dimecres, 20 d’agost del 2025

De Babilonia a Roma (V): La escena y sus personajes

 
Maestro de Lucrecia, (ca. 1520). La caída del hombre [Detalle: Eva ofreciendo la manzana a Adán], óleo sobre tabla, 115.6 × 90.5 cm. Chrysler Museum of Art, Norfolk, VA, Estados Unidos.

 

De Babilonia a Roma (V): La escena y sus personajes


¡Recuerda: estamos en guerra! Borra de tu lista de reproducción «Imagine», de John Lennon



Me doy cuenta de que llevo cuatro entregas en las que hablo del Enemigo como si fuera un conocido común, un amigo o alguien a quien todos deberíamos conocer. He dado por supuesto que sabes quién es o, como mínimo, estás familiarizado con él, sus estrategias y fechorías. Si eres católico, bien formado e informado, sin complejos, conoces y sabes de nuestro amigo, permite la ironía. Pero si eres católico como lo fui yo, nominal que está a por uvas en cuanto a la existencia del demonio respecta o estás leyendo estas palabras porque alguien que te ama mucho y no sabe cómo decirte que ciertas prácticas, que tienes por buenas, no lo son, quizá deba hablarte un poco mucho de este siniestro personaje y la escena bíblica que, como el día de la Marmota, se reproduce como un disco rayado. Una y otra vez, en presente indicativo sin interrupción. Si estás de lleno en prácticas de Nueva Era, la palabra Biblia puede que no te resuene, lo digo en jerga new age, ¿Te resuena? Espera y aparca prejuicios. Sigo. La pregunta es: ¿Cómo te sientes cuando escuchas sin parar el chirrido de un disco rayado? Sé que hoy no abundan los discos de vinilo, es verdad, y si eres tan joven que nunca has tenido ocasión de escuchar el ruido de un disco rayado, te diré que es insoportable ese chirrido en lugar de disfrutar de la música. Es distorsionante, irritante, agobiante, cansino, y si dura mucho, lo peor que puede pasar es que te acostumbras o buscas la manera de focalizar tu atención en otros objetivos menos pesados. Pero el ruido sigue ahí, aunque no te des cuenta, ni te moleste, la distorsión actúa igual en tu psique, ¡Y de qué manera! De hecho, ésta es una de las estrategias estrella del Enemigo, que no te enteres de nada, como la termita que se come la madera del mueble sin que nadie lo perciba.

Lo más eficaz en realidad es parar con esa tortura. Pero claro, nuestro protagonista aquí ya se ha ocupado previamente de hacerte creer que, contra ese ruido asqueroso, si finalmente te das cuenta, estás vendido, no hay nada que hacer, y esta indefensión aprendida es otra de sus estrategias. Pero espero que al final de esta entrega sepas que tienes todo el poder de hacer cesar para siempre el irritante ruido que deconstruye no solo tu mente, sino también tu alma.

Quiero describirte la escena en la que irrumpe el Personaje. No se trata de un lamentable y aislado desliz en el Edén, el paraíso terrenal que Dios había dispuesto para que sus hijos amados Adán y Eva gozaran, se unieran y fueran fecundos en total amistad con Él. Nada de eso, no es una lejana y exótica mitológica escena de los primeros capítulos del Génesis, para nada. Esta escena es eterna, se repite como el disco rayado que te he comentado, creando disonancias y conflictos, muerte y desolación. Esta escena es un patrón, una matriz en la que se gesta el mal. La Biblia no lo relata para entretenerte, sino para alertarte, indicar las dinámicas que se desarrollan en nuestra psique. Y te advierto, la simple negación o increencia de lo que te cuento aquí, no anula la acción, ni mucho menos sus consecuencias. Sigo. En este maravilloso paraíso aparece para romper la unidad, la Serpiente con la única intención de crear enemistad entre Adán, Eva y Dios que había advertido a sus amados que no comieran el fruto que cuelga de la rama de un árbol muy sugerente, el del Conocimiento del Bien y el Mal. So Pena de morir. Antes, cuando los niños recibíamos educación religiosa, sabíamos quién era quién; ahora ya nadie sabe nada. Y en esta nada, ni tan siquiera se percibe el malestar o el dolor. Sólo la anestesia, el pan y circo y la queja estéril. Adán y Eva, la humanidad, criaturas muy amadas de Dios, desnudos en el paraíso, inocentes y en amistad con Dios, no necesitan nada más. Hasta que aparece el amigo, la serpiente, en definitiva, el Enemigo. ¿Quién? Lucifer, Satanás, el demonio, el diablo. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. De nuevo, pregunta: «¿Cuál es el peor daño que puedes infligir a una madre?» Correcto. Dañar a sus hijos. Quédate con eso; el Enemigo tiene un único y pertinaz empeño: hacernos daño para hacer sufrir a Dios y, de paso, llevarse cuantas más almas con Él al gélido infierno, donde toda esperanza se esfuma. Y esta serpiente hipnótica le dice a Eva que muerda ese fruto jugoso, que no le pasará nada malo, que ese Dios al cual son fieles no es más que un aguafiestas mentiroso. Un Dios que limita, prohíbe, castra la libertad y a mayor abundamiento los quiere tontos de remate. La serpiente susurra magnética que muerda el fruto y así obtendrá la sabiduría de Dios. ¿Acaso no es apetecible ser como Dios? ¿Mejor que Dios? ¿Más que Dios? Sí o no. Esta pregunta, que sólo admite una respuesta binaria, es el motor de la destrucción, el dolor, la condenación y el pecado, o la libertad. Siempre podemos elegir, somos libres. ¿Qué hizo la ingenua Eva? «¡Ñam!» Como nosotros, a cada pestañeo de ojos, «Ñam, ñam, ñam...» ¿Soberbia o humildad? Aquí radica todo. Ésa es la escena, las coordenadas, el guion, la motivación, los personajes y el camino o a la esclavitud, las tinieblas o a la libertad y la luz. Quédate con este detalle, la Serpiente avivó las apetencias de Eva, menguando su capacidad de razonar. El fruto le pareció bueno para comer, apetecible y ¡zas!, el deseo, el placer, los sentidos ganan al intelecto y recto razonamiento. Se rompe así la imagen y semejanza con el creador, que nos creó por Amor, Libertad, porque quiso, no porque le apeteciera. ¿Se ve? Dios habla a la razón y el corazón. El Enemigo, al vientre para corromper el corazón y anular la razón.

Quédate con eso; el Enemigo tiene nombre: el Diablo, demonio, Satanás, Lucifer. Es real, inteligente, sutil, malo. Seduce, cautiva, magnetiza, miente, engaña y destruye. No nos ama: nos odia. Nos quiere destruir. No aparece nunca mostrando su fealdad, sus cuernos, rabo y peste a azufre. ¡Qué va! Se muestra impecable, como un dandy, una mosquita muerta, para que no te des cuenta. Te promete lo que nunca puede ni tiene intención de cumplir. Pero bajo el perfume a Chanel, siempre el tufillo a azufre. Una cosa es ser inocente, la otra, ingenuo. El Enemigo apela a tu ingenuidad y buenismo, tu herida, para que pierdas tu inocencia. ¿Y sabes lo mejor? Sabe de antemano que esta guerra que inició ya está perdida. Y eso le da rabia, mucha rabia. Y a nosotros, eso no nos debe dar miedo, tenemos el poder de elegir, humildad en lugar de soberbia. Saber que en toda encrucijada vital se encuentra latente la respuesta binaria, sí o no. Sí a Dios, en su amistad, nada nos falta. No, romper la amistad y que nos falte todo y en ese vacío el enemigo actúa. ¡Recuerda: estamos en guerra! Borra de tu lista de reproducción Imagine de John Lennon. Lo entenderás a lo largo de las entregas.

Eulàlia Casas
, Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau.

 

 

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