Se ha celebrado recientemente, el pasado sábado 14 de diciembre, en la Ciudad Condal una nueva sesión del Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau en la que hemos tenido el honor de dar la bienvenida a nuevos miembros, carlistas de antigua progenie, cuya firmeza en la defensa de los principios de la Causa (y, nótese bien, decimos principios, que no valores) ha resultado un ejemplo edificante para todos los asistentes.
La reunión transcurrió en medio de una gran amenidad y con gran interés de los participantes. Se presentó el círculo a los nuevos asistentes, se les expuso la historia reciente del Carlismo, a fin de poner de manifiesto la gran firmeza de S.A.R. Don Sixto Enrique, el Abanderado de la Tradición, en la defensa de la Causa y sin cuyo mando muy aciaga sería la suerte de los combatientes por Dios, la Patria y el Rey en la hora presente. Quedó clara también la necesidad imperiosa de la Comunión Tradicionalista en el día de hoy, así como la de su labor que para la difusión de la tradición realiza día a día.
A continuación se trató de las distintas acciones que resultaría factible llevar a cabo en los próximos meses para la difusión del pensamiento tradicional, elemento indispensable al que es preciso atender indefectiblemente, pues, antes de aprestar a los carlistas para el combate, ya sea en la paz ya sea en la guerra, ha de haber carlistas bien dispuestos. De todo ello se darán más noticias en las próximas sesiones. Por ahora se puede dar por emprendida una modesta labor editorial a fin de poner al alcance del gran público los libros indispensables para el conocimiento del Carlismo.
Finalmente, no quisiéramos terminar sin antes someter a la consideración de los lectores un breve pasaje de Balmes, tomado del capítulo XXX de El Protestantismo comparado con el Catolicismo, en donde se contienen observaciones sobremanera atinadas acerca de la necesidad de las instituciones y la fidelidad a ellas para la defensa fe, que muy bien pueden aplicarse al caso que nos ocupa, esto es, la Comunión Tradicionalista.
Conviene observar que por más poderosa que sea la fuerza de las ideas, tienen sin embargo una existencia precaria hasta que han llegado a realizarse, haciéndose sensibles, por decirlo así, en alguna institución, que al paso que reciba de ellas la vida y la dirección de su movimiento, les sirva á su vez de resguardo contra los ataques de otras ideas o intereses. El hombre está formado de cuerpo y alma, el mundo entero es un complexo de seres espirituales y corporales, un conjunto de relaciones morales y físicas; y así es que una idea , aun la mas grande y elevada, si no tiene una expresión sensible, un órgano por donde pueda hacerse oír y respetar, comienza por ser olvidada, queda confundida y ahogada en medio del mundo, y al cabo viene a desaparecer del todo. Por esta causa, toda idea que quiere obrar sobre la sociedad, que pretende asegurarse un porvenir, tiende por necesidad á crear una institución que la represente, que sea su personificación: no se contenta con dirigirse á los entendimientos descendiendo así al terreno de la práctica solo por medios indirectos, sino que se empeña además en pedir a la materia sus formas, para estar de bulto a los ojos de la humanidad.
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