firmes o mantener compromisos duraderos. Sin embargo, esta situación no debe verse únicamente como una crisis, sino también como una oportunidad de formación y crecimiento.
La juventud es pues, un tiempo de gracia, un periodo en el que Dios llama a cada persona a descubrir su vocación y a caminar hacia la plenitud. La inmadurez que muchos jóvenes experimentan hoy puede combatirse mediante el fortalecimiento de las virtudes, como la caridad, el amor al prójimo, la humildad y la fe.
La enseñanza de Cristo, el modelo perfecto de madurez y entrega, es la única guía firme para orientar a las nuevas generaciones.
Cristo nos exhorta a no tener miedo: «No se turbe vuestro corazón ni tengáis miedo» (Juan XIV, 27). Esta invitación resuena con fuerza hoy. La Iglesia tiene la misión de acompañar a los jóvenes, no sólo con reglas, sino con testimonio, cercanía y verdad. A través de la oración, los sacramentos y el encuentro personal con Cristo, los jóvenes pueden crecer en madurez interior, reconociendo que su vida tiene un propósito más grande que ellos mismos.
La juventud necesita ser desafiada a amar de verdad, a servir sin esperar recompensa, y a construir su vida sobre roca firme. Sólo así podrán superar la superficialidad de la cultura actual y convertirse en auténticos protagonistas de un mundo mejor, según el corazón de Dios.
Lina C., Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau
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