Crónica de la exposición de Marcelo Gullo en las Reales Atarazanas de Barcelona, sobre Lepanto
Ayer, como hoy, la victoria final no depende del número, sino del coraje, la unidad y la entrega a la Providencia Divina: en definitiva, de nuestra Fe vivida íntegramente
Cuando las Españas se ponen de pie ante las amenazas y de rodillas ante Dios, los enemigos no pasan
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En la nota informativa publicada el pasado domingo 19 de octubre en «La Esperanza», se anunciaba la próxima entrega de una Crónica sobre la exposición del profesor Marcelo Gullo del día anterior, en Barcelona. Damos cumplimiento a aquel anuncio con el texto que humildemente ofrecemos a continuación:
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Déu-vós-guard!
Desde las venerables piedras de las Reales Atarazanas de Barcelona, donde antaño se forjaron las naves que surcaron los mares que llevaron la Cruz y la Hispanidad a los confines del orbe, nos llega un eco de esperanza en estos tiempos de desvarío.
El sábado 18 de octubre de 2025, ante un auditorio repleto de fieles —«no cabe un alfiler», en palabras del orador—, el profesor Marcelo Gullo Omodeo dictó una conferencia magistral en presentación de su libro «Lepanto: cuando España salvó a Europa». La concurrencia fue tan elevada, que muchos debieron permanecer de pie o sentados en el suelo, hambrientos de Verdad.
Con la vehemencia de quien predica un dogma vital y la clarividencia del historiador que desentraña los hilos ocultos de la Providencia, el profesor Gullo comenzó confesándose «profundamente emocionado» por aquel multitudinario acto de afirmación hispánica. «Son ustedes, con su presencia, lo que me da fuerza para seguir», afirmó, estableciendo desde el inicio una comunión de espíritu con los asistentes.
La Hispanidad: una realidad viva
El profesor Gullo recordó sus tiempos de juventud, estudio y trabajo en Argentina. Y cómo percibió la realidad hispánica cuando, de joven, fue a estudiar a la Escuela Diplomática de Madrid, donde compartió vivencias con otros alumnos de Nicaragua, El Salvador, Cuba, República Dominicana, Colombia, Argentina, Venezuela, Perú... y por supuesto de España.
Fue «la primera vez que salía de Argentina para estudiar en España cuando tuve la primera percepción, ya no teórica, sino vivencial, de la Hispanidad». Y bromeó: «Porque una cosa es estudiar, entender en teoría las cosas, y otra es estar ahí. Yo miro a un colombiano, a un venezolano, a un español y con solo guiñarle un ojo ya sabe, ya entiende qué es lo que yo le quiero decir... Y a los alemanes, les puedo guiñar el ojo y al año siguiente...»
Y en aquella primera estancia española, en 1989, Gullo ya percibió la crisis espiritual que sufría (y sufre) España: «las cosas en España andaban mal; España estaba en un Titanic: seguían distribuyéndose el caviar, el champán, el jamón, pero no se daban cuenta que alguien había hecho un agujerito en el fondo del barco. Ya no se reivindicaba la obra de España en América, se inventaba el encuentro, ¿qué encuentro? ¡Hubo descubrimiento!». Era (y es) políticamente incorrecto hablar de descubrimiento.
La Historia, antídoto contra el veneno
Con la pedagogía del verdadero maestro, Gullo desgranó la íntima relación entre la falsificación histórica y la mala política. «El origen de la mala política siempre es la falsa historia», sentenció, ilustrándolo con una potente metáfora médica: Imaginen que voy al médico, a un mal médico que receta medicamentos equivocados y tratamientos contraproducentes, y a causa de ello sus pacientes fallecen… «Como yo desconozco este hecho, esta historia, estoy condenado a repetirla». Fue esta convicción la que lo llevó a escribir Madre Patria para desmontar la leyenda negra, y ahora Lepanto, cuando España salvó a Europa, para recordar una gesta que el progresismo intenta minimizar como «una batalla inútil que no sirvió para nada».
De Covadonga a Lepanto: la cruzada eterna
El conferenciante trazó con mano firme el hilo conductor que une la resistencia de Covadonga con el triunfo en Lepanto. «En Covadonga, los cristianos deciden ese día que ellos no se van a someter al imperialismo islámico. Y que se van a jugar la vida en esa batalla. Punto». Subrayó que lo crucial no fue el número, sino la determinación de un pueblo que, «cuando se pone de pie y tiene determinación, y se pone de rodillas delante de Dios… [los enemigos] no pasan».
Al describir el contexto de Lepanto, Gullo pintó un cuadro dramático de la España de Felipe II, acosada no sólo por el poderío otomano y la quinta columna morisca en el interior de la Península, sino también por la traición de Francia —«la concubina del sultán»— que preparaba «una puñalada por la espalda» a España si la Cristiandad perdía la batalla de Lepanto.
En ese momento crítico, emerge la figura de Don Juan de Austria, «un verdadero hispano», porque «ser un verdadero español consiste en saber vivir practicando el bien, tender al Bien Común... Y cuando no se puede vivir practicando el bien, un verdadero español sabe morir con dignidad».
Gullo recordó que en aquel momento el poderío otomano parecía imparable. Pocas décadas atrás, habían conquistado Constantinopla («la segunda Roma») para el Islam, y habían liquidado así al cristiano Imperio Bizantino, de 1.000 años de antigüedad. Los otomanos habían tomado inercia y amenazaban con engullir Roma, Viena y Europa entera. «El Sultán sueña, promete y jura convertir la Basílica de San Pedro de Roma en una mezquita», como ya hicieran con Santa Sofía de Constantinopla sus antecesores pocas décadas atrás.
El milagro de la Fe y el viento que cambia
La narración de la batalla de 1571 alcanzó su clímax al relatar cómo Don Juan, contra todo consejo prudente, se lanzó al combate confiando en la promesa de victoria que la Virgen María había hecho al Papa San Pío V.
El viento era adverso y el número de soldados cristianos, inferior. La prudencia aconsejaba retirarse, y así se lo propuso un sacerdote a Don Juan quien, como buen hispano, le respondió: «Monseñor, hoy de aquí no se va nadie. Hoy aquí morimos todos. Si Dios quiere, nos dará la victoria. Y si no, hoy aquí morimos todos».
Y entonces, cuando todo parecía perdido, ocurrió el prodigio en Lepanto: «De repente, el viento cambió». Y ese cambio inesperado propició que los veleros cristianos se precipitaran sobre la flota otomana, liquidándola.
El profesor extrajo de este hecho una lección profética para la España de hoy: «Vendrán tiempos muy malos para España, donde el viento de la historia parecerá que sopla en contra de nosotros… Y sin embargo tenemos una promesa siempre. Y el viento en algún momento cambiará y soplará de vuelta a favor de la flota cristiana, a favor de España».
Y es que fue la Fe lo que dio la victoria a nuestros soldados en Lepanto. El rezo del Rosario y los sacramentos lograron transformar a una tripulación de «delincuentes» y «malvivientes», en «hombres de Fe». «Hasta había 700 protestantes que estaban ahí… y también se bautizan, confiesan, comulgan». Ahí tenemos las armas para hoy día, también.
Lepanto: la batalla inacabada
Marcelo Gullo concluyó su disertación advirtiendo que, para el islam, Lepanto es una «batalla inacabada», cuyo último capítulo se está escribiendo hoy con la actual «invasión silenciosa». Frente a este desafío, la respuesta, según Gullo, no será sólo con las armas, pues «las armas no bastarán, sino con vuestra Fe vivida íntegramente».
Al final, entre aplausos que resonaron en las mismas piedras que vieron partir a los tercios, el profesor Gullo selló su exposición con un llamado a la Fe y a la acción, recordando que, como en 1571, la victoria final no depende del número, sino del coraje, la unidad y la entrega a la Providencia Divina.
¡Viva Cristo Rey!
Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau
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