dijous, 11 de desembre del 2025

La peste porcina africana como ejemplo de la crisis liberal

 

La peste porcina africana como ejemplo de la crisis liberal



La declaración de emergencia sanitaria por la Peste Porcina Africana (PPA) el 9 de diciembre de 2025 en Cataluña trasciende el ámbito veterinario: es un ejemplo de las contradicciones del régimen liberal, tanto en su versión centralista como en su derivación nacionalista-autonómica. Más concretamente, este episodio revela el fracaso de tres pilares del orden revolucionario liberal: la soberanía nacional abstracta, el centralismo administrativo, y la economía liberal desarraigada.

Crítica a la concepción liberal de la soberanía


La respuesta del Govern ha sido normativista, abstracta y despersonalizada. Ha dictado leyes y restricciones que proceden verticalmente de la Administración, ignorando las costumbres y la prudencia práctica de las comunidades afectadas. Así, se aplica el mismo protocolo a la macro-explotación industrial que a la granja familiar, violando el principio de justicia conmutativa. Y es que la «Cataluña» a la que protegen estas normas es una entidad jurídico-administrativa, no la red orgánica de personas, familias y corporaciones (gremios, cofradías, municipios) que constituyen la nación real.

Contraste carlista: En cambio, el carlismo propone considerar en los cuerpos intermedios naturales. Así, la competencia sanitaria animal debería residir primariamente en Juntas de Sanidad Locales de composición mixta (autoridad municipal, veterinarios prácticos, representantes gremiales), sometidas sólo a principios generales de salus populi desde instancias superiores (Reino, Corona). La eficacia nace del conocimiento directo y la responsabilidad vecinal, no de la planificación burocrática.

Crisis de la Autonomía


El Estatuto de Autonomía del Régimen del 78, lejos de realizar el ideal foral, ha creado un mini-Estado centralista que reproduce los vicios liberales «de Madrid» a escala reducida. La crisis de la PPA demuestra que el autonomismo es centralismo de segundo grado: La gestión se ha centralizado en «Barcelona», repitiendo el error que el foralismo históricamente combatió: la sustitución de la libertad concreta por la administración lejana. Los payeses de Segrià están hoy tan lejos de los consellers barceloneses como lo estaban de los ministros madrileños.

Contraste carlista: La verdadera autonomía es la foral. Es decir, el reconocimiento de la personalidad histórica y jurídica de cada Reino o territorio, con sus propias leyes, instituciones y competencias originarias, no transferidas por un Estado.

Crítica del modelo económico


La rápida propagación del virus tiene una causa estructural: el modelo de macro-explotación porcina intensiva, promovido por el capitalismo agrario y subvencionado por políticas comunitarias. Este modelo:

    1.    Rompe el vínculo tierra-animal-hombre, concentrando miles de cabezas en espacios reducidos, facilitando la propagación de patógenos.

 

    2.    Destruye la pequeña propiedad familiar y la ganadería de traspatio, pilares de la sociedad orgánica y garantes de la diversidad genética y la resiliencia sanitaria.

 

    3.    Convierte al campesino en empresario agroindustrial, sujeto a los vaivenes de un mercado global que hoy, con la prohibición de exportaciones, lo aniquila.



Contraste carlista: Frente a esto, el carlismo defiende la propiedad privada familiar ligada a la función social, el uso frugal de los recursos y la preeminencia del mercado local sobre el global. La crisis sanitaria es, en el fondo, una crisis del orden económico anti-natural. La solución no pasa sólo por controles, sino por un retorno a una economía agraria distribuida y a escala humana, protegida por aranceles comunitarios y regulada por gremios modernos que fijen estándares de calidad y densidad ganadera sostenibles.

Hacia una restauración orgánica


La Peste Porcina Africana evidencia que los sistemas basados en la soberanía de la voluntad individual o nacional abstracta terminan generando administraciones ineficaces, ideologizadas y alejadas de la realidad social concreta.

El carlismo, como doctrina restauradora del orden natural cristiano, propone un camino distinto:

    1.    Restitución de la soberanía social a los cuerpos intermedios naturales: familia, municipio, gremio, región histórica.


    2.    Gobierno prudencial ejercido por autoridades surgidas de (y vinculadas a) esas comunidades, no por una clase política profesional.


    3.    Economía al servicio del hombre, basada en la propiedad familiar y la cooperación corporativa, no en la especulación capitalista o la planificación estatal.



Solamente un orden político que reconozca la naturaleza social y comunitaria del hombre, y que estructure el poder de acuerdo con el principio de subsidiariedad, podrá gestionar crisis como la actual con eficacia, justicia y respeto a la dignidad de las personas y las comunidades que, hoy, sufren en silencio el fracaso de la modernidad.

Josep de Losports, Cercle Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau

dimecres, 10 de desembre del 2025

La Generalidad declara el estado de emergencia por la peste porcina africana en Cataluña

 

La Generalidad declara el estado de emergencia por la peste porcina africana en Cataluña



Se crea una linea de Ayudas de 10 millones de euros, ampliable a otros 10, y se incluyen a las empresas afectadas por la Peste Porcina como posibles beneficiarias de préstamos del Institut Català de Finances




Barcelona (Agencia FARO).— Este martes, 9 de diciembre, el Desgobierno de Cataluña ha aprobado una serie de medidas de actuación inmediata para hacer frente al impacto económico y sanitario derivado de la Declaración oficial de la peste porcina africana (PPA) en Cataluña, Declaración que fue emitida el pasado 29 de noviembre. Además, este martes se ha declarado también la emergencia para todas las actuaciones destinadas a contener, prevenir y paliar los efectos y contagios de esta enfermedad.

La Peste Porcina Africana es una enfermedad vírica hemorrágica que afecta exclusivamente a cerdos domésticos y jabalíes. No es transmisible a humanos ni a otras especies, pero es altamente contagiosa entre la población porcina y provoca una elevada mortalidad. No existe vacuna ni tratamiento.

Se detectó a finales de noviembre entre jabalíes salvajes del Parque Natural de la Sierra de Collserola, específicamente en el sector ubicado en el municipio de Cerdanyola del Vallés.

Además de su gravedad animal, el impacto de la PPA es especialmente grave por las importantes pérdidas económicas que puede generar, tanto por la mortalidad de los animales como por las afectaciones al comercio porcino.

Para paliar este aspecto económico, se han tomado las medidas de este martes 9 de diciembre, que se concretan en la emisión de una línea de ayudas y subvenciones de 10 millones de euros, ampliable con 10 millones más, para mitigar el impacto económico que pueda provocar la enfermedad en los ganaderos. También se amplía la línea de préstamos del Instituto Catalán de Finanzas, destinada a empresas y entidades afectadas por emergencias climáticas, para incluir como posibles beneficiarios emprendidas afectadas por la PPA. Además de estas medidas económicas directas, se ha declarado la  emergencia en determinadas actuaciones de contratación pública, de acuerdo con el que prevé la Ley de contratos del sector público.

Por otro lado, se han aumentado y fortalecido las medidas de control, prevención y bioseguridad para evitar su propagación, que fueron tomadas el pasado 29 de noviembre.

Así, las medidas reforzadas el 9 de diciembre dictan lo siguiente:

Se establece una zona de contención conformada por la zona infectada de alto riesgo (un radio de 6 km. en torno a la zona donde se han confirmado los casos positivos) y la zona infectada de bajo riesgo (a partir del límite de la zona infectada de alto riesgo hasta 20 km.).

La primera zona incluye los 12 municipios siguientes: Badía del Vallés, Barberá del Vallés, Cerdanyola del Vallés, Montcada i Reixac, Polinyà, Ripollet, Rubí, Sabadell, San Cugat del Vallés, San Quirze del Vallés, Santa Perpetua de Mogoda y Terrassa.

La segunda zona incluye 79 municipios de las comarcas de Alt Penedès, L’Anoia, Bages, Baix Llobregat, Barcelonés, Maresme, Vallès Occidental, y Vallès Oriental.

Se prohibe el acceso a la totalidad del Parque Natural de Collserola, Sant Llorenç de Munt i l’Obac, Cordillera de Marina, Parque Fluvial del Besòs, Cordillera Litoral, San Miguel del Fai. Zonas boscosas. Cauces de ríos y rieras. Prados. Campos de cultivo. Parques y caminos fuera del casco urbano. 

Esta prohibición no afecta al acceso a las viviendas, las actividades económicas en espacios cerrados ni a la restauración e instalaciones deportivas.

Se establecen otras medidas y restricciones:
    • Extremar las medidas de bioseguridad en las granjas.
   • No está permitido cazar (excepto la actividad necesaria para contener la enfermedad).
    • Los rebaños no pueden sacarse de las zonas de riesgo.
    • Tampoco se puede quitar ni entrar porcino doméstico ni transportar productos y subproductos de origen porcino.


Agencia FARO
/ Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau

De Babilonia a Roma (XII): el Reiki

Rafael: La Transfiguración.

 

De Babilonia a Roma (XII): el Reiki


Uno se convierte en cliente y gurú al unísono. Con resultados disonantes, porque la música del Enemigo es estridente, sin orden ni concierto.

 

En los cursos de Reiki te enseñan a comunicarte con el diablo. Simple y llanamente.
 


En la entrega anterior, aparte de hablarte del Universo creado como si fuera Dios mismo, te comenté, así de pasada, la cita que mi amiga me concertó para hacerme Reiki. ¡Vamos de lleno al tema! En aquellos tiempos estaba sumida en una bonita revoltura espiritual, una ensalada compuesta por los libros de espiritualidad gnóstica, la Biblia, las distintas propuestas de los jesuses del hipermercado del Enemigo, mis primeros pinitos por el sincretismo e indiferentismo religioso y, por si fuera poco, mi total maravilla ante la transubstanciación, sin olvidar la misa semanal. Una variante de esquizofrenia espiritual que, vista a la distancia, me da vergüenza. ¿Cómo pude ser tan mema? Cuando el intelecto se desconecta de Dios, la razón se diluye como un helado al sol y la irracionalidad campa a sus anchas. Y en ese escenario, el Enemigo también. Añadir la herida en la ecuación es necesario. Es la puerta de entrada por la que el Enemigo entra a hurtadillas. Una rendija muy real. Un dolor que tiene muchas máscaras, como la vergüenza, la ira, la no pertenencia, la traición, la humillación. La lista es larga y variada. Todos tenemos algo de este doloroso listado que espera ser sanado. Sólo Dios puede curarlo. Pero eso no siempre lo sabemos. Y en esta ignorancia el Enemigo aprovecha para colarse. En su odio, se anticipa con todo tipo de remedios más rápidos, sofisticados, eficaces que los que Dios, en su ternura y respeto, proporciona. La herida sangra para que Dios, con su sangre, la cure. Pero esto pasa desapercibido tras el estridente brillo de Satanás. El Enemigo aparece con sus ridículas y milagrosas tiritas. Lejos de curar, perpetúa la herida para su mayor gloria. Y descalabro.

Mi herida era una brecha en carne viva, junto al duelo por mi madre y hermana, y un divorcio en ciernes. El Enemigo se frotaba las manos. No te cuento mi vida por narcisismo o egolatría, sino porque en el relato se encuentra el patrón de cualquier otra historia. De hecho, me repito mucho y no paro de insistir en lo mismo. Los patrones del engaño siempre son los mismos. El Enemigo no es creativo, es un imitador, y su gasolina es el odio. Aprovecha nuestra debilidad. En su cinismo y odio, precisamente cuanto peor estamos, más se ceba.

Mi madre murió, como ya te dije, y a los dos años lo hizo mi hermana menor. Tenía 33 años, una vida por delante, tres hijos muy pequeños. Justo cuando me recuperaba del duelo de la muerte de mi madre, en menos de un mes, mi hermana murió de un cáncer muy agresivo. Imagina, pues, mi estado. El Enemigo, como león rugiente, merodeaba para devorarme. Junto a la muerte, vino también el divorcio, que merece varias entregas aparte.

Y con todo este pitote, ahora te quiero hablar del Reiki. Mi estado deplorable buscaba consuelo y, en mi miseria, el Enemigo acudió con la solución: ¡el Reiki! Por cierto, no pararé de recordarte que todo lo que tiene que ver con la Nueva Era es mesiánico. De hecho, el Enemigo elimina a Jesús de la ecuación para proponerte soluciones salvíficas, las cuales lideras tú, para mayor gloria de tu soberbia.

De nuevo al Reiki: puede que te preguntes qué es eso. Pues bien, es una técnica de origen japonés que apareció en el siglo XIX. Como todas las propuestas de la Nueva Era, tiene siempre una historia detrás, un maestro prodigioso —en este caso, Usui— que, con la imposición de sus manos y la invocación de los guías espirituales y ciertos símbolos japoneses, obraba milagros. Sanaciones físicas, mentales, espirituales de todo tipo. ¿Te suena? La salvación.

Pues nada, en mi deplorable estado, allí que fui, con la ingenuidad que mi escasa formación y dolor alimentaban. ¿Qué había de malo en eso? En palabras de mi amiga, Dios estaba presente, pero con otro nombre: Universo. Y, ¿acaso Jesús no sanaba imponiendo sus manos? Gracias a mis delirantes e irracionales lecturas, estaba aprendiendo que a Dios se accedía por infinitas sendas. Si te soy sincera, en esa primera sesión de Reiki no sentí nada de nada, ni bueno ni malo. Sí recuerdo a la terapeuta, al finalizar, pegada a la pared, con cara circunspecta, tiritando exageradamente de frío. Eso es lo que me dijo. Por lo visto, no se sabía qué energía de muerte pululaba a mi alrededor.

Ese tipo de aseveraciones gratuitas son muy comunes entre practicantes de Reiki: aprovechan tu vulnerabilidad y confianza para colarte todo tipo de goles. De hecho, toda la Nueva Era bebe de la vulnerabilidad de los clientes y voraces consumidores. Como puedes imaginar, después de una primera sesión, siguieron muchas más. Empezaba a enredarme en la telaraña con entusiasmo.

Al final de las sesiones, la terapeuta compartía sus sensaciones, visiones y todo tipo de fenómenos y percepciones espirituales que, no te voy a engañar, me fascinaban. Todo este universo fenomenológico me magnetizaba. Yo deseaba penetrar en esa nebulosa espiritual, de almas que comunican mensajes o guías con nombres exóticos. Y, claro, una cosa lleva a la otra y la Nueva Era siempre te vende que el poder está dentro de ti, con lo cual te proponen las formaciones para que tú mismo te conviertas en tu sanador y en el de los demás. El mesías salvador en un cursillo de fin de semana. ¡Menudo chollo!

¿A quién, con un mínimo de espíritu de servicio, no le apetece poder ayudar? Y allí que fui con todo. Obviamente, yo quería ayudar, para mayor gloria de mi vanidad, porque, seamos claros, en el fondo eso es lo que impulsa los movimientos de la Nueva Era. La macedonia espiritual, la herida y la misión de servicio.

Esto último, los consumidores nuevaerísticos lo tenemos exacerbado. Una pulsión por ayudar, ser útiles. Una estrafalaria misericordia que nos empuja a salvar al prójimo. Ahora sé que lo que hay que hacer es amarlo, que, para salvarlo, Jesús se basta y se sobra.

¿Te acuerdas de que te hablé de la curiosidad como un ingrediente fundamental en la Nueva Era? Pues ahora, como ves, he introducido otro indispensable: la misión de servicio. Y en la subversión del orden luciferina, neognóstica, no es más que la salvación en manos del hombre hecho dios. En mis manos de sanadora, por obra de un taller de fin de semana, se encontraba el «reino de los cielos». Así todo.

Pues bien, así funciona por esos lares: uno se convierte en cliente y gurú al unísono. Con resultados disonantes, porque la música del Enemigo es estridente, sin orden ni concierto.

Me apunté, pues, a una formación de fin de semana de Reiki, para poder administrar yo misma la sanación a otros. Ciegos guiando a ciegos. Para mayor regocijo satánico.

Mi maestra de Reiki, en un fin de semana, me dio la formación a mí y a cuatro despistados más. Pobres ovejas perdidas. Fue muy impactante el primer día en que la maestra impuso las manos a una de las discípulas y ésta tuvo una reacción tremenda: gritos, alaridos, llantos. Nos quedamos petrificados. La maestra, con aires de suficiencia y un halo de bruja buena que sabe lo que se hace, nos dijo: «Esto es el ego que no quiere ser sanado y se resiste».

Lo del ego y sus resistencias es del todo recurrente en la Nueva Era; como dirían mis hijos, «la vieja confiable», nunca falla. Cualquier cosa que te pasa —ya sea un catarro, un llanto desconsolado o que pinches la rueda del coche— es el ego que no quiere que avances. Así las gasta el Enemigo: siempre tiene una excusa u otra.

Visto a la distancia, esa pobre chica, tan confundida como yo y la maestra, no tuvo otra cosa que una manifestación demoníaca. Qué ego ni qué niño muerto, como diría mi madre.

Por si alguien de raíces cristianas tuviera alguna justificada duda al respecto del Reiki, ¡todo bajo control!, ¿acaso Jesús no imponía las manos para sanar? Todo solucionado. Las dudas no son más que el ego que no quiere que sanes. De nuevo el mantra luciferino que pone la tirita para que no veas la herida. La anestesia que todo lo cubre. Pero el dolor sigue gritando silenciosamente, y el Enemigo acude solícito a la llamada.

Así, de esta forma, en la Nueva Era se va tejiendo una red de sanadores y necesitados de sanación, a cual más herido.

En aquella época, el Reiki fue una puerta de entrada que me hacía sentir importante, con poder de sanación, a pesar de que yo seguía tan triste y dañada como siempre. El Espíritu Santo me protegía e impidió que recordara los enrevesados símbolos japoneses que se supone que todo practicante de Reiki debe dibujar sobre el cuerpo energético de la pobre víctima de nuestros servicios sanadores.

Cho Ku Rei, Sei He Ki, Dai Ko Myo, cada uno con su ideograma, por supuesto. ¿Cómo te quedas? Mira que son feos y raros. Realmente me parecían una bobada. Me negué a aprenderlos. Me acostumbré a desobedecer lo que me chirriaba, a pesar de que mi umbral era más bien muy bajo.

Cabe mencionar que el Reiki te enseña a ponerte en contacto con los guías espirituales para que te muestren cómo sanar. ¡Guías espirituales! Adivina: el Enemigo, con sus luminosos disfraces. En los cursos de Reiki te enseñan a comunicarte con el diablo. Simple y llanamente.

Aquí lo dejo, de momento, porque, conforme escribo, tomo conciencia de cómo se va tejiendo la telaraña, de qué manera se va enredando como un ovillo olvidado en un oscuro desván. Y más allá del lío, siempre el mismo patrón: el odio del Enemigo, la herida, la confusión y, sobre todo, el orden divino patas arriba. Solo subrayar: allí donde te prometan salvación y el reino de los cielos por algo o alguien que no sea Jesús, ¡huye!: Dios aguarda y quiere recibirte para sanarte. De verdad.

Eulàlia Casas, Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau






diumenge, 7 de desembre del 2025

Las misiones catalanas, peripecias de una profesora de religión (VI): ¡En guardia! Llega la Navidad

Pesebre vacío

 

Las misiones catalanas, peripecias de una profesora de religión (VI): ¡En guardia! Llega la Navidad



El jefe de estudios del Instituto me dijo, ¡en septiembre!: «Este año mejor que no armes el Belén en el vestíbulo». Mi respuesta llegó en diciembre. La encontró en el vestíbulo con el Belén, más visible si cabe que el año anterior. Eso de la tolerancia me tiene un poco hastiada. «¡En pie de guerra! ¡Pon el Belén!»


 

De los creadores del «Feliz Ramadán», llega, redoble de tambores, ¡oh sorpresa!, la esperada y no menos aclamada «Felices vacaciones de invierno», o más moderno y progre si cabe, «Feliz solsticio». Vamos a ver cómo continúo, porque el tema se las trae, y tampoco quiero escribir desde la rabia, la tristeza o, peor todavía, la desesperanza. Aunque, pensándolo mejor, lo único que es pecado es lo último: la desesperación de quien no tiene fe. Y la ausencia de fe, eso sí que no puedo ni quiero permitírmelo. Escribiré, pues, con esperanza, que de momento viene apuntalada entre la rabia y la pena. Ésta es mi realidad, ahora y aquí. La ira santa de Dios, que me mueve a señalar todo lo que amenaza la verdad. La tristeza que me invita al recogimiento y al sagrado aislamiento del mundo para escuchar la voz de Dios en el silencio.
    

Valga este introito para decirte que la Navidad, desde niña, me ha gustado mucho. ¿A quién no? El uno de diciembre empezaba la cuenta atrás, el Adviento, que recuerdo con cariño. Tiempo de espera. Pero no una espera tediosa, como una cola en el banco, sino un tiempo para velar, estar atento y despierto. Las velas que se encendían semana a semana. Un calendario con purpurina con 24 ventanitas que escondían una modesta y sencilla imagen navideña. En mi época no había chocolatinas ni premios detrás de las minúsculas ventanitas. Nos emocionábamos con los dibujos de trineos, campanas o una estrella. La Navidad culminaba en la noche santa, misterio y asombro del nacimiento de Dios. La luz irrumpiendo en la oscuridad de la noche cerrada. La Misa del Gallo, el frío, el sueño en la bancada de la iglesia, los villancicos. Navidad era familia, el aroma insustituible de la escudella del día 25, el tió tan típico en Catalunya, el turrón y las burbujas del champán. La mezcla de olores tan dispares como el caldo, el pollo con ciruelas, el turrón de chocolate, el café recién hecho y el champán me descubre imágenes a buen recaudo en mi memoria. Indelebles. Como el niño Jesús, que nace a cada instante. El poema recitado en lo alto de la silla, durante la sobremesa, poco se habla de la prodigiosa memoria que teníamos de niños. La cabalgata de los Reyes Magos, y los nervios de la noche del cinco de enero. Magia de la buena, inocente y llena de calidez. Tantos recuerdos, que siguen vivos porque la tradición los mantiene para que mi nieta los entregue, cuando llegue el momento, a las generaciones que vendrán.
    

La Navidad no es sólo un día. Es un espíritu que impregna y da sentido a nuestras vidas, ya sea el día 24 de diciembre como el 2 de abril. La Navidad es Dios entre nosotros. Para quedarse. No se va al baúl de los adornos cuando termina después de Reyes. Dios no hace vacaciones. Permanece. Y, por concretar todavía más, la Navidad, en realidad, no son vacaciones. La alegría de la Navidad no es vacía, propia de la frivolidad de los anuncios de perfumes o las comidas de empresa. Es una alegría que nace en un portal de Belén, en un pesebre. Ésta es la alegría a la que estamos llamados a celebrar. Una cuna con el Niño Dios recién nacido y una tumba vacía. Ésta es la promesa cumplida que celebramos. De la cuna a la tumba. El misterio que salva y da sentido a todo. No son vacaciones, rotundamente no. Es santificar las fiestas. Es muy distinto.
    

Y con todo este espíritu navideño, con esta fuerza que sólo la alegría concede, me motivé en mi primera Navidad en el Instituto. ¡Cuántas cosas tenía que contar y compartir! Como profesora de religión, aprovecho el calendario litúrgico para explicar de dónde vienen las festividades, tradiciones y cultura. Es terrible constatar que los adolescentes no tienen ni idea de nada. Cero patatero.
    

Mi primer año, toda ilusionada, pregunté a los de segundo de la ESO, pensando que la obviedad hacía innecesaria la pregunta: «¿Qué celebramos por Navidad?». Silencio. Sigo cuestionando con la mirada. Kevin (un día hablaré de los nuevos nombres), un chaval de Honduras, dice vagamente: «Lo de Papá Noel, ¿no?». Mi cara debería ser un cromo. Disimulé y me hice la tonta. «Ah, sí, qué bien. ¿Y en el belén a quién ponemos?» Tenía las figuritas que había traído de casa para armar el belén en el vestíbulo. Saqué a la Virgen y a San José: «Ponemos a María aquí, a José aquí, y en la cuna… ¿Me puedes buscar a Papá Noel de bebé en la caja, Kevin?»
    

Justo en este momento, se dio cuenta de que algo fallaba, y su compañera tuvo su eureka y vino en su rescate: «¡El Niño Jesús! Celebramos el nacimiento de Jesús». ¡Madre del amor hermoso! Estamos peor de lo que imaginaba. En las Navidades de la rebelde masa de adolescentes, la cuna está vacía. Entre otras cosas, porque ni tan siquiera existe. Quedó eclipsada detrás de la oronda tripa de Papá Noel, las luces estridentes y los villancicos cursis en inglés. Entre tanto ruido, la cuna quedó en el olvido. Jesús sigue en un recóndito pesebre, entre pañales, vulnerable y divino, aguardando para que nos agachemos y lo acunemos entre nuestros brazos, para no soltarlo jamás. Y a mí me toca señalar con el dedo ese lugar. Este humilde gesto. A estos adolescentes sin raíz.
    

Éste es el nivel de los alumnos que eligen la asignatura de religión; imagina cómo es el resto. Ahora bien, todos tienen su calendario de Adviento, este año de no sé qué videojuego, y en cada ventanita, un código QR que regala no se sabe qué idiotez. Perdón por la grosería. Pero ya avisé: sigo enfadada. ¿Cómo hemos llegado a este punto en que hasta la Navidad se ha secularizado?
    

Ayer viernes, mientras conducía hacia el Instituto, entendí algo de una forma muy fuerte, viva y encarnada. En ciertas ocasiones, la toma de conciencia sobre algún tema la siento en la totalidad de mi ser. No es que tenga algún éxtasis que me incapacite, qué va, puedo seguir andando o conduciendo. Pero mi ser entiende algo fundamental. Así sopla el Espíritu Santo. Entendí, pues, que la materia de religión se va a convertir en una formación de trinchera, de resistencia, casi militar. De lucha. Porque, a veces, se nos olvida, pero estamos en guerra. Una contienda furibunda, sin piedad, que tiene como propósito la aniquilación de uno de los bandos. ¿Adivinas cuál? Una guerra con el final ya escrito, por cierto. Un instituto no es tierra de misiones como pensaba. En las misiones de antaño, al menos se adoraba a los dioses. Los paganos tenían un fuerte sentido del temor de Dios y del misterio y la adoración. Sólo era necesario ordenarla hacia el Dios verdadero. El bueno. Pero ahora, los adolescentes no adoran más que a sí mismos, como el resto del claustro. Un instituto es tierra quemada después de una cruenta batalla. El odio hacia lo cristiano, a Dios, Jesús, la Virgen. Toda raíz que recuerde quiénes somos de verdad, todo vestigio de nuestra identidad verdadera, todo fundamento de nuestra civilización occidental debe ser derrotado. Tierra quemada. De la catolicidad a la secularización. De la universalidad católica a la uniformidad cultural. Desde Teruel a Lima o Berlín, todo igual, sin distinción, sin raíz. Globalización lo llaman, la nueva religión del Dios sin rostro y su catecismo. Huérfanos de Dios. Sin padre ni madre, ni linaje. Como vulnerables terrones de azúcar, todos diluidos en una masa manipulable, sin espíritu ni vida. Sin raíz. Sin Dios. Sin humanidad. Sólo masa sin forma.
    

Como te decía, me vino este pensamiento después de ver esta semana la enésima barrabasada perpetrada, ya sea delante del Duomo de Milán, los bunkerizados mercados navideños alemanes, o la prohibición de encender luces en Manchester por orden de la alcaldesa musulmana. Ya no se trata de explicar la Navidad a mis alumnos para que tengan un mínimo de cultura. Se trata de formar nuevos soldados para defender nuestras tradiciones. «¡En pie de guerra!. Pon el belén, al niño Jesús, la Virgen y San José. Me conformo con eso, aunque no creas en Dios. Pero defiende esto antes de que sea demasiado tarde. ¡Hazlo! aunque no lo entiendas ni sientas. ¡Solo hazlo! Ocupa el espacio con la cuna y el niño, no lo dejes vacío, porque alguien lo va a llenar de otras cosas».
    

Y, por cierto, el acoso y derribo al verdadero sentido de la Navidad no sólo se vive y se sufre en lejanas ciudades, qué va. El guionista de la nueva película de terror que estamos viviendo escogió al jefe de estudios de uno de mis institutos para que me dijera, ¡en septiembre! —imagino que para asegurar las cosas—: «Este año mejor que no armes el Belén en el vestíbulo». El curso anterior, mi primer año en ese instituto, obviamente, con los alumnos, hicimos un belén que hizo las delicias de los demás alumnos. Vuelvo a septiembre y el jefe de estudios y sus delirantes exhortaciones. Mi silencio fue elocuente, porque ante tal absurdo, uno no puede más que callar y dejar al interlocutor que se enrede en su propia absurdidad. Defendió su desubicada indicación y me dijo: «Es que este año hay algún musulmán y se puede ofender con el Belén». En este instituto hay pocos musulmanes, entre otras cosas porque no hay estación de tren ni transporte público. No recuerdo qué le contesté, en realidad. Mi respuesta llegó en diciembre. La encontró en el vestíbulo con el belén, más visible si cabe que en el año anterior. Eso de la tolerancia me tiene un poco hastiada.
    

Elaboramos con los alumnos un cartel que pegamos en la pared donde rezaba: «Éste es el verdadero espíritu de Navidad; sin él, la Navidad es sólo consumismo». Elaboramos una serie de carteles, como si fueran globos de diálogo, en que se explica pedagógicamente qué es el belén, qué representa, cuál es su origen, para que todos los que pasen por el vestíbulo aprendan algo. Es enternecedor ver cómo a muchos alumnos, al ver el belén, se les despierta un sentimiento nuevo y entrañable. Un sentimiento que siempre estuvo allí y alguien arrebató. Muy genuino y olvidado.. A la vuelta de las vacaciones navideñas, en el vestíbulo de aquel gélido ocho de enero, retumba la voz del jefe de estudios: «Acuérdate de quitar el belén». En mi interior un «Dios dame paciencia», respondí con una radiante sonrisa; para ser fieles a la tradición, lo tendría que quitar por la Candelaria, pero tranquilo, lo harán los alumnos esta semana.
 

Me siento como un coronel de un ejército en lugar de una profesora de religión cuando se trata de enseñar sobre la Navidad. Hay que espabilar. Ponerse firmes. No claudicar. La única rendición permitida es a la voluntad de Dios. La rendición de la Virgen, la única actitud posible. Porque ya vamos tarde. Una Navidad sin la cuna en Belén no es más que un aquelarre de luz y color que diluye y desestructura mente, corazón y alma, para derribar nuestra civilización. Tal cual. Sin anestesia. Solo la verdad nos hace libres, y esta no siempre es bonita.
   

Ser profesor de religión es durísimo; el nivel de estulticia, indiferentismo, relativismo y cualquier -ismo que se te ocurra es la nada más absoluta. Convertir a cada adolescente en un nuevo inquilino de la gran masa en la que quieren convertir a la humanidad. Sin forma, sin cuerpo. Sin esencia, sin alma. Una suerte de plastilina moldeada por los dedos llenos de odio de ya-sabemos-quién. La destrucción y el odio a nuestra cultura tienen una rúbrica muy concreta.

La Navidad, el nacimiento del Niño Dios, aplasta la cabeza de la serpiente gracias al sí más estrepitoso que nunca se ha pronunciado antes. El sí de María, obediente, humilde, que pone de nuevo orden. ¡Gloria en el cielo y paz a los hombres de buena voluntad! Gracias a esta apartada cunita de Belén, todos estamos llamados a aplastar la cabeza de esta serpiente antigua. Y lo sabe. Y cuando guardemos de nuevo las figuritas, envueltas en papel de periódico, Jesús permanece en nuestros corazones, dispuestos y disponibles. Como la humilde cunita que lo hospedó por primera vez.
    

Dios me asista en esta heroica tarea un año más. Amén.
 

Eulàlia Casas, Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau




dissabte, 6 de desembre del 2025

Crónica de la conferencia «El trilema “Dios, Patria, Rey” y la Modernidad. Ontología en los tiempos modernos», por el Dr. Antonio Peña, en Barcelona

 

Crónica de la conferencia «El trilema “Dios, Patria, Rey” y la Modernidad. Ontología en los tiempos modernos», por el Dr. Antonio Peña, en Barcelona


Celebrada el 22 de noviembre en el Centro Cívico Pere Quart de la Ciudad Condal


 

El pasado 22 de noviembre, en el Centro Cívico Pere Quart de Barcelona, se llevó a cabo la conferencia realizada por el Dr. Antonio R. Peña bajo el título «El trilema “Dios, Patria, Rey” y la Modernidad. Ontología en los tiempos modernos», organizada por el Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau, tal como se había anunciado.

 




En esta conferencia, el Dr. Peña nos habló de qué somos y cuál es nuestro ser. Así, la Modernidad se ha encargado de destruir nuestro ser y, por lo tanto, la cuestión es clara: ¿qué podemos hacer para recuperarlo?

La Cristiandad se configuró entre el siglo I al V y se desarrolló entre el siglo V al XVIII. En la base se situaba la familia, encabezada por el marido-padre junto a la esposa-madre, como consejera.

El conjunto de familias constituían la comunidad política y estaba encabezada por el rey-padre, con su consejo. Las familias se insertaban y se desarrollaban dentro de los órganos naturales: cofradías, parroquia, gremios municipio, región, Iglesia… En el vértice se situaba Dios y su ley divina y moral, desarrolladas por la ley positiva como reflejo de la Divina. Todos debían ajustarse a este diseño.

En consecuencia: porque Dios es padre hay un rey-padre como cabeza de las familias —comunidad política— y un cabeza de familia. Estos encabezamientos se desarrollan a lo largo de la historia, de generación en generación, por legítimo y legal matrimonio sobre un territorio. Todo esto queda sintetizado en los elementos Dios, Patria y Rey.

Esta sociedad familiar estaba impregnada por la fe católica la cual desarrolla diversas expresiones: litúrgica, oracional, costumbre, artes… Por lo tanto, todo el conjunto formaba un Patrimonio constituido por tres elementos: espiritual, carnal, terrenal (que incluye las expresiones culturales y geográficas). Esto se llama Patria.

En nuestro caso concreto, las Españas nacieron de la mano de la Virgen María a orillas del Ebro, dándonos una misión y un sentido en la Historia: la Evangelización y la defensa de la Fe Católica. Y éste es nuestro ser y razón de existir. Por ello, a lo largo de su historia, la Patria Hispana y sus hijos pusieron todo su patrimonio espiritual, material y existencial en la consecución de este cometido allí donde fuere necesario. Y, por eso mismo, cuando España ha renunciado a esta labor y ha abandonado la fe católica sobre ella y su patrimonio se han abalanzado sus ingratos hijos felones y las demás enemigos de Dios, con el deseo de despedazarla.

 

El  Dr. Antonio R. Peña también relató cuáles han sido los enemigos de la Cristiandad y de España, del Patrimonio Hispano: la Secta, la masonería y sus hijos el liberalismo y el socialismo. El ataque y destrucción de la Secta se ha realizado mediante diversas rupturas, especialmente tres:

a) De la mano de Guillermo de Ockham vino la destrucción de los Universales, de los atributos de Dios, lo que supone negar a Dios y eliminar el ético objetivo. Sin Dios ni éticos objetivos todo queda a merced del subjetivismo, esto es, del relativismo.

b) Lutero recogió esta «Navaja de Ockham» y lanzó sus dos máximas: «sola fide» y «sola scriptura». Es decir, cada cual puede leer e interpretar las Escrituras y la vida propia y comunal como le de la gana. La única vía de referencia es su conciencia.

c) La Ilustración fue la eclosión de este pensamiento que posibilitó la imposición violenta (a través de la Revolución y del sistema educativo) de la nueva mentalidad en las gentes antes católicas y, desde entonces, apóstatas y enemigas de Dios, de la Patria y de la familia.

Conclusivamente: sin Dios-Padre, se destruye la fe católica y ya no puede haber patrimonio espiritual. Pero tampoco puede haber rey-padre ni pater-familia, por lo que se destruye el patrimonio carnal. Tampoco puede haber órganos naturales sobre un solar, por lo que tampoco hay patrimonio terrenal ni cultural. El resultado es que ya no hay Patria. Es entonces cuando se instauran las repúblicas y se forman las naciones-pueblo. Y el mecanismo de funcionamiento de esta nueva estructura es la Democracia liberal sustentada en la conciencia individual y colectiva, que se expresa en el sufragio universal.

La sociedad liberal se llena la boca de principios, derechos, deberes y elabora constituciones que aparentemente recogen todo ello. Pero, como la sociedad liberal es en sí misma relativista, todo cabe y en realidad no hay principios porque todo es mutable según las conciencias individuales o colectivas, de grupos, clubs y partidos. Por lo tanto, no pretende la Salvación de todos sino alcanzar fines egoístas mediante la división y enfrentamiento entre la población.

El Dr. Peña también nos explicó que la Democracia, por su propia naturaleza, es  un sistema idolátrico, sacrilegio, destinado a subvertir el orden metafísico, físico y temporal. Corrupto y corruptor, destructor de la recta conciencia, del recto bien común y de la jerarquía de los bien espirituales y materiales. Por lo tanto, destruye la comunidad: comenzando por la familia y siguiendo por el conjunto de las familias que es la comunidad política.

Por todo ello, la Iglesia siempre ha condenado el socialismo, el liberalismo, la democracia y el sufragio universal. Forman toda una estructura de pecado a cuyo frente está La Secta.




Por último, el Dr. Peña dio respuesta a la pregunta: ¿qué podemos hacer para recuperarnos? En indubitable que, si queremos recuperarnos, debemos volver a los consejos que dieron tradicionalmente los Papas:

a) Resistencia, a través del rechazo doctrinal. Ser fieles a la Doctrina Católica.

b) Rechazar la participación en esta estructura de pecado y de maldad. Un católico no puede hacerse partícipe del pecado y de la maldad.

c) Lucha a través de la acción cultural, social y política. Volver a hacer lo que construyeron los primeros cristianos: una red social, cultural y política alternativa que durante cinco siglos se desarrolló en paralelo a la red oficial. Así, formar una red cultural y educativa verdaderamente católica (y no sólo de nombre), una red asistencial —social y médica— verdaderamente católica (y no sólo de nombre), una red económica (financiera, comercial, productiva que funcionen con criterios católicos…). Si vamos componiendo estas redes, sucederá lo mismo que aconteció durante la quiebra del Imperio Romano idolátrico. En aquella época, las gentes —cada vez más— fueron buscando asistencia en la redes de la Iglesia y fueron abandonando las redes oficiales estatales porque funcionaban cada vez peor, hasta que llegaron al colapso. Y hoy vivimos la quiebra del sistema liberal y de sus redes.

d) Resistir abiertamente cuando llegue el momento en que a los católicos no se les deje otra posibilidad. Son muchos los ejemplos que tenemos a lo largo de la historia: de la desobediencia civil no violenta a la resistencia armada como último recurso para poder hacer valer derechos de Dios y de la Iglesia (por ejemplo, los Carlistas en las Españas, los Vendeanos en Francia, etc.). La legítima defensa contra la tiranía se puede desarrollar desde múltiples facetas y diversos campos y acciones conforme ha enseñado la Iglesia y establece la Doctrina Católica.

 



En definitiva, como señala el profesor Antonio Peña, la Modernidad ha lanzado veredicto de condena contra la Cristiandad y contra España, por ser paladín de la Fe Católica. Veredicto de muerte. Y han ejecutado tal veredicto. Pero nosotros decimos que no estamos muertos.

Desde el Tradicionalismo, afirmamos que están vivos todos los principios que conforman nuestro Ser. Afirmamos que es posible la Restauración del Ser Espiritual y Moral si cortamos el nudo gordiano del posibilismo y del colaboracionismo con el Pecado y con el Mal.

Al término de la excelente conferencia del Dr. Peña, se inició un animado turno de preguntas que, una hora después, continuó en un restaurante cercano con un almuerzo de hermandad y su posterior tertulia de sobremesa.

Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau

 

 

dimecres, 3 de desembre del 2025

Conferencia «Antoni Gaudí y la Tradición»

 

Conferencia «Antoni Gaudí y la Tradición»



El sábado 20 de diciembre, D.m., a las once y media de la mañana (11:30h.), en el Centro Cívico Pere Quart de Barcelona



El Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés les invita a la sesión «Antoni Gaudí y la Tradición» que tendrá lugar, D.m., el sábado 20 de diciembre —sábado de las Témporas de Adviento—, a las once y media de la mañana, en el Centro Cívico Pere Quart de Barcelona (aula 6), y será impartida por su Presidente J. Escobedo.

Se expondrá la profunda imbricación entre la historia de la tradición catalana y la vida y obra del venerable Antoni Gaudí, situando a esta última como la culminación natural de un sustrato espiritual y cultural milenario. Así, el genio gaudiniano resulta ininteligible sin comprender aquella tradición.

Tras la sesión, quienes lo deseen podrán participar, en un restaurante cercano, de una almuerzo de hermandad y de celebración navideña entre los correligionarios.

Se ruega confirmación de asistencia enviando un correo electrónico a: carlismobarcelona@gmail.com

Agencia Faro / Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau

 

 

dissabte, 22 de novembre del 2025

Las misiones catalanas, peripecias de una profesora de religión (V): Rezar por los alumnos

 

Las misiones catalanas, peripecias de una profesora de religión (V): Rezar por los alumnos



Yo no «pongo al alumno en el centro», como dice la Ley estatal y, últimamente, también el Papa. Yo pongo a Dios para que ponga orden. ¡Estaríamos buenos!

 

Me recordó a mis años de abogada, en los que perpetuamente estaba de guardia recorriendo comisarías y juzgados. Y, si te soy sincera, lo que he encontrado en muchas aulas poco difiere de lo que me encontré en aquellos ambientes policiales

 

Los Institutos en Catalunya son como pequeños reinos de Taifas. Se rigen por lo que llaman la autonomía de centros. Y sí, hay una Ley Orgánica de Educación a la que deben someterse pero, a la vez, existe este sentido de la independencia o soberanía propia de cada instituto. En la materia de religión, eso se nota. No es una cuestión menor. Si el director es creyente, como profesor de religión, estás de enhorabuena. Si no es creyente, ¡buena suerte! Yo he tenido ambas experiencias. Y también te diré que la probabilidad de caer en un instituto antirreligión es más probable que la otra. Los sesudos directores, la cuestión de Dios, la tienen superada. Son la élite intelectual de las mentes preclaras que han superado la «bobada» de tener fe. ¡Mucho mejor creer en la Agenda 2030! Es para partirse de la risa. Y continuar llorando. Mi primer instituto, el del Ramadán, entra dentro de la primera categoría. El director me recibió casi casi con banda y comité de recepción. Me dijo: «Yo estoy por la religión; lo considero un plus». Tampoco sé si eso lo convierte en creyente o no. Pero por lo que al profe de reli atañe, ofrece la garantía de que no va a obstaculizar la materia. Ni tratar al docente como un pringado. Luego me enteré de que esa semana una madre de una alumna de primero estaba a punto de entrar por registro una queja al Departament d'Educació, porque el Instituto llevaba más de un año sin profesor de religión. ¡Ole tú! Madre coraje donde las haya. Sea por la razón que sea, fui muy bien recibida por el director y me puso todas las facilidades para promocionar, en pleno mes de mayo, nuevas inscripciones. Ésta es la parte positiva de la descripción de mi primer día. Me dijo algo que no entendí en el momento: «Vas a estar aquí como de colonias». Luego comprendí a qué se refería. Te lo explico en breve.

Después de mi sonado primer día en el Instituto, vino el segundo, el tercero y así sumando días; en menos de una semana me di cuenta del pronóstico y el diagnóstico de la religión, del estado de la educación pública, los profesores y la devastación en las tiernas almas de esos adolescentes que, con cariño lo digo, de primeras, fáciles no son. Pero, con paciencia, llegas a amarlos y entender que no son más que víctimas de un sistema satánico. No se puede decir otra cosa que la realidad de lo que hay. El horario que me dieron era bastante patético; vine a sustituir a otra profesora, que no dejó buena huella, por cierto, y quizá de esto deberé hablar más adelante. Como decía, el horario era una birria, con un montón de espacios libres que se destinaron a hacer guardias. Cuando un profesor no acude al instituto por la razón que sea, su clase debe ser cubierta por el profesor que está de guardia. Me recordó mis años de abogada en los que perpetuamente estaba de guardia recorriendo comisarías y juzgados. Y si te soy sincera, lo que he encontrado en muchas aulas, poco difiere de lo que me encontré en aquellos ambientes policiales. Me di cuenta, pues, de que a nivel académico, en lo que la religión respecta, la cosa dejaba mucho que desear. Aquí es donde entendí lo que significaba estar de colonias. Todo mi entusiasmo, las grandes cosas de las que les hablaría a los alumnos, se quedó, básicamente, en recordar y recalcar las normas básicas de educación: «levanta la mano antes de hablar, no comas chicle, no interrumpas, no hagas ruidos raros, respeta a tus compañeros, no hagas payasadas, no puedes ir al lavabo por quinta vez en veinte minutos, para de dar golpecitos con el bolígrafo, deja de ensuciar la mesa con el pegamento…» Normas que deberían tener superadas en la primaria, hecho que para nada es así, tal como fui comprobando. Estos chavales, los que abundan en los institutos, son hijos del sistema materialista, hedonista, utilitarista. No tienen ninguna conciencia de que ellos también tienen una dimensión espiritual. Todo lo que relacionan con esta palabra, es la ouija o el Charly Charly. Tristemente, me pasé calentando silla en el aula de profesores, cuando no cubría ninguna guardia. La sensación interna de no ser útil, estar desaprovechada, no poder derramarme generosamente en dar clase, me hundió en la miseria. Sí, tal cual. Pero no retocé por mucho tiempo en el lodo. Entendí que el desánimo es justo lo que quiere el Enemigo, hacernos sentir inútiles, los tontos de religión, los que académicamente son poquita cosa. La irrelevancia más absoluta. Y en ese sentirnos inútiles, a veces nuestra dignidad viene tocada peligrosamente. Nuestro sentido del servicio y la misión menguado y a los ojos de los atareados profesores, el pobre de religión calienta silla mano sobre mano. Ésta es la sensación que experimenté y comprendí que en este desánimo o tristeza, lo que el Enemigo pretende es que abandonemos. Saltemos del barco en busca de otras ocupaciones con más solera, más validación o reconocimiento en el claustro. Al percatarme de ese sutil ataque casi imperceptible con firma del Enemigo, busqué estrategias para mantener mi dignidad, que de todos modos, es intocable. Al Enemigo le encanta confundirnos. Sentir que no valemos nada, que eso de la religión es una chorrada, que Dios nos abandona y le importamos un bledo. Y en realidad, tal tentación, ¿no es la que Jesús combatió en Getsemaní? La sabiduría de la cruz es necedad para el mundo.

Por otro lado, desanimando o perdiendo la esperanza, sentía que era una floja. Vamos a ver, San Pablo no fue siempre recibido con los brazos abiertos y vítores de entusiasmo, o me venía la imagen del apóstol Santiago abatido a orillas del Ebro, o San Bonifacio dudo que transitara un camino de rosas. En fin, ¿quién era yo para hacerme la víctima? Al menos no me matan como a tantos. Me ningunean, sí. Me matan en otro sentido, no incluyéndome en su mundo, pero, ¿realmente encajaba y encajo yo en ese sistema diabólico? No, por supuesto. Me hice pasar la flojera y el victimismo. Lo hago cada vez que asoma en el horizonte. Así como el momento palomitas me ayuda a la santa indiferencia, de la que mi amiga cómplice de llantos y trinchera me explicó.

¿Qué decidí hacer? Rezar. Como si no hubiera un mañana. Mientras conducía, en el coche, rezaba el rosario para mis alumnos, los profesores, el instituto. Cuando entraba por la puerta, volvía a las oraciones. Me visualizaba, y sigo haciéndolo, entrando de la mano del Arcángel Miguel. El ambiente es denso y he llegado a traer un frasco de agua bendita con la que rociaba el aula antes de empezar. Cuando paso por los caóticos pasillos (describir eso me llevaría mucho tiempo), rezo un silencioso Avemaría o Padre Nuestro. Hago lo mismo en las guardias o cuando mis alumnos de reli les da por ser unos maleducados. En bucle, rezo. Una y otra vez. Aunque sea visualizo a Jesús o la Virgen en medio del aula. Yo no «pongo al alumno en el centro», como dice la Ley y, últimamente, también el Papa. Yo pongo a Dios para que ponga orden. ¡Estaríamos buenos! También me encomiendo a las benditas almas del purgatorio, dialogo con ellas «vamos a ver, si por aquí hay alguna alma que puso obstáculo a la fe, contraria a a fe, perseguidora de la fe, hagamos trato, yo rezo por ti y tu me ayudas con estos alumnos y me ayudas para que más alumnos se inscriban».

Una de mis oraciones recurrentes es la del padre del hijo poseído: «¡dame más fe!» Por eso, Dios me ha colocado en tierra de misiones, justo para que mi fe madurara y se depurara. Para no confundirla con efervescencias emocionales, edulcoradas y de una felicidad epidérmica. No soy yo quien tiene que ser feliz, es más, no lo soy. Salgo del instituto cansada y hastiada, frustrada y triste en más de una ocasión. Enferma. No me gusta lo que veo y siento. Pero Dios sabe más que yo, lo que necesito, más allá de lo que deseo. NO es mi felicidad lo que está en juego, es la suya la que vale  Supe, entonces, Dios no mira lo externo, sino el corazón, y lo que a los ojos del mundo pueda parecer absurdo, un cristiano sabe que no es verdad. Pensé «a lo mejor todo lo que se nos pide en estos tiempos tan escatológicos como apocalípticos tiene que ver con rezar por todos ellos. ¿Quién debe rezar por esos críos?” ¡Y por los profesores?»

Más adelante descubría algo que me emocionó, el ejercito de abuelas que rezan por sus nietos. Poco se habla de ese ejercito anónimo de abuelas y abuelos que calladamente pero con ímpetu, fe, esperanza y mucho amor sostienen las generaciones venideras. Sepa el capitán de este glorioso ejercito, que tienen un nuevo soldado. El más bajo en la jerarquía, pero me tienen en sus filas.

Eulàlia Casas, Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau