Patriótica defensa de la lengua catalana publicada en 1932 en el diario madrileño EL SIGLO FUTURO
Por el tradicionalista Luis Ortiz y Estrada (Lérida, 1889 - Barcelona, 1975), ingeniero, escritor y periodista
*****
En las efemérides carlistas del 22 de junio, Agencia FARO nos informa de que, en 1932, el diario madrileño «EL SIGLO FUTURO publica en primera plana una patriótica defensa de la lengua catalana». Por su interés y actualidad, reproducimos dicho artículo a continuación, escrito por del ilerdense Luis Ortiz y Estrada.
*****
«LA LENGUA CATALANA»
En el diario EL SIGLO FUTURO, Madrid, 22 de junio de 1932
Por Luis Ortiz y Estrada
No nos cansamos de repetir que somos contrarios al Estatuto catalán, que es nuestro deseo el que no se apruebe, por las razones expuestas multitud de veces y porque, ni aun por el camino indirecto del Estatuto, queremos dar nuestra sanción a una Constitución atea y persecutoria de nuestras creencias religiosas.
Pero a cuenta de oposición al Estatuto se han dicho y se dicen muchas cosas que no pueden merecer nuestra aprobación y no queremos que se pueda creer que con ellas nos solidarizamos.
Estos días se ha hablado y se habla de la lengua catalana y cómo debe usarse en Cataluña. EL SIGLO FUTURO ha hablado de esta cuestión. Posiblemente volverá a hablar de ella, pero, entretanto, tenemos un singular placer en reproducir fragmentos de trabajos de dos grandes autoridades, de cuyo españolismo no hay quien pueda dudar. Éste es nuestro homenaje a la lengua catalana en los presentes momentos.
Deja lo que sigue Menéndez y Pelayo en un trabajo titulado Raimundo Sabunde, español:
«¿Ignora el respetable clérigo (se refiere al abate Reulet) que los barceloneses, lo mismo ahora que en el siglo XV, no tienen por lengua materna el castellano, sino el catalán, es decir una lengua de oc, hermana del provenzal, hermana de la lengua de Tolosa, donde se escribió el Libro de las Criaturas, en un latín bastante malo, que abunda en catalanismos por ser catalán el autor y en provenzalismos, porque había residido mucho tiempo en Tolosa, y en repeticiones y desaliños y redundancias como todos los libros de profesores no literatos y más en el siglo XV?»Déjese, pues, el abate Reulet de traer a cuento la lengua española, frase mal sonante y rara vez oída de nuestros clásicos, que se preciaron siempre de escribir en castellano. Tan española es la lengua catalana, como la castellana o portuguesa».
En la Introducción al programa, que el mismo autor escribió en sus oposiciones a la cátedra de Historia crítica de la Literatura española, del doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, decía:
«En primer lugar, y concretándonos a nuestro estudio, ¿existe, por ventura, una lengua española? ¿Es castizo ni propio ni adecuado este nombre? ¿Le usaron alguna vez nuestros clásicos? Antes del siglo XVIII, y en cuanto a mis lecturas alcanza, sólo recuerdo haberle visto en autores extranjeros. Prescindamos del nombre, y vamos a la cosa:
»¿Qué lengua es ésa? La castellana. ¿Y por qué? Porque desde el siglo XVI viene siendo la lengua literaria por excelencia, la más cultivada y enriquecida, y en tiempos más recientes ha podido considerarse como lengua oficial de la Península Ibérica, excepción hecha del reino de Portugal, cuya historia literaria consideran algunos tan distinta y apartada de la nuestra como la alemana o la inglesa, sin reparar que apenas puede darse un paso en la literatura castellana sin tropezar con huellas portuguesas.
»Si sólo desde el siglo XVI data este predominio del habla de la España Central, ¿qué hemos de hacer con la literatura de la Edad Media? ¿La estudiaremos sólo en uno de los pueblos peninsulares? ¿Y por qué en Castilla y no en Cataluña o en Portugal? ¿Qué fuero o privilegio especial teníamos nosotros sobre los demás españoles? ¡Y qué vacíos y contradicciones resultarían de ese estudio! Alfonso X, pertenecería a nuestra historia como legislador, como didáctico, como historiador, pero no como poeta, porque las Cántigas están escritas en gallego.
»Españoles fueron en la Edad Media los tres romances peninsulares: todos recorrieron un ciclo literario completo, conservando unidad de espíritu y parentesco de formas, en medio de las variedades locales. Eran tres dialectos hijos de la misma madre, hablados por gentes de la misma raza y empeñadas en la misma empresa. Las tres literaturas reflejaban las mismas ideas e iguales sentimientos y recíprocamente se imitaban y traducían.»
Y muy oportunamente cita las siguientes palabras de Almeida-Garret, poeta portugués por excelencia:
«Ni una sola vez se hallará en nuestros escritores la palabra español designando exclusivamente al habitante de la Península, no portugués. Mientras Castilla estuvo separada de Aragón, y ya mucho después de unida a León, nosotros y las demás naciones de España, aragoneses, castellanos y portugueses y todos, éramos, por extraños y propios, comúnmente llamados “españoles”, así como aún hoy llamamos alemán indistintamente al prusiano, sajón, hannoveriano, austríaco: así como el napolitano, el milanés, el veneciano y el piamontés reciben indistintamente el nombre de italiano.
»La pérdida de nuestra independencia política después de la batalla de Alcazarquivir dio el título de reyes de las Españas a los de Castilla y Aragón; título que conservaron aun después de la gloriosa restauración de 1640. Pero españoles somos, de españoles nos debemos preciar: Castellanos, nunca.»
Y el portugués que esto dice es uno de los mayores enemigos de la unidad política peninsular.
¿Y qué dice Mella, el orador que con tanta elocuencia cantó el españolismo? Pues dice lo siguiente:
«Así se forman las regiones que llegan a tener una personalidad jurídica, que posee franquicias para regir su vida interior, y que tiene también la expresión unas veces de su lenguaje, casi siempre de su derecho, y una fisonomía particular y privativa e instituciones peculiares que le son tan propias como su lengua (Rumores), sí, lengua, sí ¿qué duda cabe?
»Parecerá una cosa inaudita, será asunto de befa para las generaciones venideras que en el Parlamento haya podido discutirse alguna vez si el Estado tiene derecho a intervenir para cercenar la lengua de un pueblo. ¿Es que la lengua no es un importantísimo hecho social? ¿Es que la lengua ha brotado de una fórmula a priori lanzada por un legislador?»Los orígenes de la lengua son misteriosos; su fuente se pierde en la obscuridad, como antes se creían perdidas las fuentes del Nilo. Las gramáticas aparecen siempre después de la formación de la lengua y los filólogos después de las gramáticas: la lengua obedece a leyes misteriosas cuando tiene su gestación en las entrañas de un pueblo; y este hecho, a donde el poder no alcanza, ¿va a estar sujeto al capricho de los legisladores, al capricho del Estado?
»¡Ah!, señores, eso equivaldría a que un día el Estado decretara que los ciudadanos tienen obligación de ser rubios o morenos. Por más que, dadas los tiempos que corren, no me extrañaría que se llegase a tanto, porque la química ha penetrado en el secreto de los tocadores. Y es cosa fácil el ver que una morena por la tarde, aparezca rubia por la mañana (Risas); de modo que no haría gran milagro el Estado con mandarnos por ese aspecto.»Pero no me extrañaría, repito, que, si siguiesen los legisladores en ese afán de intervenir en todos los actos de la vida íntima de un pueblo, llegase un momento en que un ministro, queriendo dejar atrás a los demás en la tiranía recreativa de un cesarismo menudo, llegase a ordenar que se suprimiesen los ojos azules por demasiado ideales, los negros por demasiado incendiarios, y se obligase a todas las españolas a que llevasen los ojos trigueños (Risas).»
Medítense estos pasajes de dos españoles de cuerpo entero a quienes podrá discutirse en cualquier aspecto que no sea el amor acendrado a España y al idioma castellano.
España es realmente una unidad histórica y social que en ciertas épocas históricas no ha tenido unidad política (la actual es una, recuérdense Portugal y Gibraltar), pero no es una unidad lingüística. De este hecho hay que partir, considérese ventaja o inconveniente, que no es el momento ahora de dilucidarlo, y como la lengua materna de los catalanes es el catalán (lo dice Menéndez y Pelayo, y los hechos lo proclaman con elocuencia indestructible), piénsese que los catalanes a nuestra lengua materna la tenemos el mismo cariño que a la suya los castellanos.
Así como no se quiere a la madre por su elevada posición social, por su riqueza, por su hermosura, por sus virtudes, sino porque es la madre que nos dio el ser, los catalanes queremos también a nuestro idioma, porque ha sido nuestra madre espiritual, pues por su mediación, hemos recibido las primeras nociones, los primeros juicios. Que el castellano tiene mayor radio de acción, es más rico, más elocuente, más armonioso; podrá ser, no nos importa, como para querer a nuestra madre, no nos importa que las haya más ricas, más hermosas, de más virtudes, pero que no son la nuestra.
Y no se olvide tampoco que el catalán es español, tan español como el castellano, y que cuanto se hace para enriquecer, para limpiar, fijar y dar esplendor al catalán, en honra y gloria de España se hace.
Recuérdese, además, la frase de Almeida-Garret antes citada: Pero españoles somos, de españoles nos debemos preciar; y se verá que en el respeto al uso de los idiomas peninsulares en su propia esfera de acción, que es el de su pleno uso en la vida privada y pública, donde quiera que su hablar sea un hecho social, es posible encontrar las primeras bases de una federación con Portugal, condición indispensable para que España alcance el esplendor a que tiene derecho con ventajas para todos.
Luis ORTIZ Y ESTRADA
Republicado por el Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés
Luis Ortiz y Estrada (Lérida 1889 - Barcelona 1975), periodista e ingeniero carlista.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
Nota: Només un membre d'aquest blog pot publicar entrades.