Torre de David, Torre de marfil
Como la torre de David es tu cuello, edificada para trofeos; mil escudos penden de ella, todos paveses de héroes (Cantar de los Cantares 4,4).
Turris davídica, Turris ebúrnea. Así invocamos en las Letanías a María Santísima, que estos días contemplamos como Nuestra Señora de los Dolores, de las Angustias o de la Soledad.
La Torre de David era una construcción fuerte y muy hermosa que se elevaba sobre la cumbre del monte entre dos profundas vertientes, construida por el Rey David para defensa de la ciudad de Jerusalén. Hermosa imagen de María Santísima que se eleva sublime sobre la cumbre de toda belleza y perfección, para defensa de la santa Iglesia de Dios, la mística Jerusalén.
En el antiguo concepto de las obras de defensa, la torre debía tener tres cualidades principales: belleza, porque servía de ornamento y era expresión de genio artístico, fortaleza, que la hiciera resistente a todo asalto enemigo y elevación para que se ensanchara y se extendiera el campo de observación.
Elevación. Es la sublimidad de la Virgen María tan excelsa que no hay ninguna igual. Cuanto más alta es la torre, tanto más se extiende el radio de observación y más difícil es para los enemigos la escalada y más fácil de descubrir al adversario.
¡Muchas veces nuestra mirada es tan chata! Quedamos conquistados por criterios mundanos porque nos falta la contemplación de la realidad desde la perspectiva de Dios. Aquel primer Viernes Santo todos veían en la muerte de aquel crucificado el fracaso de un rabí que parecía haber impresionado al pueblo con sus signos y palabras, pero que, a la postre, no había podido hacer frente a la astucia sanedrita y al poder romano. Sin embargo, el Corazón Inmaculado de la Madre Dolorosa veía en la Pasión de su Hijo la victoria del grano de trigo que cae y se pudre para dar abundante fruto (Jn 12,24). Y aunque sufría indeciblemente, su FE se mantenía intacta. Stabat.
¡Cuánto nos falta penetrar en lo íntimo de la Llena de Gracia y empapar nuestra mente de la luz de las verdades de la fe! En nuestro estudio político no debe faltar nunca a) la meditación y profundización en los misterios cristianos que nos ayuden a irnos identificando con el Señor y b) la vivencia (¡hay que implorarlos!) de los dones de ciencia y entendimiento del Espíritu Santo que nos ayuden a ir adquiriendo un juicio de todas las cosas sub especie aeternitatis.
Ejemplo: el Beato Francisco Palau, carmelita descalzo y de familia carlista, destacó, en medio de una época de gran persecución a la Cristiandad, por su predicación de misiones populares y como director espiritual del seminario de Barcelona, ofreciendo a todos aquella visión de eternidad, que después él vivió profundamente cuando fue exclaustrado y desterrado.
Fortaleza. Tal es la Mística Torre, María Santísima, escudo, defensa y seguridad de toda alma que recurre a Ella.
¡Muchas veces nuestro arrojo es tan escaso! Quedamos anulados por los miedos, por los respetos humanos y por nuestras bajas pasiones porque nos falta confianza en el poder divino de la gracia redentora. Aquel primer Viernes Santo casi todos sus discípulos le abandonaron, huyendo ante la persecución que amenazaba. Sin embargo, Nuestra Señora, a la que el apóstol Juan y algunas mujeres acompañaban, permaneció junto a la Cruz de su Hijo, vid fecunda, separados de la cual los sarmientos no pueden nada (Jn 15,5). Y aunque las expectativas humanas se habían apagado, su ESPERANZA seguía incólume. Stabat.
¡Cuánto nos falta intimar con María Virgen, la Mujer del Fiat al plan de Dios y deleitarnos en la práctica del bien! En nuestra piedad política no debemos descuidar nunca a) la práctica ascética de las virtudes, trabajando repetidamente el vencimiento propio en las pequeñas (¡grandes!) cosas y b) la súplica al Espíritu Santo para que con sus dones de temor, fortaleza y piedad nos haga vivir cada instante rechazando o soportando el mal sicut martyres.
Ejemplo: el Beato Francisco Palau destacó por su fortaleza ante las mil adversidades que tuvo que afrontar en su vida, empezando por la quema de su convento, del que ayudó a huir, exponiendo su vida, a un fraile ciego. Perseguido por los liberales y también por miembros del clero que le acusaban de fanático, loco y oscurantista, encontró su fuerza en una tierna devoción a Nuestra Señora y en una vida de mucha oración, ayuno y disciplina.
Belleza. María Santísima con su amor maternal para nosotros pecadores, con la hermosura de su inmaculada alma, es invocada como Torre de marfil. La blancura del marfil no lastima la vista como la de la nieve, pero es agradable y tranquila como la blancura de la lana, del armiño o de una flor; es símbolo del alma limpia de culpa, discreta, amable, indulgente, que sabe compadecer porque es humilde; en el instante en que ve las miserias ajenas, sin mancharse con ellas, se compadece para sanarlas.
¡Muchas veces nuestra acción es tan estéril y nuestra tarea se ve afeada por la prepotencia! Quedamos deslumbrados o por las campañas vocingleras y bienquedas de la democracia cristiana o por la soberbia arrogante que se parece al fariseo de la parábola… «no soy como los demás» (Lc 18,11). Aquel primer Viernes Santo parecía que todo el peso del mal y de la fealdad aplastaba la misión del «más hermoso de los hijos de los hombres» (Sal 45,2) convertido en gusano (Sal 22,6), desfigurado, sin figura, sin belleza, sin aspecto atrayente (Is 52-53). Sin embargo, aquella tarde en el alma virgen del discípulo amado se sembraba la semilla de la Cristiandad al entregarle como Madre a la que es «hermosa como la luna, radiante como el sol, imponente como ejércitos en orden de batalla» (Cant 6,10). Y aunque el amor parecía haberse extinguido en aquella impía tarde negra y amarilla, la CARIDAD resplandecía en el bello rostro de la Reina. Stabat.
¡Cuánto nos falta saborear en nuestras empresas la presencia de María Santísima «como algo propio» (Jn 19,27) y contribuir a la belleza de la civilización cristiana! En nuestro apostolado político debe preceder (y acompañar) siempre a) la alabanza a Dios Nuestro Señor en el culto público y en la oración personal y b) el acudir constante al Divino Paráclito para que con sus dones de sabiduría y consejo nos transforme en humildes cruzados pro aris et focis.
Ejemplo: el Beato Francisco Palau fue incansable en la extensión del reino de Dios: fundador de las Escuelas de las Virtudes para la formación de niños y jóvenes, fundador de dos congregaciones religiosas, formador de seminaristas, predicador de ejercicios espirituales, misionero infatigable, apologista y escritor. En el Concilio Vaticano I presentó alegaciones sobre la necesidad del exorcizado en la Iglesia y el apremio de la formación total del clero para ello; incluso proyectaba la fundación de una congregación religiosa de sacerdotes dedicados a los exorcismos.
¡Oh, Señora del Viernes Santo, Reina invencible, Torre de David! ¡Oh, Madre Dolorosa, Virgen de la Soledad, Torre de marfil! No desampares a la Iglesia de tu hijo, la Jerusalén mística, en estas horas de Pasión que le ha tocado sufrir. Que, acompañados siempre por tu presencia, no olvidemos, al pie de la cruz de cada día, que «cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12,10) con la fuerza de Cristo.
Padre Juan María Sellas Vila
Publicado en LA ESPERANZA:
https://periodicolaesperanza.com/archivos/23277
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
Nota: Només un membre d'aquest blog pot publicar entrades.