Cartel blasfemo del carnaval en Terrassa
Estos sujetos pretenden dárselas de «antisistema» y «oprimidos», siendo ellos la misma corte del Faraón, y para ello utilizan la táctica de manipulación psicopática muy habitual hoy en política de invertir la realidad y presentar al agredido como agresor y a ellos mismos, el victimario, como víctima.
Me llega el nuevo cartel del Carnaval, «Carnestoltes», de Terrassa, en el que se presenta a un obispo de espaldas, a cuatro patas y con tacones, cuando tenemos todavía reciente la burla al Sagrado Corazón durante las campanadas de fin de año en Televisión Espantosa, la mofa contra Dios y la Iglesia en el festival de los Globos de Oro, o la Última Cena blasfema en los Juegos Olímpicos de París, etc... Algo que parece que ya es una moda, como el Tik Tok, el reaggaeton o el vestir mal.
Resulta curioso cómo parece no importarles a estos politicastros (en este caso del PSC, aunque tanto da) el respeto al número no pequeño de católicos practicantes que hay entre sus gobernados. Estos déspotas se creen faraones o césares y desprecian a sus súbditos, se dedican a vender el bulo de dictaduras fantasmagóricas y contubernios eclesio-autoritarios en la sombra todavía más imaginarios en los cuales la Iglesia haría y desharía todo tipo de juegos de poder con los grandes políticos y personajes siniestros de la élite mundial... La misma élite mundial a la cual el PSOE y todo el Régimen del 78 llevan sirviendo durante los últimos casi 50 años en la tozuda realidad objetiva, y que si por algo se caracteriza es por su atávico y visceral anticristianismo que han convertido en una moda, especialmente desde los años 60. Son justamente esos poderes los que han convertido en socialmente aceptable los ataques a lo más sagrado. En cualquier sociedad sana no serían tolerados sin serias consecuencias legales (no pongo límite) para los perpetradores, pues en ello, aparte de ofender a Dios, se ofende a los fieles y se ataca al corazón de la cohesión social de la comunidad política y esencia misma de una nación como España, con lo cual se trataría de algo más bien cercano al terrorismo.
Es muy fácil nadar a favor de la corriente, ya se ha dicho hasta la saciedad que estos valientes y «adalides de la libertad» son muy osados cuando cuentan con el erario público y se saben legalmente impunes de facto para atacar a grupos ya habitualmente lapidados por el mundo, pero no muestran la misma osadía cuando se pueden prever consecuencias, por lo cual no se les va a ver en Arabia Saudí o Chechenia mofándose de Mahoma, ni en la China comunista atacando al líder del partido único. Su actitud es la de los niños de los colegios que, cuando hay un caso de acoso, se suman por inercia al matón para alimentar todavía más esa dinámica, para desgracia de la víctima.
En el contexto de la España del año 2025, arrasada por 50 años de masonería, de liberalismo diestro y siniestro, de una Constitución calculadamente atea, del Régimen del 78 —en el cual el anticristianismo es política de estado y el gobierno profana tumbas en templos católicos, se blasfema en la principal televisión pública en horario de máxima audiencia, o se alzan públicamente y con la máxima solemnidad banderas sodomitas—, en ese contexto tan concreto, el diseñar un cartel blasfemo y ofensivo hacia el catolicismo tiene el grado de transgresión y valentía que podía tener el destrozar la tienda de una familia del ghetto judío de turno en la Alemania de los años 30, o echar a un negro del bus en la Alabama de los años 50, o disparar contra un bloque de viviendas palestino con niños, mujeres y ancianos desde un tanque en la Gaza actual.
El «hecho diferencial» es que estos sujetos pretenden dárselas de «antisistema» y «oprimidos», siendo ellos la misma corte del Faraón, y para ello utilizan la táctica de manipulación psicopática muy habitual hoy en política de invertir la realidad y presentar al agredido como agresor y a ellos mismos, el victimario, como víctima; pues el mal, si por algo se caracteriza, es por mentir, tergiversar y no ir de cara.
Parte de la tribulación y la persecución es la burla, y todos se crecen con aquél en horas bajas que ha tocado fondo, todos se animan a «hacer leña del árbol caído», y por experiencia muchos sabemos que soportar la burla, sobretodo si es grupal, puede resultar más penoso que las mismas golpizas. Cristo no escatimó su ejemplo a la hora de sufrir esas situaciones durante su Pasión.
La Iglesia, como cuerpo místico de Cristo, está destinada a pasar por lo mismo que Él pasó. Lo que hacen todos estos pobres diablos e ignorantes que se apuntan al carro de lo fácil para ganar notoriedad y simpatía entre los poderosos atacando a Dios, a la Iglesia y a los católicos, no es sino ser los actuales «amigos del César», los sucesores de quienes se rieron de Cristo en su momento más difícil; los del Sanedrín que le escupen y abofetean diciéndole «¡adivina quién te pegó!»; los soldados que le coronan de espinas y golpean con una caña burlándose «Salve, rey de los Judíos»; los que pasan por allí y en su agonía en la Cruz le espetan «tú que destruías el Templo y lo reedificabas en tres días, sálvate a ti mismo! Si eres hijo de Dios, ¡baja de la Cruz!»; el mal ladrón que estando él mismo en el suplicio se envalentona diciendo «ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo; si es Rey de Israel, ¡que baje de la Cruz y creeremos en él!»; escribas y fariseos «ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo ¡el Mesías, el Rey de Israel!; que baje ahora de la cruz para que veamos y creamos»; y también a los de «deja, a ver si viene Elías a salvarlo».
Pero hay para todos ellos —seguros de su poder temporal— una terrible noticia que ni en sus peores pesadillas podrían concebir: que al final Cristo vence y, al igual que la Iglesia tiene que pasar por la misma Pasión, también al final resucitará y participará de su triunfo. Y sus escarnecedores, al igual que sus predecesores que se «cayeron de culo» al suceder la Resurrección —con todo lo que la rodeó—, también van a participar de la misma derrota y humillación final, y dirán a las montañas «caed sobre nosotros» y a los collados «sepultadnos». El Dios lento para el castigo y rico en misericordia quiera que antes se arrepientan y pasen, de ser sucesores del Saulo Fariseo, que perseguía a muerte a la Iglesia de Cristo, a ser émulos del Apóstol San Pablo, que da su vida por Ella.
Lo requetè Francesch Antòniu, Círcol Tradicionalista de Barcelona Ramon Parés y Vilasau.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
Nota: Només un membre d'aquest blog pot publicar entrades.