Cabanel, Alexandre (1847): El ángel caído. Museo Fabre, Montpellier, Francia. |
De Babilonia a Roma (VI): El enemigo y la paciencia
«Non serviam!»: Con estas dos palabras empieza la primera revolución.
La única paz que interesa aquí es la de Dios, y para ello, se requiere una espada.
Cada vez que estoy delante del ordenador, a punto de escribir una nueva entrega y meterme de lleno en la Nueva Era y sus ramificaciones, me doy cuenta de que todavía no es momento. Muero de ganas de hablarte del yoga, la meditación, el reiki, las energías, constelaciones familiares, astrología, sanaciones de todo tipo, espiritualidad femenina, eneagrama; la lista es larga y variada. Entiendo que sientas impaciencia por saber en qué consiste eso que tiene un nombre tan pretencioso como ridículo, porque de nuevo no tiene nada. Te pido que tengas un poco de paciencia, básicamente porque el Enemigo que ya te he presentado la tiene toda. ¿Qué quiere? Mandarte al infierno, con un plus de perversidad: que te entusiasmes con la idea de tu condenación. Para ser precisos, lo que quiere es que creas que con todas estas prácticas que te prometo te voy a explicar, te vas a salvar. Sí, eso es lo que pretende, que creas que eres el artífice de tu propia salvación. Y para ser todavía más precisos, que creas que para nada necesitas ser salvado. Creer en la salvación requiere humildad, el Enemigo es el rey de la soberbia, justo ese ingrediente que le hizo gritar Non serviam, no te serviré. Su intención es hacerte creer que estás solo, que no necesitas a nadie, que solamente tu voluntad basta. Quiere que creas que te bastas y sobras. Salvarse es de pringados. La Nueva Era es para los elegidos, los despiertos, los que saben el secreto de la iluminación, de los auto suficientes,, en una palabra, los soberbios. Lo digo con conocimiento de causa. El Enemigo quiere, confundirte de tal manera que a lo bueno llames malo y a lo malo bueno. Lo pone todo patas arriba. Por eso, necesito al menos esta entrega para contarte un par de cuestiones sobre él. Disponer de ciertas señales claras en el mapa te serán muy útiles para identificar cuándo el Enemigo ronda para liarte y confundirte. El patrón siempre es el mismo, no es nada creativo, y casi prefiero detenerme una entrega en su patrón de estrategia que desmenuzar una a una las diferentes técnicas nuevaeristas. Te lo digo porque cada cinco minutos aparece una más nueva y eficaz que la anterior, la fórmula mejorada. La enésima mentira del Enemigo. Ya verás, ya. Por eso identificando el patrón, tienes todo el trabajo hecho, la Nueva Era va de original y novedosa, pero es repetitiva, previsible, siempre lo mismo, con distintos formatos. Es muy cansina.
No pararé de repetirlo, el Enemigo existe, te quiere para él, en su infierno, para toda la eternidad, y eso es mucho. El Enemigo fue un ángel, muy bello y cercano a Dios. El día que se enteró de que Dios crearía al hombre y a la mujer, que los amaría con un amor nunca antes escrito ni visto, se rebeló; los celos y la soberbia le cegaron el entendimiento y gritó lleno de rabia. «¡Non serviam! No te serviré en este plan absurdo, no pienso servir a estas ridículas criaturas de carne y hueso. ¡Non serviam!». Con estas dos palabras empieza la primera revolución, y en realidad, la Nueva Era; ya ves qué poco tiene de nueva y cuánto de vieja. ¡Non serviam! En estas dos palabras radica toda su estrategia. No servir a Dios, en eso consiste la Nueva Era, con el agravante de que creas que precisamente lo estás haciendo. Podría decir sin riesgo a equivocarme que la Nueva Era es el territorio del ego espiritual, la falsa humildad.
«El Enemigo cayó y [...] lloró, no con lágrimas de pena o arrepentimiento, sino de pura ira, impotencia, frustración; el odio se convierte en su motor». |
Por eso te recuerdo que el Enemigo es paciente, pero Dios todavía más; es el creador del tiempo. Con eso te lo digo todo. En conclusión, sepas que estás en guerra, a pesar de que se te diga que la paz es el camino; eso es cosa del Enemigo. Imagino que a estas alturas lo habrás identificado. Guerra total y a muerte con él. El mundo y Dios son como el agua y el aceite. Son antagonistas desde la revolución del non serviam. Por eso, no bajes la guardia y no caigas en discursos insulínicos de peace and love. La única paz que interesa aquí es la de Dios, y para ello, se requiere una espada.
Eulàlia Casas, Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau.
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