dissabte, 23 d’agost del 2025

«Cual nuestros antepasados, con bravura y con tesón, defenderemos la Ley de la Santa Religión»

Requetés del Tercio navarro de Santiago durante una ventisca en el Pico del Nevero en Somosierra, a 2.210 metros sobre el nivel del mar, el 8 de febrero de 1937. Foto: Sebastián Taberna, requeté. Coloreada por Duog.

 

 

«Cual nuestros antepasados, con bravura y con tesón, defenderemos la Ley de la Santa Religión»



Carta de un sacerdote carlista catalán, desde Pamplona, en septiembre de 1936


En la no muy lejana fecha de 2019, veíamos en el Principado, de la mano de la imprenta activa mas antigua del mundo —la de la Abadía de Montserrat—, la publicación del Vº y último volumen del Arxiu de l’Església catalana durant la guerra civil. Tarea ingente ésta, elaborada por don Hilario Raguer i Suñer y con el auspicio de P. José Massot i Muntaner (véase Epílogo, Vol. V).


Esta obra es importante por constituir un «arxiv d’arxivs», como reconoce el autor en el citado Epílogo. Se presentan multitud de cartas, con anexos curiosísimos, y con notas a pie de página que hacen presentaciones y algunas anotaciones historiográficas sin pretensiones, por lo que no roban la voz a ninguno de los contertulios aunados en estos copiosos volúmenes.


Sin pretensión de hacer nuestra esta obra y su contenido o usos, al empezar a leer el 1er. volúmen —pues ahora y no antes la hemos podido adquirir por unos dineros asequibles al bolsillo de estudiante—, nos hemos encontrado con un Anexo de gran valor e interés para las Españas, que reflejan aquellos airados días de 1936. La misiva en la cual se anexionó esta descripción del paisaje beligerante, es del 5 de Octubre de 1936, y se dio entre don Félix Bilbao Izaguirre, Vicario General Castrense del bando nacional durante la Guerra Civil Española, y Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Vidal i Barraquer, comentando las posturas de la Santa Sede y cómo esta afectaban a los ánimos peninsulares. En el primer folio se habla del estado de varias órdenes de religiosas. Y así, la carta que se anexa es una dirigida a la «Rvda. Madre Priora y Comunidad. Hermanas Hospitalarias». Por otro lado, el segundo folio de la carta general se dedica a las reacciones de los requetés y monárquicos a las palabras de S.S. Pio XI. Al firmar un tal Juan, que Raguer i Suñer informa es un «Rvdo. Cura de S. Boy» en una nota a pie de página.


A casi 90 años de la Cruzada, hemos querido recuperar esta voz vívida, anónima, pero trascendental.


¡Viva Cristo Rey, Vivan las Españas!


Fuente: Hilario Raguer i Suñer (2003). Arxiu de l’Església catalana durant la guerra civil. I. Juliol-desembre 1936. Montserrat: Publicacions de l’Abadia de Montserrat. Pp.: 137 y 138. La Carta General entre Bibao y Vidal i Barraquer ocupa las Pp.: 131-136.


 

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Jhs.


Rvda. Madre Priora y Comunidad.
Hermanas Hospitalarias.


La gracia de Dios sea con vosotras.

Quien promete ha de cumplir y a ello van mis letras.

¡¡¡Qué impresiones tan agradables he recibido en la tierra de la noble Navarra!!!

No es posible que transcriba todo lo que he sentido durante los días de mi estancia en Pamplona: Vds. no pueden en manera alguna imaginar la paz y tranquilidad de que realmente disfrutamos. No parece que estemos en España, donde se desarrolla una guerra. Qué hermosura y qué contraste entre la anarquía de Barcelona y la tranquilidad de esta bendita tierra, cuna de la reconquista del solar patrio y de donde ha partido el chispazo que encenderá en hoguera inmensa la España Católica y de las grandes tradiciones.

Desde aquí se palpa ya el triunfo definitivo de la causa de Dios. La lucha tiene todos los caracteres de una Fe que abraza los corazones de nuestros soldados mientras que en los otros no hay más que miedo y desesperación. 

Rueguen Vdes. mucho ya que del Cielo ha de venir nuestra salvación que como les digo se va manifestando por doquier. 

¡¡¡Qué día tan hermoso será el de la total definitiva derrota de los enemigos de Dios y de la Patria!!!

Sólo puedo decirles que los bravos Requetés de Navarra llevan pegada en sus fusiles una imagen de San Miguel en las que se leen estas palabras:

Cual nuestros antepasados
con bravura y con tesón
defenderemos la Ley
de la Santa Religión.


¡Hermoso pensamiento! y ¡bella realidad!

He visitado las Hermanas del Manicomio y no he podido satisfacer sus múltiples preguntas, de su parte muchos saludos.

Suplico para toda la Comunidad recuerdos afectuosos y muchas oraciones. 

Anímense, que pronto volveremos a nuestros trabajos.

¡¡¡ Viva la Religión!!!


¡¡¡Viva España!!!


Firma: Juan


Día de la Merced. Pamplona.



Artur J. Llinares, Círcol Tradicionalista de Barcelona Ramon Parés y Vilasau

 

 

 

dimecres, 20 d’agost del 2025

De Babilonia a Roma (V): La escena y sus personajes

 
Maestro de Lucrecia, (ca. 1520). La caída del hombre [Detalle: Eva ofreciendo la manzana a Adán], óleo sobre tabla, 115.6 × 90.5 cm. Chrysler Museum of Art, Norfolk, VA, Estados Unidos.

 

De Babilonia a Roma (V): La escena y sus personajes


¡Recuerda: estamos en guerra! Borra de tu lista de reproducción «Imagine», de John Lennon



Me doy cuenta de que llevo cuatro entregas en las que hablo del Enemigo como si fuera un conocido común, un amigo o alguien a quien todos deberíamos conocer. He dado por supuesto que sabes quién es o, como mínimo, estás familiarizado con él, sus estrategias y fechorías. Si eres católico, bien formado e informado, sin complejos, conoces y sabes de nuestro amigo, permite la ironía. Pero si eres católico como lo fui yo, nominal que está a por uvas en cuanto a la existencia del demonio respecta o estás leyendo estas palabras porque alguien que te ama mucho y no sabe cómo decirte que ciertas prácticas, que tienes por buenas, no lo son, quizá deba hablarte un poco mucho de este siniestro personaje y la escena bíblica que, como el día de la Marmota, se reproduce como un disco rayado. Una y otra vez, en presente indicativo sin interrupción. Si estás de lleno en prácticas de Nueva Era, la palabra Biblia puede que no te resuene, lo digo en jerga new age, ¿Te resuena? Espera y aparca prejuicios. Sigo. La pregunta es: ¿Cómo te sientes cuando escuchas sin parar el chirrido de un disco rayado? Sé que hoy no abundan los discos de vinilo, es verdad, y si eres tan joven que nunca has tenido ocasión de escuchar el ruido de un disco rayado, te diré que es insoportable ese chirrido en lugar de disfrutar de la música. Es distorsionante, irritante, agobiante, cansino, y si dura mucho, lo peor que puede pasar es que te acostumbras o buscas la manera de focalizar tu atención en otros objetivos menos pesados. Pero el ruido sigue ahí, aunque no te des cuenta, ni te moleste, la distorsión actúa igual en tu psique, ¡Y de qué manera! De hecho, ésta es una de las estrategias estrella del Enemigo, que no te enteres de nada, como la termita que se come la madera del mueble sin que nadie lo perciba.

Lo más eficaz en realidad es parar con esa tortura. Pero claro, nuestro protagonista aquí ya se ha ocupado previamente de hacerte creer que, contra ese ruido asqueroso, si finalmente te das cuenta, estás vendido, no hay nada que hacer, y esta indefensión aprendida es otra de sus estrategias. Pero espero que al final de esta entrega sepas que tienes todo el poder de hacer cesar para siempre el irritante ruido que deconstruye no solo tu mente, sino también tu alma.

Quiero describirte la escena en la que irrumpe el Personaje. No se trata de un lamentable y aislado desliz en el Edén, el paraíso terrenal que Dios había dispuesto para que sus hijos amados Adán y Eva gozaran, se unieran y fueran fecundos en total amistad con Él. Nada de eso, no es una lejana y exótica mitológica escena de los primeros capítulos del Génesis, para nada. Esta escena es eterna, se repite como el disco rayado que te he comentado, creando disonancias y conflictos, muerte y desolación. Esta escena es un patrón, una matriz en la que se gesta el mal. La Biblia no lo relata para entretenerte, sino para alertarte, indicar las dinámicas que se desarrollan en nuestra psique. Y te advierto, la simple negación o increencia de lo que te cuento aquí, no anula la acción, ni mucho menos sus consecuencias. Sigo. En este maravilloso paraíso aparece para romper la unidad, la Serpiente con la única intención de crear enemistad entre Adán, Eva y Dios que había advertido a sus amados que no comieran el fruto que cuelga de la rama de un árbol muy sugerente, el del Conocimiento del Bien y el Mal. So Pena de morir. Antes, cuando los niños recibíamos educación religiosa, sabíamos quién era quién; ahora ya nadie sabe nada. Y en esta nada, ni tan siquiera se percibe el malestar o el dolor. Sólo la anestesia, el pan y circo y la queja estéril. Adán y Eva, la humanidad, criaturas muy amadas de Dios, desnudos en el paraíso, inocentes y en amistad con Dios, no necesitan nada más. Hasta que aparece el amigo, la serpiente, en definitiva, el Enemigo. ¿Quién? Lucifer, Satanás, el demonio, el diablo. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. De nuevo, pregunta: «¿Cuál es el peor daño que puedes infligir a una madre?» Correcto. Dañar a sus hijos. Quédate con eso; el Enemigo tiene un único y pertinaz empeño: hacernos daño para hacer sufrir a Dios y, de paso, llevarse cuantas más almas con Él al gélido infierno, donde toda esperanza se esfuma. Y esta serpiente hipnótica le dice a Eva que muerda ese fruto jugoso, que no le pasará nada malo, que ese Dios al cual son fieles no es más que un aguafiestas mentiroso. Un Dios que limita, prohíbe, castra la libertad y a mayor abundamiento los quiere tontos de remate. La serpiente susurra magnética que muerda el fruto y así obtendrá la sabiduría de Dios. ¿Acaso no es apetecible ser como Dios? ¿Mejor que Dios? ¿Más que Dios? Sí o no. Esta pregunta, que sólo admite una respuesta binaria, es el motor de la destrucción, el dolor, la condenación y el pecado, o la libertad. Siempre podemos elegir, somos libres. ¿Qué hizo la ingenua Eva? «¡Ñam!» Como nosotros, a cada pestañeo de ojos, «Ñam, ñam, ñam...» ¿Soberbia o humildad? Aquí radica todo. Ésa es la escena, las coordenadas, el guion, la motivación, los personajes y el camino o a la esclavitud, las tinieblas o a la libertad y la luz. Quédate con este detalle, la Serpiente avivó las apetencias de Eva, menguando su capacidad de razonar. El fruto le pareció bueno para comer, apetecible y ¡zas!, el deseo, el placer, los sentidos ganan al intelecto y recto razonamiento. Se rompe así la imagen y semejanza con el creador, que nos creó por Amor, Libertad, porque quiso, no porque le apeteciera. ¿Se ve? Dios habla a la razón y el corazón. El Enemigo, al vientre para corromper el corazón y anular la razón.

Quédate con eso; el Enemigo tiene nombre: el Diablo, demonio, Satanás, Lucifer. Es real, inteligente, sutil, malo. Seduce, cautiva, magnetiza, miente, engaña y destruye. No nos ama: nos odia. Nos quiere destruir. No aparece nunca mostrando su fealdad, sus cuernos, rabo y peste a azufre. ¡Qué va! Se muestra impecable, como un dandy, una mosquita muerta, para que no te des cuenta. Te promete lo que nunca puede ni tiene intención de cumplir. Pero bajo el perfume a Chanel, siempre el tufillo a azufre. Una cosa es ser inocente, la otra, ingenuo. El Enemigo apela a tu ingenuidad y buenismo, tu herida, para que pierdas tu inocencia. ¿Y sabes lo mejor? Sabe de antemano que esta guerra que inició ya está perdida. Y eso le da rabia, mucha rabia. Y a nosotros, eso no nos debe dar miedo, tenemos el poder de elegir, humildad en lugar de soberbia. Saber que en toda encrucijada vital se encuentra latente la respuesta binaria, sí o no. Sí a Dios, en su amistad, nada nos falta. No, romper la amistad y que nos falte todo y en ese vacío el enemigo actúa. ¡Recuerda: estamos en guerra! Borra de tu lista de reproducción Imagine de John Lennon. Lo entenderás a lo largo de las entregas.

Eulàlia Casas
, Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau.

 

 

dilluns, 18 d’agost del 2025

El error liberal de la «libertad religiosa» y la desventura del Arzobispo de Tarragona

Monseñor Planellas, Arzobispo de Tarragona, defensor de la Constitución Española y de los Derechos Humanos, paladín de la sociedad democrática y plural, espadachín de la Cadena COPE.

 

El error liberal de la «libertad religiosa» y la desventura del Arzobispo de Tarragona


En declaraciones a Cadena COPE, Monseñor Planellas defiende la «libertad religiosa» (sic) como una cuestión de dignidad humana y apela a la Constitución y a la Declaración de los Derechos Humanos.


 

Hemos recibido la triste (aunque no inesperada) noticia de que en fecha reciente —el día 13 de agosto del año del Señor de 2025— el Arzobispo de Tarragona y Primado de Cataluña, Monseñor Joan Planellas, ha tenido a mal, en la emisora llamada COPE, hacer pública profesión de fe… liberal.

Dijo el señor prelado, con la seriedad de quien cree dictar una sentencia apostólica, que la «libertad religiosa» constituye un pilar irrenunciable de la convivencia y del recto orden social en una sociedad plural y democrática, advirtiendo que cualquier ataque a ella sería «contrario al Evangelio».

Para ello, no apeló a las Sagradas Escrituras ni al Magisterio de la Iglesia, sino a la Constitución del apóstata Régimen del 78 y a la masónica Declaración de los Derechos Humanos.

El director general de Asuntos Religiosos de la Generalidad catalana, el socialista señor Bassas, aplaudió con el alborozo propio del politiquillo de pluma liviana y ambigua, calificando tales palabras de «muy oportunas y valientes».

Y aquí viene lo grave, lo tristísimo y lo escandaloso: que un sucesor de los Apóstoles predique en plaza pública el error que la Santa Iglesia —hasta anteayer, en el calendario de la eternidad— condenó como «pestilente» (en palabras de Gregorio XVI, en Mirari Vos, 1832).

¿Ignora Monseñor que la «libertad religiosa», entendida como derecho para el error, ha sido reprobada por el Magisterio constante de la Iglesia? ¿O lo sabe y, como tantos prelados modernos, prefiere halagar las orejas del mundo antes que custodiar el depósito de la Fe?

No nos cansaremos de recordarlo: el Magisterio de la Iglesia enseña que «sólo la Verdad tiene derechos, nunca el error» (León XIII, Libertas, 1888) y condena la mal llamada «libertad religiosa». Condena que encontramos, de forma reiterada, en Gregorio XVI (Mirari Vos, 1832), en Pío IX (Quanta Cura, 1864), en León XIII (Libertas, 1888), en San Pío X (Vehementer Nos, 1906), entre otros.

Y así fue hasta el Concilio Vaticano II, cuando la declaración Dignitatis humanae, (1965), en el punto nº 2, da un giro de ciento ochenta grados y eleva el error de la libertad religiosa a la categoría de «derecho» (sic).

La fe católica influye en la sociedad, pues aquélla no es sólo una religión individual, sino que inspira leyes, transforma costumbres, familias, etc. Y las consecuencias de Dignitatis humanae en la sociedad Occidental han sido devastadoras: junto a otras causas, ha motivado la descristianización de la sociedad, su organización a espaldas de Dios, la elevación del «hombre nuevo» a las más altas cuotas de podredumbre, el «non serviam» convertido en Ley, la blasfemia vendida como arte, el aborto declarado derecho, la moral católica ridiculizada constantemente, etc.

Y en esta sociedad, moldeada a gusto por Dignitatis humanae, Monseñor Planellas pretende mostrar la «belleza del Evangelio».

¡Qué ingenuidad!

Mientras la Iglesia de antaño combatía los errores, la de hoy los abraza con sonrisa ecuménica, como si el demonio fuese un partner más en el gran networking interreligioso.

¿Acaso no es hipócrita que quienes claman por «libertad religiosa» a favor de los musulmanes en Europa, callan cuando estos mismos martirizan a católicos en Nigeria? ¿O cuando el laicismo cierra iglesias en Canadá, o cuando el wokismo multa a sacerdotes en España por «discriminación» al negarse a bendecir uniones contra natura?

La libertad, señor arzobispo, es para todos… menos para los que defienden la Fe de siempre.


Obispo San Fructuoso, de Tarragona, mártir del siglo III, testigo de Cristo y de la Fe, no de la sociedad democrática y plural ni de la Constitución ni de los DD.HH.



 

¿Acaso el obispo San Fructuoso de Tarragona, mártir durante las persecuciones romanas del siglo III, derramó su sangre por la Constitución Española y por los Derechos Humanos?

¿Acaso tantos mártires que derramaron su sangre en el Anfiteatro de Tarraco durante el Imperio Romano para defender la Fe verdadera, estaban equivocados?

¿O eran unos ilusos, que podrían haberse librado del martirio adorando a los dioses romanos..., pues «todas las religiones nos llevan a Dios»?

¿Acaso San Pedro y San Pablo habrían predicado en el Areópago que todos los cultos son igualmente dignos de protección?

¿Acaso San Olegario, obispo, reconquistador de Tarragona en el siglo XI, se equivocó al recuperar para la Cristiandad, de manos sarracenas, la tierra tarraconense regada por la sangre de los mártires?

¿Acaso el Rey Jaime I habría permitido que en el Principado floreciese la media luna junto a la Cruz?

¿Acaso los 522 mártires de la Cruzada de 1936, beatificados en Tarragona en 2013,  derramaron su sangre por el Estado social y democrático de Derecho?

¿Acaso Cristo murió en la Cruz por «una sociedad plural y democrática»?

No, mil veces no.

Porque sabían que la Caridad no se ejerce dando derechos al error, sino enseñando la Verdad, que es Cristo y su Iglesia. La primera caridad es predicar la verdad íntegra. Hoy, sin embargo, la moda consiste en invitar a todos a sentarse a la mesa, sin preguntar si vienen a adorar al Dios verdadero o a insultarlo.

Monseñor Planellas, con la mejor de sus sonrisas posibles, proclama la libertad religiosa como dogma irrenunciable. Y lo hace mientras los monasterios se cierran, las parroquias y templos se vacían, los seminarios se arruinan y la fe del pueblo se convierte en opinión personal, como si Cristo hubiera dicho: «Id y proponed, que cada cual elija lo que le parezca».

Pues bien: los carlistas, obstinados en nuestra terquedad evangélica, decimos que el único derecho de la mentira es ser callada, y que la libertad para el error no es virtud, sino veneno. Y que, cuando la barca de Pedro haga aguas por los costados —como ya las hace—, no la salvarán ni los aplausos de la Generalidad ni los titulares de COPE, sino la obediencia a Cristo y al Magisterio perenne, que sigue escrito con tinta de eternidad en las páginas de Gregorio XVI, Pío IX, León XIII y San Pío X, entre otros.

Hasta entonces, guardaremos la Fe de siempre, como otros guardan el Régimen del 78, la Constitución Española o la Carta de Desechos Masónicos. Y el resto… humo liberal, que el viento esparcirá.

Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau


Cristo Rey del Universo, no presidente de la república democrática y plural.

 

divendres, 15 d’agost del 2025

15 de agosto: la gloriosa Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos

Wencker, Joseph (1907): L'ASSOMPTION DE LA VIERGE, mosaico, Basílica del Rosario, Lourdes, Francia. Foto: propia.

 

15 de agosto: la gloriosa Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos


Por José Torras y Bages, en «El Rosario y su mística filosofía», Barcelona, Tipografía Católica, 1886


 

I.— Glorioso fue el fin de la vida de María, así como en los demás el término de la vida humana suele ser triste y acongojado. Su vida fue santísima, celestial más que terrena; estaba en el mundo, sobre todo después de la Ascensión de su Hijo a los cielos, con el cuerpo, pero en deseo y aspiración y aun en continua conversación estaba en los cielos; era la saeta que estaba en el arco tirante contenida por la cuerda de la vida, pero cuyo impulso era dirigirse al cielo, empujada por la fuerza de la caridad o amor que a Dios su Hijo profesaba; por lo cual disparado el arco, es decir, quitado el impedimento de la vida terrena, aquella alma purísima y encendida de amor fue a clavarse en su blanco que era Dios, viviendo con Él una misma vida por toda la eternidad. Enseña Santo Tomás esta comparación de la salida del alma del hombre de su cuerpo, y su impulso hacia Dios, comparándola con la saeta disparada que va a su blanco; y añade, por tanto, que la participación de la vida divina y el gozar eterno de la bienaventuranza, están en proporción al empuje de la caridad que impulsa las almas hacia Dios, clavándose más o menos ahincadamente en Él según la proporción con que la fuerza del amor hacia Dios las impelía.

    Llególe, pues, a María la hora de salir de este mundo y de unirse con Aquél que por espacio de nueve meses había traído encerrado en sus entrañas; llególe la hora de sumergirse en aquel infinito océano de purísimas delicias, de satisfacción completa, de reposo inalterable y sempiterno. Bastante había ya peregrinado por la tierra, bastante había durado este destierro; más destierro para Ella que para todos los demás descendientes de Adán, pues para el inocente es más ciertamente destierro el alejamiento de la patria que para los culpados; y culpado es todo el linaje humano, exceptuada aquella inocentísima Señora. Permitió Dios, no obstante, en su infinita misericordia para con los pecadores, que el destierro de María en la tierra durase más, para que su virtud luciese más espléndidamente, y sirviese de modelo a todo el devoto linaje de las mujeres cristianas; mientras al propio tiempo era consuelo, guía y maestra de los primeros padres de nuestra santa fe. En la infancia y la juventud fue dechado de doncellas y vírgenes, pura, inocente, respetuosa y recogida. En su castísimo matrimonio fue ejemplar de esposas y de madres; laboriosa, amante y amiga de su casa. En los últimos años de su vida, única entre las santas personas de su familia que quedó en la tierra, es fortaleza y auxilio de las viudas solitarias. Todo el curso, pues, de su santa vida fue aprovechadísimo; y el tesoro de sus virtudes estaba repletísimo, cuando el Señor quiso llamarla a aquella corona y a aquel trono, que desde toda la eternidad le tenía preparado.

    Juntáronse en su muerte, dice la tradición de los Santos Padres, los Apóstoles, cuyas evangélicas tareas habían ya multiplicado el número de los discípulos de la cruz; rodean a la Celestial Señora, que recostada sobre su Amado, es decir, sostenida en espíritu por el buen Jesús, se despide de ellos y les da provechosísimos avisos, los bendice con afectos de Madre; y su bienaventurada alma, presa por tantos años en la cárcel de la carne, vuela alegremente hacia la patria celestial. Su muerte fue muerte verdadera, mas tan dulce, tan tranquila, tan distinta de las otras muertes, que los santos la llaman sueño placentero, y tan ligero que de él debía despertar dentro de poco en una vida más excelente y divina. No debía sujetarse a la corrupción del sepulcro aquella carne purísima, de que no se desdeñó de vestirse el mismo Hijo de Dios en su venida al mundo; no debió aquel sagrado edificio del cuerpo de la Virgen ser destruido y luego vuelto a edificar, para alcanzar la honra de ser colocado en la eterna ciudad de Dios; los cuerpos de los otros hombres no pueden entrar en aquella purísima mansión de los cielos, sin que la descomposición y la Resurrección les haya purificado de sus perversas, feas y sucias cualidades; la carne del pecado no es capaz de la glorificación, sino mediante una previa destrucción; la carne de María pudo ser glorificada, porque no fue rebelde a la gracia y largueza con que Dios favorece a esta parte más vil de la humana naturaleza, espiritualizándola en cierto modo, por lo que pudo inmediatamente ser levantada a la gloria de digna compañera del espíritu.

    Los santos doctores hablan con devoto entusiasmo y con dulcísima elocuencia de la introducción de María en los cielos, de su triunfal entrada en la eterna Jerusalén de la gloria. Los ángeles fueron el carro de victoria sobre el cual entró la Vencedora de Satanás, músicas y conciertos divinos la acompañan, las eternas moradas revístense de nueva magnificencia porque va a tomar posesión de ellas su Soberana, y los bienaventurados habitantes de aquel palacio de la Divinidad, alborozados y llenos de júbilo, la reciben con el amorosísimo acatamiento de que la hacen digna su autoridad de Madre de Dios, el colmadísimo mérito de sus heroicas virtudes, y el agradecimiento de que le son acreedores, porque mediante su intercesión pudieron ellos, pobres pecadores, ascender a la dignidad de hijos y coherederos de Dios.

    Y no tomes esto, cristiano, por pía creencia, sin sólido fundamento, de hombres devotos; es una verdad ciertísima que la misma razón, no ya sólo la tradición de la Iglesia, evidencia, porque si sabemos de varios santos, por irrefutable testimonio humano, que la hora de su muerte (la salida de su alma del cuerpo mortal) fue solemnizada con celestiales y armoniosos conciertos y con el acompañamiento de angélicos coros, ¿no sería falta de entendimiento suponer que de otra manera había de ser recibida en la hora de su entrada en el cielo la Santa Madre del Salvador del mundo y Señor de la gloria?

II.— Es esta fiesta de María la más solemne y señalada entre todas las destinadas a su honor y culto; es la fiesta de María por excelencia, por lo cual los antiguos la llamaron la Pascua Mariana. En todos los demás misterios y fiestas de la Virgen, su gloria es grande y admirable, es cierto, en todas ellas se manifiesta su excelencia soberana; mas el complemento de su gloria, el lleno de su dignidad, el apogeo de su excelencia soberana, sólo resplandece en este día de su maravillosa Asunción a los cielos. Todos los demás pasos de su vida, todos los accidentes de su maravillosa historia, y los acontecimientos de su sobrenatural vocación, se encaminaban a este definitivo y sempiterno triunfo, que la Iglesia celebra bajo el nombre de la Asunción gloriosa de la Virgen al cielo. Demuestra, pues, a María tu amor alegrándote de esta su felicísima alegría, felicitándola por su sobrenatural encumbramiento, y sea tu oración himno de admiración, de gratitud, de filial afecto, de nobilísima satisfacción y consuelo, contemplando a una pura Hija de Adán servida, obsequiada y agasajada por las más altas dignidades de la Corte angélica, que le prestan el tributo de sus devotos y humildes obsequios.

III.— Mas en medio de tanta gloria y majestad, en el engrandecimiento de esta soberana Señora, no te olvides de tu miseria, y de que si Ella pudo tener una muerte dulcísima, tú no debes vanamente confiar en la tuya, sino convencerte de que eres pecador, y que por lo mismo la hora de la salida del mundo, inmediatamente unida a la hora en que debemos rendir nuestras cuentas al soberano Juez, es un paso difícil y rodeado de peligros presentes y de angustias por lo que después nos espera. Sí, la muerte; he aquí el único momento importante de la vida, el punto a donde convergen todos los esfuerzos del hombre. Hubo filósofos antiguos que, discurriendo sólo por luz natural, afirmaron y sostuvieron que la ciencia de la filosofa no era más que una preparación y estudio para la muerte; y en esto dijeron una sentencia tan verdadera, que coincide con lo que nos enseña la Sabiduría Divina. Al mismo tiempo la experiencia de los siglos, acorde también con la palabra de Dios, demuestra que la muerte es tal como fue la vida (1), de que es término; por lo cual, alma cristiana, ante la muerte y Asunción gloriosa de María propone imitar la ejemplar vida y las santas virtudes de esta Señora, si quieres tener una muerte parecida a la suya. La muerte de los santos es preciosa, dice el Espíritu Santo; hazte tú santo y tu muerte será preciosa también. Nada temerás en la hora de la cuenta, si procuras llevar siempre bien ajustada la de tu vida; no sentirás dejar el mundo, ni sus placeres y vanidades, si profesando la sabiduría cristiana has sabido conocer su vaciedad, y al mismo tiempo la grandeza , la hermosura y la bondad de Dios. Si tu espíritu repugna las cosas terrenales y anhela las celestiales; si no ama el fugaz aparato del mundo, y está enamorado de la hermosura de Dios, al llegar la hora de unirse con Él se sentirá feliz, y todos los esfuerzos del infierno no contrarrestarán los de aquella poderosísima Abogada, a la cual el devoto del Rosario tantas veces con anticipación prudente ha pedido que rogase e intercediese por él en la hora de la muerte.


José Torras y Bages
El Rosario y su mística filosofía,
Barcelona,
Tipografía Católica,
1886

 

 

(1) San Bernardo de Claraval, en su Sermón número 49, enseña que al igual que un árbol cae hacia el lugar donde está inclinado —hacia el lado donde más pesan sus ramas—, así el alma del hombre cuando muere suele inclinarse hacia el lado donde en vida sus ramas (es decir: sus pensamientos, deseos, vicios, obras…) más crecieron y pesaron. «Pues quien no ha estado inclinado hacia el Cielo, ¿cómo caerá a su lado? ¿Cómo no teme caer a la parte contraria, pues a ella ha estado siempre inclinado?»  




Círcol Tradicionalista de Barcelona Ramon Parés y Vilasau

dimecres, 6 d’agost del 2025

De Babilonia a Roma (IV): En Babilonia, pero protegida

Verrocchio: BAUTISMO DE CRISTO, 1472-1475, óleo sobre tabla, 177 cm x 171 cm, Galería Uffizi (Florencia, Toscana).


 

De Babilonia a Roma (IV): En Babilonia, pero protegida


Los Sacramentos son gratuitos y tienen todo el valor: Dios se da entero. En cambio, el Demonio te secuestra.



Antes de meterme en harina, como se dice popularmente, quiero escribir sobre ciertos aspectos muy relevantes, gracias a los cuales mi deambular errático por el hipermercado espiritual no ha sido más penoso de lo que fue. Además, han fortificado mi alma y espíritu. También han contribuido a que las alarmas se encendieran cuando el terreno que pisaba era resbaladizo y peligroso, como las arenas movedizas que engullen sin remedio al abismo. Y ahora que lo pienso mejor, no eran las alarmas, sino el Espíritu Santo, mi ángel de la guarda, toda la comunión de Santos y el ejército celestial en batallón protegiendo mi alma.

¿Por qué quiero detenerme en eso? Primero para dar gracias a Dios y también a mis padres por lo que ahora diré. Y repito, no importa tanto mi historia, sino lo que subyace en ella, extrapolable a cualquier Eulàlia que me lea o le pueda ser útil lo que estoy relatando de la mejor forma que sé.  

El primer gracias es por el bautismo; sin este sacramento, hubiera estado totalmente desprotegida, vulnerable a expensas de la peor de las depredaciones del Enemigo. El bautismo me selló, lo tengo clarísimo y me da pena y miedo a la vez ver la cantidad de niños y adolescentes que no están siendo bautizados actualmente. Aunque fuera por tradición, en mis tiempos todo bebé era bautizado. Doy gracias por haber recibido catequesis y religión, a pesar de que esta fuera una suerte de catolicidad kumbayá  «agermanats anirem caminant sota un cel ben blau…la, lalalala tralalá….» La melodía todavía resuena en mí, con guitarras y batería de fondo, y una imagen trasnochada de chirucas y foulard de boy scout. Cierto que la religiosidad era edulcorada, o como el café al cual se retira la cafeína, algo light, ni sal ni luz, pero al menos se sembró en mí una semilla, un conocimiento de la historia sagrada y los evangelios que hoy en día mis alumnos pre-universitarios no tienen, ni por asomo.

La primera comunión y confirmación, otro sello que ha mantenido mi alma a salvo, ha permitido que el Espíritu Santo me soplara cuando era requerido y, lo mejor de todo, que yo atendiera al soplo y me pusiera en acción. Y sí, la Iglesia en la que crecí era muy tibia, a la catalana, progre, pero los sacramentos son los sacramentos. Gracia santificante, no magia, porque los cristianos nos santificamos a diferencia de la New Age en la que se evoluciona y progresa. Los sacramentos son Verdad, reales, eficaces, potentes. En la Nueva Era se hacen todo tipo de rituales mágicos que a veces funcionan muy bien, cosa que ya te contaré por qué, pero su eficacia decae. Todo lo del Enemigo es puro embuste, falso, estridente y hortera. Pero a su vez seduce y parece que da resultados. Pero con el pasar del tiempo, la magia va destruyendo tu alma, parasitándola y habitándola de demonios. Y cuanto peor te sientes, más acudes a la magia, el bucle, es ridículo y perverso a la vez, ahora que lo veo desde fuera. Además, la magia es muy cara, en cambio, los sacramentos son gratis. La magia vale mucho dinero, pero no tiene valor. Los Sacramentos son gratuitos y tienen todo el valor. Dios se da entero. El Demonio, te secuestra.
 
Mención aparte merece mi madre: su empeño en que la Biblia tenía todas las respuestas que necesitaba, y, sobre todo, las preguntas, me encendió la rebeldía. Y sí, hastiada de escucharla, en mi rebelde adolescencia decidí hacerme con una Biblia, que todavía conservo con mucho cariño. Decidí comprobar por mí misma si mi madre tenía o no razón. ¡Y sí, la tenía! Me enamoré de la Palabra, acudí a cursos bíblicos en el convento franciscano de al lado de donde vivía, en Arenys de Mar. Me leía todos los libros que podía acerca de Jesús, su vida. Me sumergía en la Palabra, devoraba sus páginas, aprendía de mi Biblia que me acompañaba en el autobús, tren, comisarías, juzgados de guardia. ¿Te había dicho antes que fui abogada penalista? Ahora ya lo sabes. En fin, mi cercanía con Dios a través de la Biblia y escritos de teólogos, escritores, santos, era medicina en aquellos tiempos convulsos de mis escasos treinta años. Llegados a este punto, puede que te preguntes de nuevo, ¿y cómo se torció todo? ¿En qué momento apareció el desvío en el camino?  Te dejo con la pregunta, y quizá aventures las respuestas, que no tardarán.

Eulàlia Casas, Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau.

 

 

divendres, 1 d’agost del 2025

El único antídoto: el tradicionalismo


 

 El único antídoto: el tradicionalismo



«Es necesario sustituir en el terreno político a los principios liberales, los principios tradicionalistas, únicos que en el orden gubernamental pueden conseguir la prosperidad en el Estado, el orden y bienestar en la sociedad, y la paz y sosiego en la familia».



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El 1 de agosto de 1897, el diario carlista EL NORTE, de Gerona, publicó en portada el artículo «El único antídoto», firmado por el abogado carlista Régulo Cumané. Por su interés y actualidad (salvo algunas referencias al colonialismo y otras pequeñas salvedades), lo reproducimos íntegramente a continuación:



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EL ÚNICO ANTÍDOTO

El pueblo no vive aletargado porque ni la catalepsia es propia de los pueblos ni se han perdido por fortuna en nuestra desventurada patria el sentimiento de dignidad y la esperanza de próxima regeneración.

Díganlo si no este malestar general y esta protesta continua que en todas las clases sociales levantan los desdichados actos de nuestros gobernantes.

El obrero, el hijo del trabajo, el que con el sudor de su frente es elemento eficacísimo para el cumplimiento de la ley de condicionalidad humana, ha visto desaparecer las prendas más queridas de su corazón, y ante la casi imposibilidad de volver a recobrarlas, dado el escaso criterio sustentado por nuestros gobiernos en las cuestiones coloniales, maldice a los políticos que invocando el santo nombre de la Patria le han robado lo que más amaba: su hijo querido.

Pero es más: no tan solo los nefandos políticos que se turnan en el poder han triturado el corazón del hijo del pueblo, sino que han pervertido su conciencia y anublado la esperanza de tranquila ancianidad.

Sí, desgraciadamente la inteligencia de buena parte del pueblo español, gracias estas libertades importadas por la revolución, ha asimilado doctrinas contrarias al espíritu de resignación cristiana y sólo capaces para sembrar odios y discordias que al engendrar el socialismo y el anarquismo, han llevado la perturbación al seno de las modernas sociedades.

Los gobiernos liberales han realizado la gran empresa de desterrar del hogar del hijo del trabajo la llamada por el socialista Jaurés «vieja canción que mecía el sueño de la infancia», han destruido la idea religiosa que anidaba en la conciencia del obrero y le prestaba fuerzas para continuar la trabajosa lucha de la existencia, y una vez el obrero sin Dios y por tanto sin esperanza de la vida eterna del alma, de aquella vida exenta de injusticias, ha roto toda traba y ha querido vivir sin el esfuerzo personal que agotaba sus energías y amargaba su vida, acogiéndose bajo la sobra de unas doctrinas que al destruir los derechos naturales tocaban los fundamentos de la sociedad.

Y por más que se diga, no puede el anarquismo exterminarse ni tan siquiera debilitarse con la intervención del verdugo y promulgación de leyes coercitivas. El anarquismo es un cuerpo de doctrinas, un orden de ideas que se han infiltrado más o menos en la conciencia del pueblo, y las ideas no se desarraigan del seno de la sociedad con la aplicación de la pena de muerte. Es necesario, para contrarrestar esta perniciosa corriente, acudir a otro manantial de doctrinas e ideas completamente armónicas, al manantial purísimo del Evangelio de donde brota constantemente la caridad que, al hacer a los hombres hermanos, proporciona inefable paz y bienestar a las humanas sociedades.

Esto no se ha hecho bajo el imperio de estos Gobiernos liberales que han desoído la voz del Supremo Representante de Dios en la tierra. ¿Cómo podía conseguirse si tales gobiernos empiezan por desconocer y conculcar en la ley fundamental de Estado los derechos esenciales y primarios de la Iglesia?

El liberalismo es, pues, impotente ante la anarquía, y es natural y lógico que así sea, pues que las teorías anarquistas hijas son y bien legítimas de aquel monstruoso sistema político.

Además, como hemos dicho al principio, la desastrosa labor de los políticos partidarios de este sistema desacreditado en el terreno científico y más aún en el práctico, ha del todo amortiguado en el corazón del obrero la esperanza consoladora de una vez tranquila y reposada.

Porque hoy, destruidos los gremios, con las pasiones exacerbadas y la usura imperante, acumulada la riqueza en pocas manos, y en lucha continua el trabajo y el capital, no es posible que los pequeños industriales prosperen, ni que el obrero a copia del ahorro obtenga medios para trocar su triste situación en la más desahogada del patrono.

Y estas dificultades se acrecientan de manera tremenda en nuestra desgraciada nación, pues que a todos los males reseñados agrégase un sistema tributario que, lejos de proporcionar facilidades, acumula mil contrariedades al honrado trabajador que contando con escasos recursos y fiando principalmente en su laboriosidad y honradez se atreve a abrir un establecimiento industrial o mercantil.

Todas estas concausas hacen que  la clase obrera esté revuelta y sea grande el desasosiego que experimenta, apareciendo de vez en cuando señales evidentes de este malestar general, chispazos precursores de la revolución social que se avecina.

Para evitarla es necesario que unan en compacto grupo todos los hombres amantes de la justicia, y que, decididos a obrar, destruyan la mala semilla que tantos males nos ha reportado, sustituyendo en el terreno político a los principios liberales, los principios tradicionalistas, únicos que en el orden gubernamental pueden conseguir la prosperidad en el Estado, el orden y bienestar en la sociedad, y la paz y sosiego en la familia.

–Régulo Cumané

Republicado por el Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau

 


 

dimecres, 30 de juliol del 2025

Hablemos en serio de inmigración e Iglesia postconciliar

 

Hablemos en serio de inmigración e Iglesia postconciliar



La defección de la Iglesia postconciliar, en aras del falso ecumenismo, ha renunciado a misionar en tierras paganas africanas para fundamentar una buena moral, lo cual ha perjudicado el desarrollo económico en los países emigrantes




El pasado 19 de julio, Juan Manuel de Prada publicó en el diario ABC su excelente artículo Hablemos en serio de inmigración, que puede consultarse en este enlace.

En él, el autor da en la diana cuando constata que tanto la izquierda como la derecha fingen antagonismo pero en realidad sirven al mismo amo, el cual fomenta un orden económico ávido de mano de obra barata, para lo cual promueve la política de fronteras abiertas.

Desearíamos añadir al excelente artículo de De Prada una cuestión aparte, aunque relacionada: la defección de la Iglesia postconciliar que, en aras del falso ecumenismo, ha renunciado a misionar en tierras paganas africanas para fundamentar una buena moral, al tiempo que podría allí promover el desarrollo económico. Esto evitaría o minimizaría desastres de crueldad moral y pobreza física como la que sucede en tantos países de África. Y minimizaría, por tanto, la necesidad de emigración de sus habitantes.

En efecto, después del desastre del Concilio Vaticano II, obra de unos ideólogos, que nunca fueron misioneros y a veces ni párrocos, la Iglesia en África está sumergida por las sectas y el Islam. 

 



En 1987, Monseñor Lefebvre, que fue misionero en África durante 30 años (desde 1932 hasta 1962), dijo: «Si las naciones occidentales que tenían el cargo de levantar esas poblaciones africanas no hubieran traicionado su misión y si la misma Iglesia no se hubiera negado a sí misma, en lugar de ver la inquietante progresión del islamismo, la mayor parte de África sería hoy católica» (Biografía, por Tissier de Mallerais, p. 257).

Monseñor Lefebvre fue testigo de cómo la evangelización de la Iglesia en África (antes del Concilio Vaticano II) transformaba no sólo a las almas sino también a las sociedades.

Así, Lefebvre vio personalmente que «donde llegaba la misión, las chozas se ordenaban alrededor de la iglesia, el trabajo adquiría dignidad, y las tribus abandonaban prácticas bárbaras. La Cruz hacía florecer la civilización» (Conferencia en Écône, 1976).

Esto era así porque «la fe católica no es sólo una religión individual; construye reinos, inspira leyes, santifica las costumbres y eleva la familia y la sociedad» (Le destronaron, 1988).

La clave, para Monseñor Lefebvre, era que «el misionero no viene a imponer una cultura extranjera, sino a purificar lo que está oscurecido por el pecado y elevar lo noble con la gracia de Cristo» (Conferencia en Dakar, 1948). Así, no sólo se bautizaban almas, sino que se «bautizaban culturas» —sin destruir lo bueno en ellas— para construir un orden social cristiano. 

 



Monseñor destacaba de su labor misionera preconciliar en África, entre otras cosas:


La significación del trabajo y la familia: Introducción del matrimonio indisoluble, defensa de la propiedad tradicional (comunal, gremial e individual), y la promoción de oficios artesanales.

El abandono de prácticas contrarias a la ley natural: Como la poligamia, los sacrificios humanos o el infanticidio.

El ordenamiento comunitario de las aldeas: Éstas se reorganizaban en torno a la iglesia, la escuela y el dispensario médico, creando así un núcleo de caridad y autoridad legítima.

Todo esto se perdió tras el Concilio, en aras del ecumenismo y del indiferentismo religioso promovido por la propia jerarquía postconciliar —ahora dicen que «todas las religiones llevan a Dios» (sic) o que «no existe un Dios católico» (sic)—, y de una labor meramente material y asistencial ajena al mandato evangélico de «id y predicad».

Por tanto, podríamos considerar que la actual inmigración africana en Europa responde, entre otras causas, a la de la defección de la Iglesia postconciliar en África: «Sin la Cruz, las clínicas y escuelas son sólo parches temporales. La verdadera caridad exige darles a los pueblos la luz de la fe». (Carta a los Bienhechores, n° 29, 1985).

A pesar de esta defección, algunos mantienen aún las misiones y la Tradición, transmitiendo lo que recibieron:


https://youtu.be/e783ljJ49Lo?si=noJuH3ixB_zTTcwJ


Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau