La peste porcina africana como ejemplo de la crisis liberal
La declaración de emergencia sanitaria por la Peste Porcina Africana (PPA) el 9 de diciembre de 2025 en Cataluña trasciende el ámbito veterinario: es un ejemplo de las contradicciones del régimen liberal, tanto en su versión centralista como en su derivación nacionalista-autonómica. Más concretamente, este episodio revela el fracaso de tres pilares del orden revolucionario liberal: la soberanía nacional abstracta, el centralismo administrativo, y la economía liberal desarraigada.
Crítica a la concepción liberal de la soberanía
La respuesta del Govern ha sido normativista, abstracta y despersonalizada. Ha dictado leyes y restricciones que proceden verticalmente de la Administración, ignorando las costumbres y la prudencia práctica de las comunidades afectadas. Así, se aplica el mismo protocolo a la macro-explotación industrial que a la granja familiar, violando el principio de justicia conmutativa. Y es que la «Cataluña» a la que protegen estas normas es una entidad jurídico-administrativa, no la red orgánica de personas, familias y corporaciones (gremios, cofradías, municipios) que constituyen la nación real.
Contraste carlista: En cambio, el carlismo propone considerar en los cuerpos intermedios naturales. Así, la competencia sanitaria animal debería residir primariamente en Juntas de Sanidad Locales de composición mixta (autoridad municipal, veterinarios prácticos, representantes gremiales), sometidas sólo a principios generales de salus populi desde instancias superiores (Reino, Corona). La eficacia nace del conocimiento directo y la responsabilidad vecinal, no de la planificación burocrática.
Crisis de la Autonomía
El Estatuto de Autonomía del Régimen del 78, lejos de realizar el ideal foral, ha creado un mini-Estado centralista que reproduce los vicios liberales «de Madrid» a escala reducida. La crisis de la PPA demuestra que el autonomismo es centralismo de segundo grado: La gestión se ha centralizado en «Barcelona», repitiendo el error que el foralismo históricamente combatió: la sustitución de la libertad concreta por la administración lejana. Los payeses de Segrià están hoy tan lejos de los consellers barceloneses como lo estaban de los ministros madrileños.
Contraste carlista: La verdadera autonomía es la foral. Es decir, el reconocimiento de la personalidad histórica y jurídica de cada Reino o territorio, con sus propias leyes, instituciones y competencias originarias, no transferidas por un Estado.
Crítica del modelo económico
La rápida propagación del virus tiene una causa estructural: el modelo de macro-explotación porcina intensiva, promovido por el capitalismo agrario y subvencionado por políticas comunitarias. Este modelo:
1. Rompe el vínculo tierra-animal-hombre, concentrando miles de cabezas en espacios reducidos, facilitando la propagación de patógenos.
2. Destruye la pequeña propiedad familiar y la ganadería de traspatio, pilares de la sociedad orgánica y garantes de la diversidad genética y la resiliencia sanitaria.
3. Convierte al campesino en empresario agroindustrial, sujeto a los vaivenes de un mercado global que hoy, con la prohibición de exportaciones, lo aniquila.
Contraste carlista: Frente a esto, el carlismo defiende la propiedad privada familiar ligada a la función social, el uso frugal de los recursos y la preeminencia del mercado local sobre el global. La crisis sanitaria es, en el fondo, una crisis del orden económico anti-natural. La solución no pasa sólo por controles, sino por un retorno a una economía agraria distribuida y a escala humana, protegida por aranceles comunitarios y regulada por gremios modernos que fijen estándares de calidad y densidad ganadera sostenibles.
Hacia una restauración orgánica
La Peste Porcina Africana evidencia que los sistemas basados en la soberanía de la voluntad individual o nacional abstracta terminan generando administraciones ineficaces, ideologizadas y alejadas de la realidad social concreta.
El carlismo, como doctrina restauradora del orden natural cristiano, propone un camino distinto:
1. Restitución de la soberanía social a los cuerpos intermedios naturales: familia, municipio, gremio, región histórica.
2. Gobierno prudencial ejercido por autoridades surgidas de (y vinculadas a) esas comunidades, no por una clase política profesional.
3. Economía al servicio del hombre, basada en la propiedad familiar y la cooperación corporativa, no en la especulación capitalista o la planificación estatal.
Solamente un orden político que reconozca la naturaleza social y comunitaria del hombre, y que estructure el poder de acuerdo con el principio de subsidiariedad, podrá gestionar crisis como la actual con eficacia, justicia y respeto a la dignidad de las personas y las comunidades que, hoy, sufren en silencio el fracaso de la modernidad.
Josep de Losports, Cercle Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau
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