El problema de la vivienda y su solución tradicionalista
La clave está en volver a aquel orden, previo a la ruptura liberal y capitalista, con el fin de restablecer las cosas a su fin original y verdadero. Es necesario volver a la Tradición.
Leemos en La Esperanza la noticia de la masiva manifestación producida en Barcelona por la vivienda del pasado 23 de noviembre. Y constatamos, con datos, la grave dificultad del acceso a la vivienda, uno de los «primeros bienes de cuyo consumo necesita el hombre», tras la comida y el vestido (Meinvielle).
Durante la antigua Cristiandad, el orden natural conformaba la sociedad, incluida la economía y la propiedad. En economía, la sociedad se organizaba en «una aglomeración de familias de riqueza variada, la inmensa mayoría de las cuales empero eran propietarias de los medios de producción» (Belloc). Y la propiedad era entendida como «el modo en el que se articula el uso de los bienes para cubrir necesidades» (Vallet de Goytisolo). En efecto, Santo Tomás consideraba la propiedad de derecho natural, pero de derecho natural secundario y no primario.
Y, a pesar de la naturaleza caída del hombre y de todas sus imperfecciones, la Gracia operaba perfeccionando su naturaleza, y la sociedad entera miraba al mismo fin trascendente: la salvación de las almas.
Con la ruptura de esta Tradición mediante el liberalismo, el orden natural se corrompe y se invierte, afectando a todos los ámbitos, como el filosófico, el religioso, el político, o incluso el medio ambiente. También, por su puesto, en el ámbito económico. Con el advenimiento del capitalismo (liberalismo económico), nos encontramos con una «economía del revés» (De Miguel): se encumbran los medios como si fueran fines, y se idolatran los pecados (la codicia) y los vicios (el egoísmo) como si fueran virtudes.
Se corrompe la naturaleza del mercado, que abandona su naturaleza de mera manifestación de la economía, para devenir —equivocadamente— en fundamento de la economía (De Miguel). Y así, la vivienda abandona su carácter de primer bien de consumo para convertirse en objeto de lucro y negocio.
Ante esta corrupción liberal, surgen las izquierdas como reacción ante la misma, pero en realidad comparten sus mismas premisas: la autodeterminación del hombre y la destrucción del orden cristiano. Así, la reacción de las izquierdas sólo sirve para alimentar la acción liberal y, en último término, para profundizar aquella corrupción. Se trata de querellas intestinas entre primos hermanos (José Miguel Gambra).
Tampoco los fascismos —identitarismos, el mundo facha en general— son capaces de combatir aquella corrupción, pues igualmente comparten sus mismas premisas y tienen su razón de ser en el objeto que combaten y no tanto en el de su defensa.
La clave está en la Tradición. Como aquella llave con la que los romanos perfeccionaban la compraventa de un inmueble y cuya entrega, «de unas generaciones a otras, encajada en la cerradura del mundo, nos revela su misterio» (De Prada). Y cuya ruptura provocó el desarraigo del hombre moderno, convertido en rebaño.
Resulta necesario volver a aquel orden, previo a la ruptura liberal y capitalista, con el fin de restablecer las cosas a su fin original y verdadero. Es necesario volver a la Tradición.
Josep de Losports, Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)
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