divendres, 31 de maig del 2024

Diario inédito de Agustí Prió (III): Las batallas de Huesca y de Barbastro

Batalla de Huesca. Grabado, en: Luis Bordas, «Hechos históricos y memorables acaecidos en España...», página 269.


 

Diario inédito de Agustí Prió (III): Las batallas de Huesca y de Barbastro


«Batallas en las que la sangre de los jefes se mezcla con la de sus soldados, son siempre heroicas. Las de Huesca y Barbastro, lo fueron».



En artículos anteriores, hacíamos referencia al Diario manuscrito de Agustí Prió i Carme, farmacéutico de la villa de Áger (Lérida), donde nos relataba cómo, en 1835, la población fue liberada por el general Guergué durante la primera guerra carlista. 

Para situarnos geográficamente, vamos a usar el mapa del propio Agustí:

 

Mapa de España de Agustí Prió i Carme, editado en París.


Este mapa de España fue editado en París, lo que ya nos da una idea de lo predominante que era entonces la cultura liberal francesa.
Alrededor del mapa se encuentran imágenes de todos los reyes de España, desde Ataulfo a la «vigente», en el año 1833, María Cristina como «regente» y su hija Isabel.


Detalle del mapa de España de Agustí Prió.

 

Don Carlos, tras el fallecimiento de su hermano el Rey Fernando VII, no reconoció la sucesión a la Corona por abrazar ésta la revolución liberal. Carlos V lideró la oposición tradicionalista, por lo que en un primer momento sufrió exilió en Gran Bretaña, pero posteriormente consiguió cruzar Francia y entrar en España a través de Navarra, en 1834, desde donde lideró a los generales que le apoyaban.

Hacia mediados de agosto de 1835, el General Guergué, al mando de una expedición Navarra, atravesó rápidamente y sin apenas oposición el Alto Aragón, por Huesca y Benabarre, y se adentró en Lérida, como nos relata Agustí en su Diario desde Áger:


«19 de agosto de 1835, después de un largo sufrimiento y angustia, los cristinos abandonaron las población, después de la llegada de un ejército Navarro que, por la noche, derribó las murallas».

Expedición del General Guergué, 1835.


 
Tras dos años de incursiones y tomas de la villa de Áger por uno y otro bando, nos situamos ahora en 1837, cuando Agustí escribe:

«6 de junio de 1837. Hoy han entrado en Áger, de forma continua, heridos de las acciones de Huesca y Barbastro. Que, a esta hora, las diez de la noche, ya son más de mil, de modo que es muy difícil vivir aquí».

Recordemos que en Áger se ubicaba el hospital, el único en muchos kilómetros a la redonda, y Agustí Prió era el farmacéutico elaborador y proveedor de la región.

¿Qué estaba sucediendo?

Don Carlos había emprendido su expedición hacia Madrid. Su intención era atravesar los territorios que le eran más favorables y donde se le iba uniendo la población, favorable a su causa como había apreciado Guergué con su incursión. El objetivo principal de Don Carlos era unirse al grueso del ejercito contrarrevolucionario del General Cabrera en el Maestrazgo y continuar hasta Madrid, donde pensaba que sus partidarios le brindarían una rendición de la Ciudad prácticamente sin luchar.

Partió Don Carlos desde Estella el 15 de mayo y lo hizo manifestando que había llegado el momento de salvar la Patria de la revolución usurpadora e impía. Y expuso con claridad la visión de esta guerra civil como apéndice de la contrarrevolución europea: «vuestra conducta os granjeará el amor de los pueblos que venís a librar; ellos os apellidarán sus libertadores, y la Europa toda os admirará».



LA BATALLA DE HUESCA

Antonio Pirala, en su libro Historia de la guerra civil y los partidos liberal y carlista, Madrid, 1869, nos relata los hechos acaecidos en Huesca el día 24 de mayo de 1837:

«A este campo, que iba a serlo de sangrienta lucha, se adelantó muy de mañana, desde Almudévar, el coronel [liberal] Mendivil con veinte caballos, observando que los carlistas estaban más descuidados de lo que debían. Estos, en efecto, llegaron a Huesca a las doce de la mañana del 24 y fueron revistados por Don Carlos, quien salió de Lupiñán a las seis de la misma, pasó por Alerre y Cilla, cuyos habitantes se esmeraron en proclamarle, y se halló aquí con el coche del Obispo de Huesca, que no quiso aceptar para entrar en la ciudad».

Poco después, y tras una primera embestida del bando liberal, los carlistas toman la iniciativa:

«Pero se rehacen los defensores de Don Carlos, se generaliza la acción, crece su encarnizamiento, son constantes las repetidas cargas de caballería y a la bayoneta, ahogan los ayes de los heridos el chocar de los hierros, se olvida todo sentimiento de humanidad, y enrojécese el campo con la sangre de tanto valiente».

Sigue Pirala relatando la crudeza de la batalla, y la victoria final carlista:
«La pérdida de esta corta pero sangrienta batalla se ha calculado en cerca de dos mil hombres, entre muertos, heridos y prisioneros. Fue grande la saña con que se peleó: jefes y soldados que habían perdido sus caballos, cargaron a pie con espada o lanza en mano e hicieron proezas. Entre los heridos, lo fue de gravedad Iribarren que murió al día siguiente en Almudévar, con dolor de todo el ejército, que admiraba su heroísmo; con sentimiento de la patria, que contaba para su salvación con su patriotismo. Los carlistas, si bien no dejaron sobre el campo de batalla ningún jefe superior muerto, contaron entre sus heridos al general Sopelana, al brigadier don Pascual Real, al coronel don Manuel García Segovia, que murió días después en el hospital de Áger (Cataluña) a donde fue trasladado, al coronel Puértoles que falleció de resultas de la amputación de un muslo, al de la misma clase don José Hermosilla, muerto sin querer por sus mismos soldados; los capitanes, Puente, Prada y Salazar y no pocos extranjeros. La victoria de Huesca fue anunciada con una proclama, y una condecoración premió a los vencedores».

Veamos los comentarios de Agustí del día 7 de junio de 1837:

«Han muerto cuatro heridos ingresados ayer.
Día 11 de junio. Han partido hacia Peramola 200 de los heridos más leves.
Día 12 de junio: Hoy ha muerto un coronel y tres de la clase de tropa».

Podemos entonces deducir que el coronel fallecido, como nos relata Pirala, fue Manuel García Segovia.

Animados por la victoria, la expedición avanza hacia Barbastro. El Príncipe Félix Lichnowsky, general austriaco que acompañó a Don Carlos en su expedición, lo relata así:

«El 27 salimos de Huesca. Todos los asnos de la ciudad y de los contornos fueron requisados para el transporte de los heridos y colocados en el centro de la columna. Si la contemplación de los que sufren no fuera cosa tan triste, nos hubiéramos reído de buena gana de las escenas cómicas que ofrecía este cortejo. Sobre todo los granaderos presentaban un aspecto singular, encaramados en aquellas miserables monturas y arrastrando las piernas por el suelo.

Era de notar que la mayoría de los soldados navarros heridos lo estaban en el torso y los alaveses en las piernas. Los primeros habían defendido la ermita, que estaba rodeada de una tapia, mientras que los segundos lucharon a campo abierto.

Habíamos salido de Huesca a las cinco de la mañana; a las nueve atravesamos eI Alcanadre y, después de una fatigosa marcha, llegamos por la noche a Barbastro».

Desde Áger, partieron hacia Barbastro para unirse a Don Carlos, las tropas populares que se habían formado desde la entrada del general Guergue en 1835. Lichnowsky lo relata así:

«El 29, a mediodía, mientras que en el balcón del palacio del Marqués de Altasona, habitado por el Rey, fumábamos unos cigarros, se detuvieron en la plaza una docena de jinetes vestidos de una manera extraña, montados unos en hermosos caballos y otros en jacos miserables.

Iban seguidos por 30 ó 40 hombres a pie, cubiertos por grandes mantas en forma de toga romana; una especie de gorro frigio encarnado, cuyo extremo colgaba hacía atrás, cubría su cabeza;

Todos llevaban sobre los hombros buenos fusiles. El jefe de esta tropa era un hombre como de cincuenta años, de cabellos rojos, de cara bonachona y flemática, y más bien parecía un cervecero bávaro que un jefe de partida español. A pesar del mucho calor, llevaba un sobretodo pardo con pieles y las mangas bordadas como los uniformes de brigadier. Una colección de cintas y de cruces adornaba su pecho y pialaban este extraño atavío una montera de nutria en forma de melón, un ancho sable y un bastón con puño de oro.

Sobre la silla de su gran caballo negro llevaba una piel de oso adornada de una banda escarlata.

Cuando este singular personaje hizo su aparición en la sala de espera, no pudimos contener la risa.

Él se presentó con mucha gravedad, dando el nombre de Don Bartolomé Porredón, llamado el Ros de Eroles (el pelirrojo de Eroles), Brigadier del Rey y jefe de la primera División del ejército de Cataluña.

Cuando supo que se aproximaba nuestra expedición, había dejado los valles de Urgel para venir a nuestro encuentro.

A pesar de esta pomposa presentación, toda su división se reducía a cuatro batallones indisciplinados que apenas contaban 500 hombres cada uno.

Su vestimenta era la de los hombres que hablamos visto en la plaza. Porredón traía cartas de la Junta de Cataluña que contenían quejas contra el comandante general Royo y una brillante relación de fuerzas. Se había anunciado que esperaban al Rey en esta extensa y rica provincia 23 batallones y que el pueblo se sublevaría en masa a su presencia. Se había designado a Solsona, capital de uno de los distritos carlistas, como punto de reunión de todos los jefes catalanes que rehusaban obedecer a Royo pero que, a la voz del Rey, se apresurarían a unir sus fuerzas al grueso de la expedición.

Con este refuerzo, y siendo ya nuestro ejército superior al del enemigo, se podía pensar en amenazar las fértiles zonas de la costa o en marchar victoriosamente sobre el Ebro. Con la unión de Cabrera, sería posible transportar a Castilla el teatro de la guerra, llevándola al corazón de la Monarquía y amenazando Madrid».

Aunque estos brillantes planes fuesen reproducidos a diario por los catalanes y en ellos tuvieran puesta su confianza, se comenzó a vislumbrar la posibilidad de una excursión a Cataluña.

El General Oráa, al mando de la tropa liberal, consiguió llegar a Barbastro antes de que la expedición partiera.

Pero el enfrentamiento con ella se saldó con una nueva victoria para las tropas carlistas. El ejército expedicionario carlista salía de Aragón sin haber sufrido ningún contratiempo importante, «se ha escurrido como una serpiente —se decía— y ha repasado el Cinca como un pato; verdad es que llevan gran procesión de heridos, acémilas, obispos, canónigos y frailes y demás zarandajas que debían embarazarla mucho, pero lo ha realizado con tanto silencio que no ha podido percibirse».



LA BATALLA DE BARBASTRO

 

Expedición Real de Don Carlos, 1837.



El combate de Barbastro se tuvo como la más brillante victoria de esta expedición. Habían maniobrado grandes masas de una manera regular; y los dos viejos generales que se hallaron frente a frente parecían adivinarse, de modo que, apenas iniciados algunos movimientos en uno de los campos, surgía la respuesta en el otro.

Los dos bandos combatieron con gran encarnizamiento; fue horrible el momento en que las dos legiones extranjeras se atacaron a la bayoneta entre los olivos. Muchos de ellos se reconocieron, se llamaron en alemán o en francés y, antiguos camaradas, se desgarraban las entrañas.

Los españoles veían con una alegría feroz cómo los extranjeros se destrozaban mutuamente.

Por mi parte, confieso que este espectáculo me causó una sensación penosísima.

Esta victoria tuvo una gran importancia para el ejército real.

Una derrota, cuya primera consecuencia hubiera sido nuestra salida de Barbastro, Io habría aniquilado y, perseguidos por el enemigo, la corriente impetuosa del Cima hubiera sido nuestra tumba. Todas las probabilidades estaban contra nosotros; se había cometido una imprudencia al aceptar la batalla en posición tan desventajosa.

El resultado superó a todas las esperanzas y entonces, más que nunca, era el momento de acercarnos a Zaragoza o, cuando menos, al Ebro.

Desgraciadamente, esta victoria no hizo más que acentuar la obcecación y se persistió en ir a Cataluña. Muchos predijeron entonces un resultado funesto, predicción que no tardó mucho tiempo en ser una realidad.

Días más tarde, Agustí nos da esta nota, algo más positiva:

«20 de junio de 1837: Han muerto algunos heridos y se han ido otros ya curados.

29 de junio: Estos días han partido muchos soldados ya curados, y en Áger sólo quedan ya 400».

Tal fue la crueldad de esta batalla, que se impulsó el denominado «Covenio de Elliot» para tratar de mitigar el inhumano encarnizamiento, como hemos podido constatar en éste y en peores episodios.

Antonio Pirala nos deja este colofón de ambas batallas:

«Poco nos aclararía el examen de todas las causas que contribuyeron a la pérdida [para los liberales] de la batalla de Barbastro, después de la detenida narración que de ella dejamos hecha; pero no dejaremos de consignar que en todas las acometidas de los liberales se encontraron al frente con enemigos tan decididos a no perder un palmo de terreno, como a ganarle los que embestían. El valor entró en esta batalla por mucho, y negar el que emplearon los carlistas, seria parcialidad. Peleas en las que la sangre de los jefes se mezcla con la de sus soldados, son siempre heroicas. Las de Huesca y Barbastro, lo fueron».


Francesc Sánchez Parés
Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau (Barcelona)

dijous, 30 de maig del 2024

Salvador Dalí, la fe i la tradició (V)

Salvador Dalí de joven, con su hermana Anna María.

 

 

 (Traducción al castellano, a continuación)


Salvador Dalí, la fe i la tradició (V)


El blau de l’atzur, el blau dels somnis —que diria l’altre desorientat de Joan Miró—, el blau del cel —direm nosaltres—, és allò que sempre va cercar Dalí; i no el trobarà fins que, transcorreguts pràcticament quaranta anys, es decideix a esmenar el seu passat i es confessa com a catòlic, esbalaint el món amb la seva conversió.




Per ordenar, en el cap del lector, els esdeveniments que procurem d’exposar, més o menys cronològicament, afegim que, la majoria de les cites, sempre que no sigui dit el contrari, són extretes de les mateixes autobiografies que fa Dalí cap a mitjans de la seva vida, de tal manera que moltes són reflexions a posteriori sobre esdeveniments passats; d’aquí que es pugui generar certa confusió respecte d’aquesta aparent contradicció entre el Dalí que hem exposat, bescantant la revolució en defensa de la tradició, i el mateix Dalí, que més endavant presentarem, introduint-se en el moviment surrealista.

Abans, però, volem referir-nos una mica més a l’evolució que fa Dalí dins dels moviments artístics perquè, tal com vam presentar en l’article anterior, és la base sobre la qual ell construirà el seu pensar sobre la tradició i tota la seva concepció artística i estètica.

Com ja havíem esmentat, de ben petit, Dalí valora aquells mestres que defugen de les il·lusions amb què la modernitat vol confondre i comprar la consciència dels més petits i, comença en aquella temprana edat, a desenvolupar —ens atreviríem a dir— una protodoctrina de la tradició; assentat llavors la base de la visió que, posteriorment, superada ja la ruptura dels surrealistes, es farà definitiva en el seu pensament i en la seva obra.

En el catàleg de la primera exposició que Salvador Dalí fa a Barcelona, en la famosa Galeria Dalmau, l’any 1925, encara amb vint-i-un anys, ja hi trobem, de forma clara, la defensa de l’originalitat de la tradició enfront del servil lament que és la innovació moderna —idea que ja vam procurar de descabdellar en l’article anterior—.

«Aquel que no quiera poner a contribución más talento que el suyo, pronto se encontrará reducido a la más miserable de todas las imitaciones, a la de sus propias obras».

Havíem mostrat com el petit Dalí, molt d’aviat, ja va destacar a l’escola per la seva traça com a dibuixant així com pel seu interès per l’art i la religió. La seva introducció dins dels moviments artístics del moment no triga a fer-se arribar i, amb tan sols dotze anys i de la mà del seu pare, descobreix l’impressionisme francès —que serà el seu primer estil artístic— a la masia del Molí de la Torre, propietat de la família Pichot.

El primogènit dels Dalí troba, en la figura de Ramon Pichot, l’accés a l’impressionisme francès, relacionat en aquell moment amb notables com els mestres Casas, Rusiñol i Mir; i sortirà del seu estudi amb matèria i forma per a les seves primeres obres d’infància i joventut, centrades sobretot a representar el paisatge del Cap de Creus, amb el moviment de les llums i el variar dels seus tons.  

«Enyoro molt l’hermosa Cadaqués... ¿Te’n recordes d’aquelles quietes i dolces tardes d’estiu, passades vora la cançó de les ones? ¿D’aquelles argentades nits de lluna? ¿D’aquells matins xardorosos i assolellats que, ajaguts sota la roentor del sol, practicàvem el llangardaix a tall de sacerdot?».

Les primeres mostres del catàleg d’obres de Salvador Dalí, datades d’entre 1910 i 1914, es poden abrigallar totes dins d’aquesta influència impressionista i realista; són les primeres obres que, entre els sis i els dotze anys, confecciona ja amb molta habilitat, el petit Dalí.

«Continuo admirant els grans impressionistes francesos en Monet, Degas, Renoir. Siguen aquests els que orientin amb més fermesa el meu camí.»

En les notes del diari d’Anna Maria Dalí i Domènech —germana de l’artista i fervent catòlica—, dedicades a explicar els seus records sobre aquests jorns transcorreguts amb el seu germà, rememora —quasi melangiosament— uns anys de tranquil·litat i de serenor dins de l’ànima del qui ja creia un artista.  

«A l’arribar a casa hem trobat el meu germà encara enfeinat. És infatigable. La llum, la forma i el detall tenen ara la platina del classicisme. Els seus quadres han arribat a una bellesa que sembla continuar la de les obres incomparables que hem vist als museus.»

Explica que, durant els estius que passaven plegats en aquell poble ideal i somniador de Cadaqués —en paraules del mateix Dalí—, aquest mai deixava el seu estudi i sempre se’l trobava feinejant.

«Molts dies, en sortir el sol, és ja disposat per a marxar a pintar; altres es queda a taller, però treballa sempre des de l’alba fins que el sol es pon, i quan, al caure la tarda, anem a passeig pels camins que envolten Cadaqués —cadascun d’ells tan diferent, tot i que sense apartar-se del clàssic ambient que els caracteritza— el meu germà treballa també. Ni un sol instant deixa de contemplar intensament les llums i els núvols, el mar i les platges, captant fins els detalls més petits. La calma blanca d’aquelles tardes, que reflecteix en el mar les estructures de les roques, es fixa ja per sempre a la seva ànima.»

La mateixa autora d’aquestes paraules ens ratifica com, fins i tot de jove, Dalí ja defensava una idea —que ens resulta encara més agradosa d’estampar, sobretot per la seva semblança amb les del mestre Antoni Gaudí— que guarda molta relació amb el veritable sentit de l’art, que s’embranca amb el de la tradició.

En la Galeria Parés, l’any 1927, explica la següent conversa de Dalí amb els crítics de l’art que visitaven la seva exposició:

«En una controvèrsia sobre art, al ser preguntat, en Salvador, respecte de per què pintava coses tan estranyes, va contestar que en això no feia més que imitar la Naturalesa, que no pot ser més estranya en si. És el costum el que fa que ens sembli normal allò que és extraordinari i sorprenent.»

Ja havia abandonat, en aquells moments, les primeres influències impressionistes i la seva creativitat jugava llavors amb les tendències del moment, el dadaisme i el cubisme.

Malgrat que en aquesta primera etapa, Dalí ja es trobava entabanat per les melodies de la revolució, plana damunt de la seva vida una certa serenor i, alhora, com ja hem repetit, es comencen a gestar idees que recuperarà una mica més tard, quan declararà, davant de tothom, que jo sóc catòlic, apostòlic i romà.

En el seu diari de joventut, trobem cites que posen clara la seva militància revolucionària. Alhora que avança en els moviments de l’avantguarda i s’allunya del realisme paisatgístic dels primers anys, també accelera la seva passió per les protestes obreres, l’anarquisme i la causa de la Revolució Russa.

«Com més va més s’accentua i més palpable es fa la revolució mundial que s’apropa. Jo l’espero amb els braços oberts, ben oberts, i amb el crit a flor de llavis de: visca la república dels soviets! I si per arribar a una vera democràcia i a una vera república social, és necessària, abans, una tirania: visca la tirania!»

«És molt probable que la pau de debò, la pau per sempre, vingui també de terres llunyanes i melangioses, de terres d’orient.»

Per acabar d’adobar-ho tot, aquestes idees, que ja havien perjudicat el seu cap, es veuen excitades, encara més, quan el geni empordanès es posa en contacte amb els francesos de la revolució surrealista —la pesada revolució de sempre, que encara els durava als beixamel dels francesos—.

Clourem l’article en aquest moment, tot deixant el jove Dalí ja dins de les avantguardes, amb el cap tot revoltat i desordenat, ja lluny d’aquelles amables idees de la seva primera adolescència, i a tocar de caure en el pou dels surrealistes francesos.

Ja de més gran, quan és expulsat d’aquest grup i, Salvador Dalí, retorna a casa —podríem dir que en sentit figurat, però també literal—, és llavors que reprèn el fil conductor d’aquesta filosofia, que ja apuntava de menut, per a elevar-la fins al cim del seu pensament, en la seva etapa definitiva, de la mística nuclear. Tanmateix, els seus anys de gresca, seran cobrats car; aquesta immersió en la modernitat i en la revolució, que més tard no va plànyer a criticar severament, l’allunyen durant una bona temporada d’aquell cel amb el qual —segons hem llegit— s’embadalia durant les jornades estiuenques de Cadaqués.

El blau de l’atzur, el blau dels somnis —que diria l’altre desorientat de Joan Miró—, el blau del cel —direm nosaltres—, és allò que sempre va cercar Dalí; i no el trobarà fins que, transcorreguts pràcticament quaranta anys, es decideix a esmenar el seu passat i es confessa com a catòlic, esbalaint el món amb la seva conversió. 

 

El cel de Cadaqués, a: «Cadaqués», Salvador Dalí, pintura a l'oli, 1921, colecció Masaveu (Oviedo).



Després de tota una vida lliurat a les passions, es troba llavors constret per elles; i, la gelosia amb què aquestes guarden la seva ànima, el fa témer que, a malgrat d’haver trobat, d’haver tornat a veure el cel, morirà sense aquest.

 «I què és el cel? On és? El cel es troba, ni a dalt ni a baix, ni a la dreta ni a l’esquerra, el cel es troba exactament al centre del pit de l’home que té fe!»


Pere Pau
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)



* * *



(Traducción al castellano:)


Salvador Dalí, la fe i la tradició (V)


El azul cielo, el azul de los sueños —que diría el otro desorientado de Joan Miró—, el azul del cielo —diremos nosotros—, es eso lo que siempre buscó Dalí; y no lo hallará hasta que, transcurridos prácticamente cuarenta años, se decide a enmendar su pasado y se confiesa como católico, anonadando al mundo con su conversión.




Para ordenar, en la cabeza del lector, los acontecimientos que procuramos exponer, más o menos cronológicamente, añadimos que, la mayoría de las citas, siempre que no sea dicho lo contrario, son extraídas de las propias autobiografías de Dalí hechas a mediados de su vida, de tal manera que muchas son reflexiones a posteriori sobre acontecimientos pasados; de ahí que se pueda generar cierta confusión al respecto de esta aparente contradicción entre el Dalí que hemos expuesto, difamando la revolución en defensa de la tradición, y el mismo Dalí, que más adelante presentaremos, introduciéndose en el movimiento surrealista.

Sin embargo, antes de ello queremos referirnos algo más a la evolución que hace Dalí dentro de los movimientos artísticos porque, tal y como presentamos en el artículo anterior, es la base sobre la cual él construirá su pensar sobre la tradición y toda su concepción artística y estética.

Como ya habíamos mencionado, de muy pequeño, Dalí valora aquellos maestros que rehuyen de las ilusiones con que la modernidad quiere confundir y comprar la conciencia de los más pequeños y empieza en aquella temprana edad a desarrollar —nos atreveríamos a decir— una protodoctrina de la tradición; asentada entonces la base de la visión que, posteriormente, superada ya la ruptura de los surrealistas, se hará definitiva en su pensamiento y en su obra.

En el catálogo de la primera exposición que Salvador Dalí hace en Barcelona, en la famosa Galería Dalmau, en 1925, todavía con veintiún años, ya encontramos, de forma clara, la defensa de la originalidad de la tradición en frente del servil lamento que es la innovación moderna —idea que ya procuramos de desenredar en el artículo anterior—.

«Aquel que no quiera poner a contribución más talento que el suyo, pronto se encontrará reducido a la más miserable de todas las imitaciones, a la de sus propias obras».

Habíamos mostrado cómo el pequeño Dalí, muy pronto, ya destacó en la escuela por su traza como dibujante, así como por su interés por el arte y la religión. Su introducción en los movimientos artísticos del momento no tarda en llegar y, con sólo doce años y de la mano de su padre, descubre el impresionismo francés —que será su primer estilo artístico— en la masía del Molí de la Torre, propiedad de la familia Pichot.

El primogénito de los Dalí encuentra, en la figura de Ramon Pichot, el acceso al impresionismo francés, relacionado en aquel momento con notables como los maestros Casas, Rusiñol y Mir; y saldrá de su estudio con materia y forma para sus primeras obras de infancia y juventud, centradas sobre todo en representar el paisaje del Cap de Creus, con el movimiento de las luces y el variar de sus tonos.

«Añoro mucho la hermosa Cadaqués... ¿Te acuerdas de aquellas quietas y dulces tardes de verano, pasadas junto la canción de las olas? ¿De aquellas argentinas noches de luna? ¿De aquellas mañanas ardorosas y soleados que, estirados debajo la ardencia del sol, practicábamos el lagarto a guisa de sacerdote?».

Las primeras muestras del catálogo de obras de Salvador Dalí, datadas de entre 1910 y 1914, se pueden arropar todas dentro de esta influencia impresionista y realista; son las primeras obras que, entre los seis y los doce años, confecciona ya con mucha habilidad, el pequeño Dalí.

«Continúo admirando los grandes impresionistas franceses Monet, Degas, Renoir. Sean estos los que orienten con más firmeza mi camino.»

En las notas del diario de Anna Maria Dalí i Domènech —hermana del artista y ferviente católica—, dedicadas a explicar sus recuerdos sobre estas jornadas transcurridos con su hermano, rememora —casi melancólicamente— unos años de tranquilidad y de serenidad dentro del alma de quien ya creía un artista.

«Al llegar a casa hemos encontrado a mi hermano todavía atareado. Es infatigable. La luz, la forma y el detalle tienen ahora la platina del clasicismo. Sus cuadros han llegado a una belleza que parece continuar la de las obras incomparables que hemos visto a los museos.»

Explica que, durante los veranos que pasaban juntos en aquel pueblo ideal y soñador de Cadaqués —en palabras del mismo Dalí—, este nunca dejaba su estudio y siempre se lo encontraba faenando.

«Muchos días, al salir el sol, está ya dispuesto para marchar a pintar; otros, se queda en el taller, pero trabaja siempre desde el alba hasta que el sol se pone, y cuando, al caer la tarde, vamos a paseo por los caminos que rodean Cadaqués —cada uno de ellos tan diferente, a pesar de no apartarse del clásico ambiente que los caracteriza— mi hermano trabaja también. Ni un solo instante deja de contemplar intensamente las luces y las nubes, el mar y las playas, captando hasta los detalles más pequeños. La calma blanca de aquellas tardes, que refleja en el mar las estructuras de las rocas, se fija ya por siempre jamás a su alma.»

La misma autora de estas palabras nos ratifica como, incluso de joven, Dalí ya defendía una idea —que nos resulta todavía más agradable de estampar, sobre todo por su parecido con las del maestro Antoni Gaudí— que guarda mucha relación con el verdadero sentido del arte, que se enrama con el de la tradición.

En la Galería Parés, en 1927, explica la siguiente conversación de Dalí con los críticos del arte que visitaban su exposición:

«En una controversia sobre arte, al ser preguntado, Salvador, al respecto de por qué pintaba cosas tan extrañas, contestó que en esto no hacía más que imitar la Naturaleza, que no puede ser más extraña en sí. “Es la costumbre el que hace que nos parezca normal aquello que es extraordinario y sorprendente”.»

Ya había abandonado, por aquellos momentos, las primeras influencias impresionistas y su creatividad jugaba entonces con las tendencias del momento, el dadaísmo y el cubismo.

A pesar de que, en esta primera etapa, Dalí ya se encontraba engatusado por las melodías de la revolución, plana sobre su vida cierta serenidad y, a la vez, como ya hemos repetido, se empiezan a gestar ideas que recuperará algo más tarde, cuando declarará, ante todo el mundo, que yo soy católico, apostólico y romano.

En su diario de juventud, encontramos citas que exponen claramente su militancia revolucionaria. A la vez que avanza en los movimientos de la vanguardia y se aleja del realismo paisajístico de los primeros años, también acelera su pasión por las protestas obreras, el anarquismo y la causa de la revolución rusa.

«Cuanto más va más se acentúa y más palpable se hace la revolución mundial que se acerca. Yo la espero con los brazos abiertos, muy abiertos, y con el grito a flor de labios de: ¡viva la república de los sóviets! Y si para llegar a una viera democracia y a una viera república social, es necesaria, antes, una tiranía: ¡viva la tiranía!»

«Es muy probable que la paz de verdad, la paz para siempre jamás, venga también de tierras lejanas y melancólicas, de tierras de oriente.»


Para acabar de ajustarlo todo, estas ideas, que ya habían mellado su cabeza, se ven excitadas, todavía más, cuando el genio ampurdanés se pone en contacto con los franceses de la revolución surrealista —la pesada revolución de siempre, que todavía les duraba a los bechamel de los franceses—.

Cerraremos el artículo en este momento, dejando al joven Dalí ya dentro de las vanguardias, con la cabeza sublevada y desordenada, ya lejos de aquellas amables ideas de su primera adolescencia, y a un paso de caer en el pozo de los surrealistas franceses.

Ya de mayor, cuando es expulsado de este grupo, y Salvador Dalí vuelve a casa —podríamos decir que en sentido figurado, pero también literal—, es entonces cuando retoma el hilo conductor de esta filosofía, que ya apuntaba de niño, para elevarla hasta la cumbre de su pensamiento, en su etapa definitiva, de la mística nuclear. Aun así, sus años de gresca, pasarán una factura cara; esta inmersión en la modernidad y en la revolución, que más tarde no va a retenerse de criticar severamente, lo alejan durante una buena temporada de aquel cielo con el que —según hemos leído— se embelesaba durante las jornadas veraniegas de Cadaqués.

El azul cielo, el azul de los sueños —que diría el otro desorientado de Joan Miró—, el azul del cielo —diremos nosotros—, es eso lo que siempre buscó Dalí; y no lo hallará hasta que, transcurridos prácticamente cuarenta años, se decide a enmendar su pasado y se confiesa como católico, anonadando al mundo con su conversión.

Después de toda una vida librado a las pasiones, se encuentra entonces constreñido por ellas; y, el celo con que estas guardan su alma le hace temer que, a pesar de haber hallado, de haber vuelto a ver el cielo, morirá sin éste.

 «¿Y qué es el cielo? ¿Dónde se halla? El cielo se halla, ni arriba ni abajo, ni a la derecha ni a la izquierda, ¡el cielo se encuentra exactamente en el centro del pecho del hombre que tiene fe!»


Pere Pau

Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)




diumenge, 26 de maig del 2024

La devoción a María en la defensa de la Cristiandad

 

Detalle de «La batalla de Lepanto», de Lucas Valdés (aprox. 1709-1715, Sevilla)


 

La devoción a María en la defensa de la Cristiandad


En el Corazón Inmaculado de María, el orden social cristiano es un medio para que la Iglesia realice su misión, y su pérdida y suplantación por un orden opuesto, un motivo de pena por las desgracias que seguido a ello los hombres tendrán que padecer.

 

Hace un tiempo — mucho tiempo en realidad— recibí una invitación del P. García Gallardo, nuestro Capellán, a realizar alguna colaboración en la Esperanza con motivo del mes de Cristo Rey. La verdad es que preparé algo, pero no me quedó muy bien y no me atreví a enviarlo. En otras ocasiones, José Escobedo, presidente del círculo Ramón Parés de Barcelona, ha hecho otro tanto, y considerando lo que debo a esta Santa Causa, vale la pena el atrevimiento, siempre y cuando no se le aplique a uno aquello de que más vale parecer ignorante que hablar y confirmarlo.

Me ha parecido bien, y lo considero un honor, responder al tema sobre el que se me ha solicitado tratar para dar comienzo a esta colaboración: la devoción a la Virgen María. Nada extraño en un periódico católico. La devoción mariana no es algo propio ni del carlista ni del español, aunque tal devoción pueda revestir un carácter genuinamente entrañable en ambos casos y revestirse de manifestaciones singulares de afecto popular. La devoción mariana es propia de los fieles católicos y consiste en tributar a María el honor de madre. Madre de Dios y madre nuestra, de quién el Verbo tomó carne para unirse a nosotros en la humanidad y cuya maternidad se extiende a todos los que en Cristo son redimidos.
 


En este breve artículo, en el que me propongo a la vez ensalzar a nuestra Madre del cielo e inspirar aliento a los correligionarios de esta Santa Causa, quisiera llamar la atención en concreto sobre la solicitud maternal de María en la historia de los pueblos. Si contemplamos históricamente cómo entra el cristianismo en contacto con los hombres, la misteriosa presencia de María se manifiesta siempre asociada a la evangelización y la conversión de los pueblos y a la implantación y defensa de la Cristiandad.

Confesaré que, dentro de mi ministerio, siempre he anhelado la misión ad gentes. Por ello, quizás, siento una gran atracción hacia la historia que la devoción mariana va tomando en cada nación, etnia, cultura... Como es natural, siento un particular afecto hacia las devociones más propias de mi terruño, en especial la Moreneta, como los catalanes llamamos a la Virgen de Montserrat. Diríase que María, con su habilidad femenina, al servicio de Dios, ha sabido deslizarse hasta llegar al corazón de cada pueblo para guiarlo maternalmente a Jesucristo. Ella, como la Iglesia, ha sabido hacerse con la idiosincrasia, el temple, los valores, las virtudes y la belleza de cada pueblo para intervenir en su historia y alumbrar de nuevo a Jesús. Como contraparte, los pueblos le alzan tronos, la visten de majestad, le entonan cantos jubilosos y acuden ante su imagen en sus necesidades. Es, tal vez, una de las características más singulares de los pueblos hispanos, cuyo monumento de devoción sobrecoge por la variedad, viveza y armonía de todas sus expresiones. El corazón del devoto encuentra la mano amable de su madre en las angustias de la vida y también las asociaciones y comunidades se consagran a ella e imploran su intercesión.

En el pasado, María fue invocada contra los moros en Covadonga, conservando el alma del pueblo español en aquel épico reducto de las montañas de Asturias y guiando el corazón de Don Pelayo sobre la reconquista de España entera. María llega al corazón de la impresionante civilización mexica con un mensaje estampado de forma milagrosa en la tilma de un indio que había abrazado la fe. Los misioneros, desconocedores del profundo lenguaje simbólico que la imagen encerraba, quedaban desconcertados de la enorme repercusión que esta tenía en los indios mesoamericanos y del inmenso número de conversiones que siguieron a su visita y que reparó, en cierto modo, la defección de aquellos hijos que en Europa le arrebataba la perfidia luterana. Por las mismas épocas, San Pío V convocaba al rezo del Santo Rosario a toda la Cristiandad para obtener de la Virgen la victoria en la batalla de Lepanto contra los turcos que amenazaban Europa por tierra y por mar. Días antes de que la noticia de la ansiada victoria llegara a Roma, el santo Papa, persuadido por una revelación privada, hizo sonar las campanas de todas las Iglesias de la ciudad eterna. Tal es la convicción de los fieles de que María favorece la consolidación de la sociedad cristiana e interviene decisivamente en su defensa, que la invocan con el título de Auxilio de los Cristianos.

Más cercano en el tiempo a nosotros, las apariciones de María revelan una profunda preocupación de madre por el camino trazado en occidente que transita a los pueblos lejos de su Corazón Inmaculado. La secularización, la revolución, el nuevo orden social sin religión, está en las lágrimas de la Sallete y está en los avisos de Fátima y en tantas otras apariciones aprobadas. La infiltración del espíritu revolucionario en la Iglesia, y el aparente colapso de esta, está significado en el Papa que los pobres pastorcillos vieron abatir por un pelotón de soldados en la visión que la Virgen les mostró en el tercer secreto. En el Corazón Inmaculado de María, el orden social cristiano es un medio para que la Iglesia realice su misión, y su pérdida y suplantación por un orden opuesto, un motivo de pena por las desgracias que seguido a ello los hombres tendrán que padecer: ¡Qué solícitos son los avisos sobre el mal de Rusia y sobre los sufrimientos que han de venir sobre el mundo y la Iglesia! Pero al final, a modo de consuelo recuerda: ¡Mi Corazón Inmaculado triunfará! Y el medio pobre y sencillo de esperar la realización de tan gran promesa: rezad constantes el Santo Rosario, haced penitencia y oración.

Paréceme oportuno recordar a los que han querido imponerse la épica tarea de restaurar el orden cristiano en las filas de la legitimidad, la devoción sencilla y sincera en la que está asegurada la victoria. No lo recordaré para caer en la falacia de los quietistas, que piensan que la oración debe suplantar a la acción, sino para volver la atención sobre los medios más eficaces, que están en la verdadera devoción, la cual es fundamento, acicate y guía para ordenar la acción a la realización de la Esperanza.


Mossèn Emmanuel Pujol
Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau (Barcelona)

dissabte, 25 de maig del 2024

Francisco Canals y su síntesis del nacionalismo catalán

Francisco Canals Vidal

 

Francisco Canals y su síntesis del nacionalismo catalán


Francisco Canals sintetizó a la perfección el fenómeno del nacionalismo catalán, síntesis que se puede extrapolar, en lo esencial, a cualquier otro nacionalismo, como el español.



Fue en la revista Verbo, en 1996, y no nos resistimos a presentar un extracto  del artículo sin más comentario por nuestra parte:

«El nacionalismo es al amor patrio lo que es un egocentrismo desordenado en lo afectivo, y pretendidamente auto justificado por una falsa filosofía, a aquel recto amor de sí mismo que se presupone incluso en el deseo de felicidad y en la esperanza teologal por la que nos orientamos a la bienaventuranza sobrenatural. Pero el amor propio desordenado puede llevar, como afirmó San Agustín a la rebeldía y al odio contra Dios. El nacionalismo, amor desordenado y soberbio de la “nación”, que se apoya con frecuencia en una proyección ficticia de su vida y de su historia, tiende a suplantar la tradición religiosa auténtica, y sustituirla por una mentalidad que conduce por su propio dinamismo a una “idolatría” inmanentista, contradictoria intrínsecamente con la aceptación de la trascendencia divina y del sentido y orientación sobrenatural de la vida cristiana. La filosofía nacionalista se nutre de fuentes surgidas en el idealismo alemán, y ejerce su influencia máximamente por medio de las deletéreas confusiones en que se mueve, a modo de sublimación del resentimiento, el romanticismo en todas sus dimensiones. Desde este idealismo y sentimentalismo romántico, la historia real de los pueblos es encubierta, y suplantada por perspectivas que imponen la nebulosa abstracción de un falso “deber ser”, a la realidad de los hechos y a los principios del derecho natural cristiano. Para Rovira y Virgili, y para Ferrán Soldevila, la “Cataluña nacional” que se habían forjado desde sus presupuestos filosóficos, “debía ser” revolucionaria y desde luego antiespañola».

Francisco Canals, «La Cataluña que pelea contra Europa», Verbo (Madrid), n. 347-348 (1996), p. 733.


Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau (Barcelona)

divendres, 24 de maig del 2024

Junqueras i Puigdemont, dos polítics caducats del que encara no s’han assabentat

Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. Dos políticos caducados, de lo que nadie les ha avisado aún.

 

 (Traducción al castellano, a continuación)


Junqueras i Puigdemont, dos polítics caducats del que encara no s’han assabentat

 

El processisme s’ha desballestat per la mateixa naturalesa del Procés: una bombolla de sabó que havia d’esclatar en topar-se amb la realitat.




El vodevil polític català continua amb més força després de les «eleccions» del 12 de maig proppassat, on els nacionalistes / separatistes han perdut la majoria absoluta que gaudien des de 1984.

El president de la mal anomenada Generalitat, l’Aragonès de Pineda de Mar, va anunciar l’endemà mateix de la jornada electoral que abandonava la política i tornava als negocis familiars aixecats pel seu avi franquista. Ni tant sols agafaria l’acta de diputat. També la Secretària General del seu partit, ERC, Marta Rovira, feia un pas enrere.

No obstant això, el president d’ERC, Oriol Junqueras, no ho va voler veure: en un primer moment, va declarar que es trobava «amb forces» de continuar al capdavant del partit, però pocs dies després va mirar cap a l’altra banda i va anunciar un congrés extraordinari, aquest novembre, per tal de renovar el lideratge del partit. No sabem si el lideratge renovat serà ell mateix, però tenint en compte la capacitat de Junqueras de mirar a dos llocs diferents alhora, no descartem pas que ho intenti. Històricament, ERC ha navegat entre el republicanisme (Rufián, Tardà, Junqueras) i el nacionalisme contrari al PSC (Rovira, etc.). Però la qüestió és més pragmàtica i senzilla: resulta molt dur abandonar les mels del poder quan ja s’estan tastant.

Pel que fa al «president» Puigdemont, volia fer una entrada triomfal a Barcelona tot emulant a Tarradellas i el seu «ja sóc aquí!», però les urnes l’han deixat «allà», molt enllà. Plus ultra. Fins i tot, en Puigdemont ja havia tornat el lloguer de la «Casa de la República» a Waterloo, anticipant la seva mudança al Palau de Sant Jaume, però el que haurà d’anticipar serà el lloc a on pasar la seva jubilació sobrevinguda. Tot i això, Puigdemont no perd l’esperança —una esperança tornada en fugida de la realitat— i intenta la seva investidura tot fent xantatge a Pedro Sánchez amb la seva caiguda de la Moncloa. Cosa que als amos de Sánchez i Illa no els importa gens… Al contrari! Puigdemont els hi faria un favor.

Veiem, doncs, que tant Junqueras com Puigdemont s’aferren per ambició personal a un Procés que ja no existeix.

D’aquestes reaccions viscudes des de les eleccions passades fins ara, en podem treure dues conclusions:

Primera, que el processisme s’ha desballestat, no per l’alta abstenció electoral (perquè hi havia altres opcions, inclús unilateralistes, com: Alhora, Aliança Anticatalana, o el FNC) si no per la mateixa naturalesa del Procés Sobiranista: una bombolla de sabó que havia d’esclatar en topar-se amb la realitat.

Segona, Junqueras i Puigdemont només es mouen per les seves respectives ambicions personals, sense acceptar que fins i tot aquestes ambicions personals també han caducat, com el Procés mateix.


Lo Mestre Titas
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)



* * *


(En castellano:)


Junqueras y Puigdemont: dos políticos caducados, nomás no les han avisado


El «Procés» ha sido desguazado por su propia naturaleza: una pompa de jabón que debía estallar al toparse con la realidad.



El vodevil político catalán arremete con más fuerza después de las «elecciones» del 12 de mayo pasado, en que los nacionalistas / separatistas han perdido la mayoría absoluta que disfrutaban desde 1984.

El presidente de la mal llamada Generalidad, el Aragonés de Pineda de Mar, anunció el día siguiente a la jornada electoral que abandonaba la política y volvía a los negocios familiares levantados por su abuelo franquista. Ni siquiera recogería el acta de diputado. También la Secretaria General de su partido, ERC, Marta Rovira, daba un paso atrás.

Sin embargo, el presidente de ERC, Oriol Junqueras, no lo ha querido ver: en un primer momento, declaró que se encontraba «con fuerzas» para continuar al frente del partido, pero pocos días después miró hacia el otro lado y anunció la convocatoria de un congreso extraordinario de su partido, para el próximo mes de noviembre, con el objeto de renovar el liderazgo de ERC. No sabemos si la renovación del partido será él mismo, pero teniendo en cuenta la capacidad de Junqueras para mirar a dos lugares diferentes al mismo tiempo, no descartamos que lo intente. Históricamente, ERC ha navegado entre el republicanismo (Rufián, Tardà, Junqueras) y el nacionalismo contrario al PSC (Rovira, etc.). Pero la cuestión es más pragmática y sencilla: resulta muy duro abandonar las mieles del poder cuando ya se están disfrutando.

En cuanto al «presidente» Puigdemont, quería hacer una entrada triunfal en Barcelona emulando a Tarradellas y su «ja soc aquí!», pero las urnas lo han dejado «allá», en el más allá. Plus ultra. Incluso, Puigdemont ya había devuelto el alquiler de la «Casa de la República» en Waterloo, anticipando su mudanza al Palacio de San Jaime, pero lo que finalmente tendrá que anticipar será el lugar donde pasar su jubilación sobrevenida. A pesar de todo, Puigdemont no pierde la esperanza —una esperanza huida de la realidad— e intenta su investidura chantajeando a Pedro Sánchez con su caída de la Moncloa. Cosa que a los amos de Sánchez e Illa no les importa en absoluto… ¡Al contrario! Puigdemont les haría un favor.

Vemos, pues, que tanto Junqueras como Puigdemont se aferran por ambición personal a un Proceso secesionista que ya no existe.

De estas reacciones observadas desde las elecciones pasadas hasta ahora, se pueden extraer dos conclusiones:

Primera, que el Proceso separatista ha sido desguazado, no por la alta abstención electoral (pues había otras opciones, incluso unilateralistas, como: Alhora, Aliança Anticatalana, o el FNC) si no por la propia naturaleza del Proceso: una pompa de jabón que debía estallar al toparse con la realidad.

Segunda, Junqueras y Puigdemont sólo se interesan por sus respectivas ambiciones personales, sin aceptar que incluso estas ambiciones personales también han caducado, como el Proceso mismo.

Lo Mestre Titas
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)



dijous, 23 de maig del 2024

Salvador Dalí, la fe i la tradició (IV)


 

 (Traducción al castellano, a continuación)


Salvador Dalí, la fe i la tradició (IV)

 

«La tradición es la única base sobre la cual uno puede erguirse como genio.»


El jove Salvador Dalí va trigar ben poc en fer-se notar dins l’ambient de la seva Figueres natal i, mentre continuava la seva formació artística, van succeir-se les seves primeres exposicions i publicacions artístiques.

L’any 1922, es trasllada a Madrid per continuar els seus estudis a la Real Academia de Bellas Artes, fent-se ràpidament amb l’ambient de la Residencia de Estudiantes de Madrid. D’aquesta etapa cal destacar la seva detenció i la seva estada a presó durant un parell de dotzenes de dies, l’any 1924, fins a ser alliberat pel mateix tribunal militar que l’havia de jutjar per causa de delictes contra la seguretat i unitat de la pàtria. La causa de la seva detenció, malgrat que s’emmarca en les protestes contra la visita d’Alfons XIII, no és clara i, segurament, fou conseqüència d’una represàlia contra el seu pare, que tenia iniciades unes disputes judicials amb el Govern Civil per raó d’uns altres afers.

La militància revolucionària de Dalí durant aquesta etapa és irrefutable, tot i anar sempre revestida d’aquella particularitat seva, tan típica. El seu amic de joventut Jaume Miravitlles, qui també fou detingut en aquella ocasió, exposa:

«Para mí, la bandera española era la bandera que siempre había visto al lado de la bandera del absolutismo. Y para manifestar de una manera violenta el odio que nos producía el absolutismo monárquico, encarnado por la bandera que ellos llamaban nacional, [...] el pintor Dalí y yo subíamos al instituto de segunda enseñanza de Figueres y quemábamos la bandera española, que, en aquel momento, para nosotros era la bandera de la Monarquía, del Imperialismo y de los germanófilos; de aquellos que querían ahogar en Europa, las ideas de la Libertad y de la Dignidad ciudadana.»

En l’article anterior, havíem esmentat un episodi de la infància de Dalí en què, segons manifesta aquest, va rebre, de la mà d’un germà marista, una lliçó, en pintura, que l’acompanyaria durant tota la vida. En el transcórrer de la seva adolescència, i a malgrat de trobar-se submergit enmig d’aquest ambient revolucionari, recull en el seu diari unes reflexions que permeten d’entendre com arriba, finalment, a rebutjar la revolució i a abraçar la tradició.  

«Jo feia al meu professor tot de preguntes neguitoses, desesperades. Com barrejar el meu oli i amb què, com obtenir matèria contínua i compacta, quin mètode seguir per obtenir un efecte determinat, etc. El professor em mirava [...] i em responia [...] amb frases buides de tot sentit.

—Amic meu —deia—, cadascú ha de trobar la seva manera; en pintura no hi ha lleis. Interpreti, interpreti-ho tot i pinti exactament el que vegi i, sobretot, posi-hi l’ànima; és el temperament el que compta! [...] Res de regles, res de restriccions. A la meva classe tots els alumnes han de treballar d’acord amb el seu temperament.»

Com de bé s’emmotllen aquestes proclames amb les noves teories que volen sostenir l’educació i omplir el cap dels nostres infants; idees de concepció revolucionària, contràries a la tradició, que avui encara proven d’imposar-se.  No obstant, parem ment a la contesta que ens deixa el geni empordanès:

«Professor de pintura, professor! Que n’eres, de beneit! Quant temps, quantes revolucions, quantes guerres caldrien per a tornar la gent a la suprema veritat reaccionària que el rigor és la condició fonamental de tota jerarquia, i la restricció és el motlle mateix de la forma!»

Malgrat que, en aquest fragment, encara Dalí no es refereix directament a la tradició, nosaltres, que som amics d’ella, ja la podem trobar implícitament. És una sentència que cau com una llosa damunt de tantes cabòries revolucionàries, que encara avui dia volen passar per innovadores i que no suposen res més que la destrucció de l’educació a través de la suspensió de l’autoritat, la negació de la disciplina i l’anorreament del coneixement.

«Els estudiants em consideraven reaccionari, enemic del progrés i la llibertat. Es deien revolucionaris i innovadors perquè de sobte els permetien pintar com volien i perquè acabaven d’eliminar el negre de les seves paletes. [...] Déu meu què estúpida pot ésser la gent!»

En aquests bocins del seu diari, trobem com, molt a poc a poc, encara de jove, Dalí comença a rebutjar frontalment la revolució, que tant sembla que havia abraçat llavors, i passa a fer referències i lloances directes a la tradició.

A continuació, passem a fer exposició d’aquests fragments —que ens semblen molt enlluernadors— en què, resseguint la confecció de la seva postura estètica i filosòfica, mostra, Salvador Dalí, com troba, de la mà de l’art, el valor de la tradició.

En contraposició amb el mestre curt de perícia que els esperonava a seguir-se a si mateixos i a fer de l’art una obra de l’espontaneïtat, rep Dalí, d'un dels seus mestres, una lliçó que sembla fonamental pel seu desvetllament.  

«Tothom es burlava [llavors], d’un vell professor que era l’únic que comprenia a fons el seu ofici i l’únic, a més, que tenia veritable ciència i consciència. Jo mateix m’he dolgut sovint de no haver fet prou atenció als seus consells. [...] El seu nom era José Moreno Carbonero. [...] Corregia el nostre treball amb guants blancs per no empastifar-se les mans. Només havia de donar dos o tres traços amb carbó per arreglar miraculosament un dibuix, una composició. [...] Tots els estudiants esperaven que sortís per esborrar les seves correccions i tornar-ho a refer tot a la seva manera, que era naturalment la del temperament, de la peresa, i la presumpció sense objecte ni glòria, presumpció mediocre, incapaç de baixar al nivell del sentit comú i igualment incapaç d’elevar-se als cims de l’orgull delirant. Estudiants de l’Escola de Belles Arts! Que n’éreu de beneïts!»

La tesi que va desenvolupant el jove Dalí és contrària a la discreció en la producció artística. Considera que la restricció és precisament l’origen de la forma; i, per això, dona la raó al mestre que de petit l’ensenyava a pintar sense sortir del traçat de la línia o al catedràtic d’art que corregia amb gran perícia les seves obres amb el guixar d’un carbonet. Més endavant, quan Dalí es refereix, a les acaballes de la seva tercera dècada, a aquest episodi, veiem com sembla que troba que, aquest plegat de línies que hom ha de respectar, és la pròpia tradició.

«Eugeni d’Ors, una vegada va fer una observació profunda a propòsit d’això: tot el que no és tradició és plagi. Tot el que no és tradició és plagi, repeteix Salvador Dalí.»

Exposa una comparació a mode d’exemple, que ens serveix per a definir encara més el seu pensar; que la creació artística no pot sorgir de l’espontaneïtat, de la revolta respecte el passat, que és precisament la llum sota la qual l’autor ha de fer brillar la seva obra, fent-se senyor de la tradició.

«Rafael, essent encara molt jove, es va trobar, gairebé sense adonar-se’n, assimilant i posseint tota la tradició del seu mestre Perugino: dibuix, clarobscur, matèria, mite, tema, composició, arquitectura; tot això li fou donat. Per tant, fou amo i senyor. Era lliure. Podia treballar dins uns límits tan estrets que hi podia dedicar tota la seva ment. [...] Si creia que el cap de la Mare de Déu havia d’inclinar-se una mica més endavant, que l’ombra de les òrbites dels seus ulls havia de tenir un accent més malenconiós, amb quin luxe, quina intensitat, quina llibertat d’expressió ho podia fer!»

«Qui s’hi oposa del tot és Picasso, tan gran com Rafael, però maleït. Maleït i condemnat al plagi etern; car, havent combatut, romput i esclafat la tradició, la seva obra té la resplendor del llampec i la ira de l’esclau. Com un esclau, és encadenat de mans i peus amb les cadenes dels seus propis invents. Havent-ho reinventat tot, tot el tiranitza.[...] La pobresa de la revolució. Res més cert. Com més s’intenta revolucionar, més es fa el mateix.»


El pensament de Dalí, espremudes aquestes reflexions, és, en primer lloc, que la revolució sempre suposa un esquarterament i que, d’aquesta destrucció no en pot sorgir una obra de valor. Alhora, considera que l’operació artística que fa l’autor nu, desposseït de l’herència de la tradició —sovint per causa d’una febre orgullosa—, és raquítica i condemnada a ser, pràcticament, com una fotografia, una obra deslligada de la inspiració de l’ànima, reduïda al càlcul inconscient dels mecanismes de l’andròmina.

L’artista de la tradició és lliure perquè ell disposa de les eines de la creació, ell, essent l’hereu, es fa propietari de la tradició, del germen de l’art; és qui es pot servir del pinzell per a donar naixement a les obres de la seva concepció. En canvi, el qui rebutja aquesta, en nom d’una suposada llibertat, es veurà obligat a calcar les solucions de la seva modesta genialitat, perquè es troba sense eines, i, tot i que sigui un geni i en pugui confeccionar, sempre en tindrà de menys i quedarà constret per aquestes, sense poder-se moure amb llibertat, reduint-se el seu ésser al d’un trist esclau que viu sota condemna de servir la seva imaginació.

L’assassí de la tradició serà un esclau del seu magí perquè, si no es reafirma en ell, es nega a si mateix i s’esvaeix la seva causa, desapareixent en el no-res, com les obres de tants de moderns, que anèmiques i desgraciades, agafen pols en les galeries on fan col·lecció les obres dels pretensiosos de la vanitat.   

Volent ésser lliure, els pintors que rebutgen la tradició, que la volen esfondrar, segons Dalí, es perden perquè, volent-se passar de la línia, no troben frontera i, sense restricció, no hi ha forma, no hi ha obra.

«La tradición es la única base sobre la cual uno puede erguirse como genio.»


Pere Pau
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)



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(Traducción al castellano:)

Salvador Dalí, la fe i la tradición (IV)


«La tradición es la única base sobre la cual uno puede erguirse como genio.»



El joven Salvador Dalí tardó muy poco en destacar dentro del ambiente de su Figueras natal y, mientras continuaba su formación artística, se sucedieron sus primeras exposiciones y publicaciones artísticas.

En el año 1922, se traslada a Madrid para continuar sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes, distinguiéndose rápidamente en el ambiente de la Residencia de Estudiantes de Madrid. De esta etapa se debe subrayar su detención y su estancia en prisión durante un par de docenas de días, en 1924, hasta ser liberado por el mismo tribunal militar que lo tenía que juzgar a causa de delitos contra la seguridad y unidad de la patria. La causa de su detención, a pesar de que se enmarca en las protestas contra la visita de Alfonso XIII, no es clara y, seguramente, fue consecuencia de una represalia contra su padre, que tenía iniciadas unas disputas judiciales con el Gobierno Civil por razón de otros asuntos.

La militancia revolucionaria de Dalí durante esta etapa es irrefutable, a pesar de ir siempre revestida de aquella particularidad suya, tan típica. Su amigo de juventud Jaume Miravitlles, quien también fue detenido en aquella ocasión, expone:

«Para mí, la bandera española era la bandera que siempre había visto al lado de la bandera del absolutismo. Y para manifestar de una manera violenta el odio que nos producía el absolutismo monárquico, encarnado por la bandera que ellos llamaban nacional, [...] el pintor Dalí y yo subíamos al instituto de segunda enseñanza de Figueras y quemábamos la bandera española, que, en aquel momento, para nosotros era la bandera de la Monarquía, del Imperialismo y de los germanófilos; de aquellos que querían ahogar en Europa, las ideas de la Libertad y de la Dignidad ciudadana.»

En el artículo anterior, habíamos mencionado un episodio de la infancia de Dalí en el cual, según manifiesta éste, recibió, de la mano de un hermano marista, una lección, en pintura, que lo acompañaría durante toda la vida. En el transcurrir de su adolescencia, y a pesar de encontrarse sumergido en medio de este ambiente revolucionario, hace compilación de unas reflexiones, en su diario, que permiten entender cómo llega, finalmente, a rechazar la revolución y a abrazar la tradición.

«Yo planteaba a mi profesor todo de preguntas inquietas, desesperadas. Cómo mezclar mis óleos y con qué, cómo obtener materia continua y compacta, qué método seguir para obtener un efecto determinado, etc. El profesor me miraba [...] y me respondía [...] con frases vacías de todo sentido.

—Amigo mío —decía—, cada cual tiene que encontrar su manera; en pintura no hay leyes. Interprete, interprételo todo y pinte exactamente lo que vea y, sobre todo, ponga el alma; ¡es el temperamento lo que cuenta! [...] Nada de reglas, nada de restricciones. En mi clase, todos los alumnos tienen que trabajar de acuerdo con su temperamento.»

Qué bien se amoldan estas proclamas con las nuevas teorías que quieren sostener en la educación y llenar la cabeza de nuestros niños; ideas de concepción revolucionaria, contrarias a la tradición, que hoy todavía tratan de imponerse. No obstante, pongemos atención a la respuesta que nos deja el genio ampurdanés:

«¡Profesor de pintura, profesor! ¡Qué llegas a ser de bobalicón! ¡Cuánto tiempo, cuántas revoluciones, cuántas guerras harían falta para volver a la gente a la suprema verdad reaccionaria que el rigor es la condición fundamental de toda jerarquía, y la restricción es el molde mismo de la forma!»

A pesar de que, en este fragmento, todavía Dalí no se refiere directamente a la tradición, nosotros, que somos amigos de ella, ya la podemos encontrar implícitamente. Es una sentencia que cae como una losa encima de tantos quebraderos de cabeza revolucionarios, que todavía hoy quieren pasar por innovadores y que no suponen nada más que la destrucción de la educación a través de la suspensión de la autoridad, la negación de la disciplina y el aniquilamiento del conocimiento.

«Los estudiantes me consideraban reaccionario, enemigo del progreso y la libertad. Se decían revolucionarios e innovadores porque de repente les permitían pintar como querían y porque acababan de eliminar el negro de sus paletas. [...] ¡Dios mío qué estúpida puede ser la gente!»

En estos fragmentos de su diario, encontramos cómo, poco a poco, un joven Dalí empieza a rechazar frontalmente la revolución, que tanto parece que había abrazado hasta entonces entonces, y pasa a hacer referencias y alabanzas directas a la tradición.

A continuación, exponemos estos fragmentos —que nos parecen muy ilustradores— donde, siguiendo la confección de su postura estética y filosófica, muestra, Salvador Dalí, cómo encuentra, de la mano del arte, el valor de la tradición.

En contraposición con el maestro corto de pericia que los espoleaba a seguirse a sí mismo y a hacer del arte una obra de la espontaneidad, encuentra Dalí, en uno de sus maestros, una lección que parece fundamental para su desvelo.

«Todo el mundo se burlaba [entonces], de un viejo profesor que era el único que comprendía a fondo su oficio y el único, además, que tenía verdadera ciencia y conciencia. Yo mismo me he dolido a menudo de no haber prestado suficiente atención a sus consejos. [...] Su nombre era José Moreno Carbonero. [...] Corregía nuestro trabajo con guantes blancos para no embadurnarse las manos. Solo tenía que dar dos o tres trazos con carbón para arreglar milagrosamente un dibujo, una composición. [...] Todos los estudiantes esperaban que saliera para borrar sus correcciones y volverlo a rehacer todo a su manera, que era naturalmente la del temperamento, de la pereza, y la presunción sin objeto ni gloria, presunción mediocre, incapaz de bajar al nivel del sentido común e igualmente incapaz de elevarse a las cumbres del orgullo delirante. ¡Estudiantes de la Escuela de Bellas artes! ¡Qué tontos llegabais a ser!»

La tesis que va desarrollando el joven Dalí es contraria a la discreción en la producción artística. Considera que la restricción es precisamente el origen de la forma; y, por eso, da la razón al maestro que, de pequeño, le enseñaba a pintar sin salirse del trazo de la línea, o al catedrático de arte que corregía con gran pericia sus obras con el garabato de un carboncillo. Más adelante, cuando Dalí se refiere, en las postrimerías de su tercera década, a este episodio, vemos cómo parece que considera que, este puñado de líneas a respetar, es la propia tradición.

«Eugeni d’Ors, una vez hizo una observación profunda a propósito de esto: todo lo que no es tradición es plagio. Todo lo que no es tradición es plagio, repite Salvador Dalí.»

Expone una comparación a modo de ejemplo, que nos sirve para desarrollar todavía más su pensar; que la creación artística no puede surgir de la espontaneidad, de la revuelta frente al pasado, que es precisamente la luz bajo la cual el autor tiene que hacer brillar su obra, haciéndose señor de la tradición.

«Rafael, siendo todavía muy joven, se encontró, casi sin darse cuenta, asimilando y poseyendo toda la tradición de su maestro Perugino: dibujo, claroscuro, materia, mito, tema, composición, arquitectura; todo esto le fue dado. Por lo tanto, fue amo y señor. Era libre. Podía trabajar dentro de unos límites tan estrechos que podía dedicar toda su mente. [...] Si creía que el jefe de la Virgen María tenía que inclinarse algo más adelante, que la sombra de las órbitas de sus ojos debía tener un acento más melancólico, ¡con qué lujo, qué intensidad, con qué libertad de expresión lo podía hacer!»

«Quien se opone a todo esto es Picasso, tan grande como Rafael, pero maldito. Maldito y condenado al plagio eterno; puesto que, habiendo combatido, roturado y aplastado la tradición, su obra tiene el resplandor del relámpago y la ira del esclavo. Como un esclavo, es encadenado de manos y pies con las cadenas de sus propios inventos. Habiéndolo reinventado todo, todo lo tiraniza. [...] La pobreza de la revolución. Nada más cierto. Cuanto más se intenta revolucionar, más se hace el mismo.»

El pensamiento de Dalí, exprimidas estas reflexiones, es, en primer lugar, que la revolución siempre supone un descuartizamiento y que, de esta destrucción no puede surgir una obra de valor. A la vez, considera que la operación artística que hace el autor desnudo, desvestido de la herencia de la tradición, a menudo por causa de una fiebre orgullosa, es raquítica y condenada a ser, prácticamente, como una fotografía, una obra desligada de la inspiración del alma, reducida al cálculo inconsciente de los mecanismos de un trasto.

El artista de la tradición es libre porque él dispone de las herramientas de la creación, él, siendo el heredero, se hace propietario de la tradición, del germen del arte; es quien se puede servir del pincel para dar nacimiento a las obras de su concepción. En cambio, quien rechaza ésta, en nombre de una supuesta libertad, se verá obligado a calcar las soluciones de su modesta genialidad, porque se encuentra sin herramientas, y, a pesar de que sea un genio y pueda confeccionar, siempre tendrá de menos y quedará constreñido por estas, sin poderse mover con libertad, reduciéndose su ser al de un triste esclavo que vive bajo condena de servir a su imaginación.

El asesino de la tradición será un esclavo de su magín, porque si no se reafirma en él, se niega a sí mismo y se desvanece su causa, desapareciendo en la nada, como las obras de tantos modernos, que anémicas y desgraciadas, cogen polvo en las galerías donde hacen colección de ellas los pretenciosos de la vanidad.

Queriendo ser libres, los pintores que rechazan la tradición, que la quieren derrumbar, según Dalí, se pierden porque, queriéndose pasar de la línea, no encuentran frontera y, sin restricción, no hay forma, no hay obra.

«La tradición es la única base sobre la cual uno puede erguirse como genio.»

Pere Pau
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)



dimecres, 22 de maig del 2024

Los obispos europeos y el envenenamiento pérfido de la mentalidad

Iglesia en Dublín (Irlanda) transformada en «pub».

 

Los obispos europeos y el envenenamiento pérfido de la mentalidad



Los obispos de la COMECE, como quinta columna de la Revolución, animan a los jóvenes a votar para defender el «proyecto europeo», proyecto que conduce a Europa a la apostasía, la islamización, la ideología de género y la ruina material y moral.




«Existe un mal peor y más mortífero que la persecución: es el envenenamiento pérfido de la mentalidad», nos enseñó San Cipriano.

Un nuevo episodio de ese envenenamiento pérfido ha sido esparcido en marzo de este año por parte de los Obispos de la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE) los cuales, ante las «elecciones» al Parlamento Europeo del próximo mes de junio, han evacuado dos documentos ponzoñosos donde animan a los jóvenes a votar «para contribuir al proyecto europeo que es su futuro».

Así, los Obispos de la COMECE invitan a «votar por personas y partidos que apoyen claramente el proyecto europeo y que creemos razonablemente que promoverán nuestros valores y nuestra idea de Europa, como el respeto y la promoción de la dignidad de cada persona humana, la solidaridad, la igualdad, la familia y el carácter sagrado de la vida, la democracia, la libertad, la subsidiariedad, la salvaguardia de nuestra Casa común».

Bousset señalaba en la Iglesia dos clases de persecuciones: «La primera tiene sus comienzos bajo el Imperio romano, en la que la violencia prevaleció; la segunda, al fin de los siglos, será el reinado de la seducción». Seducción que hoy intentan ejercer los propios obispos europeos al ganar almas no para Dios sino para el «proyecto europeo» impío, disfrazado de palabras huecas y de «valores cristianos», valores cambiantes como en la Bolsa de Acciones. Esto resulta ser un error abominable, pues —parafraseando a Blanc de Saint-Bonnet— se atribuye a Dios el fruto de la perversión de los hombres y, a los hombres perversos, los frutos que nos vienen de Dios.

Recordemos —a modo de ejemplo de esa «democracia»— que la Unión Europea tiene la intención de declarar el aborto como «derecho fundamental» a imitación de la ley inicua ya perpetrada recientemente en Francia por Macron. Ésa es la «democracia» que defienden los obispos de la COMECE.

Miguel Ayuso distingue dos acepciones de democracia: como simple sistema de elección de gobernantes y como ideología que fundamenta el poder y la verdad. Ésta última sería la aberración moderna que ha engullido a la primera y, a partir de ahora, estaría «canonizada» por los obispos europeos.

La Europa actual ha apostatado de Cristo; convierte sus Iglesias en bares musicales y gimnasios; olvida el fin trascendente del hombre y el fin último de la sociedad; promueve sin control la inmigración islámica y su natalidad en Europa al tiempo que fomenta el aborto entre las mujeres europeas; arruina a los agricultores europeos; impone la ideología de género, la LGTBI y la feminista… En esta Europa postmoderna y anticristiana, los obispos europeos defienden públicamente ese «proyecto europeo» envilecido, satánico, y envenenan la mentalidad de los fieles para que lo acepten, lo defiendan y participen en ese sistema mediante la ficción de su voto.

Así, los obispos de la COMECE actúan como la «quinta columna de la Revolución» —que diría Jean Ousset— y ejercen como funcionarios de la podrida Unión Europea, como sirvientes de la Logia y de la Sinagoga (valga la redundancia), seduciendo a los fieles con su veneno pérfido para que participen, con la ficción de su voto, en la construcción de la nueva sociedad anticristiana, edificada sobre el cadáver de la antigua Cristiandad y escupiendo sobre los huesos de los Santos de la Iglesia.

Josep de Losports
Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau (Barcelona)

 

 

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divendres, 17 de maig del 2024

Del troquelar los sexos


 

 Del troquelar los sexos


La ley se propone que los propios individuos se erijan en una autonomía praetersocial, que en realidad se pretende praetermundana, sin sujeciones



El pasado año vimos nacer la Ley 4/2023: «para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI».
(1)  En otro lugar y con mayor extensión,(2) hemos tendido a esta ley como un «intento de realización de la reproducción social autónoma».


El trocar de los sexos, en realidad, no es un tema nuevo. Y no nos referimos aquí al travestismo o a la castración; que también. Este fue tema de interés para nuestros autores renacentistas,
(3) tales como el padre fray Antonio de la Peña en su El ente dilucidado. Discurso único novíssimo que muestra ay en naturaleza Animal irracionales invisibles (1676),(4) o el aún más célebre inquisidor general Antonio de Torquemada, quien dedicara el final del primer diálogo en su Jardín de flores curiosas (1573) al cambio de sexo.(5)


No obstante, el marco en el que se da esta ley ya no es el de los entes fantásticos, los reinos mágicos, la fisonómica o la teratología. Se da en otro ente, en más de las ocasiones tan o más fantasiosos: el Estado de Derecho, sustentado por la partitocracia. Así, la propuesta nace de la pléyade de nuestros mejores políticos de la democracia de partidos: Joan Baldoví (Bloc Nacionalista Valencià), Pedro Quevedo (Coalición Canaria), Gabriel Rufián (ERC), Miriam Noguera (JxC), Mireia Vehí (CUP) e Iñigo Errejón (Mas País); entre los pequeños nacionalismos regionales españoles —europeístas los más de ellos— y una izquierda de corte globalista-humanista (Erreguiel; 2020).
(6) Y conste, globalistas se declaran ellos mismos pues reconocen como impulsores previos la Organización de Naciones Unidas, así como tanto al Consejo de Europa como la propia Unión Europea. Por otro lado, las estructuras autonómicas ya habían facilitado que la burocracia reconociera estas «transidentificaciones». Pero no hay nada de lo que sorprenderse, el Estado de Derecho lo es en base la soberanía nacional según las voces actuales… y no tan actuales:

«Como cada súbdito es, en virtud de esa institución, autor de todos los actos y juicios del soberano instituido, resulta que cualquier cosa que el soberano haga no puede constituir injuria para ninguno de sus súbditos, ni debe ser acusado de injusticia por ninguno de ellos. En efecto, quien hace una cosa por autorización de otro, no comete injuria alguna contra aquel por cuya autorización actúa». (Hobbes)(7)


Una vida sujeta a estructuras sociales más largas que un día sin pan. No obstante, las propuestas de ley, y en sí la ley, se proponen que los propios individuos —ya no hay personas, recordemos con o sin llantos— se erijan en una autonomía praetersocial —que en realidad se pretende praetermundana— sin sujeciones ya: nada te turbe, sólo la identidad basta. Ni psicólogos, ni médicos, ni padres. Como mucho algún letrado y para decirle a la persona autoidentificada como hembra progenitora —conocida por el populacho iletrado como Madre— que puede perder la custodia si se niega a ceder ante la identidad de su… ¿cohabitante?


Aun con las bellas afirmaciones de autoras como Elisabeth Duval,
(8) ya ni los propios defensores de la «historia trans» se atreven a negar su origines eugenésicos, herederos de una antropología progresista del XIX que ha dado paso a algunas de las más graves ofensas a Dios. De esto, Dios mediante, tendremos tiempo para hablar. De momento nos toca ver, oír y no callar.



«Está bien que todo me sea lícito. Mas no todo es de edificación».
—1ª de corintios 10,23(9)


Artur J. Llinares
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)



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Notas:

 

(1) https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2023-5366 ; para la proposición de ley: «https://www.congreso.es/public_oficiales/L14/CONG/BOCG/B/BOCG-14-B-156-1.PDF»

 

(2) Véase una reflexión extensa y comentario mas pormenorizado de la propuesta de ley en el blog del autor: «https://arturllp.blogspot.com/2021/12/ley-trans-intento-de-realizacion-de-la.html»

 

(3) Véase Julio Caro Baroja (1993). Jardín de flores raras. Barcelona: Círculo de lectores. Pp.: 110 y 131.

 

(4) Puede consultarse en Google Books; así mismo descargarse un archivo en: «https://uvadoc.uva.es/handle/10324/61924». Existe una reciente edición a fecha de 2007 a cargo de la Diputación Provincial de Zamora y el Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo».

 

(5)  Caro Baroja cita la de 1955 a cargo de la Real Academia Española; mas se encuentra próxima en esa fecha la edición de la Sociedad de Bibliófilos Españoles (1943). En tiempos recientes, en el año 2000 se editó en la reconocida Clásicos Catalia; y aun en más recientes tenemos la Biblioteca Castro la incluyó en el tomo dedicado al inquisidor. En acceso abierto hay que citar la edición de la revista Lemir (Nº 16: 605-834), cuyo trabajo queremos recocer aquí públicamente: «https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4613360».

 

(6) ERRIGUEL, A. (2020). Pensar lo que más les duele. Ensayos metapolíticos. Madrid: Homo Legens.

 

(7) Disculpará el lector que deba citar de segunda mano a Hobbes, mas no voy a negar la escasez de espacio en mis anaqueles para él. STRAEHLE, Edgar (2021). «Authoritas, non veritas, facit legem: en torno al surgimiento del moderno concepto de soberanía». En: Cortes et al (coords.). Ciencia, técnica y tecnología en la historia. Salamanca: Ed. Universidad de Salamanca. Pp.: 165-180.

 

(8) Elizaveth Duval (2020, 64): «[…] encontrar no es elegir. El encuentro de una identidad no es una elección». Después de lo trans: Sexo y género entre la izquierda y lo identitario. Valencia: La caja Books.

 

(9) Ed. de Félix Torres Amat.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Artur J. Llinares
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)