diumenge, 30 de juny del 2024

Carta de Barcelona. Junio de 2024

 

Imagen del Sagrado Corazón que corona el Templo Expiatorio Nacional del Tibidabo (Barcelona).

 

Carta de Barcelona. Junio de 2024


Colaboraciones catalanas en el Periódico La Esperanza durante el mes de Junio de 2024





BOLETÍN POLÍTICO

Tras las «elecciones» (es un decir) autonómicas del 12 de mayo de 2024, se inicia el cambalache para la compra del cargo de «presidente» de la (mal llamada) Generalidad.

En este trueque mercantil, los secesionistas catalanes abandonan, de momento, la secesión, como nos informa Lo Mestre Titas. En efecto, el modelo de financiación autonómico —no la secesión, ni siquiera el referéndum— es la principal exigencia de ERC para investir al socialista Salvador Illa como presidente catalán.

En política española, el usurpador Felipe —mal llamado el VIº— sanciona (firma) la «Ley» (es un decir) de Amnistía, perpetrada por el gobierno de Pedro Sánchez. Se trata de un acto debido (sic), propio de estas Monarquías de plástico que coronan, a modo de adorno navideño, el árbol sin raíces de las repúblicas modernas. Los carlistas catalanes ya habíamos publicado un Manifiesto con motivo de la aprobación de Ley de Amnistía, en marzo pasado, y a él nos remitimos.

Otras «elecciones» (de esas que no eligen nada) han tenido lugar en junio: las europeas del día 9. En ellas, la abstención ha vuelto a ganar en el Principado de Cataluña, pero no hemos perdido el tiempo en preparar una crónica al respecto. En cambio, sí nos hemos hecho eco, gracias a Agencia Faro, de algo más importante: el cierre de la frontera francoespañola realizado de forma conjunta por agricultores españoles y franceses, pocos días antes de esos comicios. Por primera vez, los agricultores de ambos países protestaban juntos contra la Europa estatista que hace inviable nuestro campo, a causa del régimen burocrático «ecológico», de los acuerdos de libre comercio desiguales, y de los costes energéticos inflados por los impuestos.

Por último, y en vista de su actualidad, hemos rescatado un texto de Francisco Canals que sintetiza a la perfección el fenómeno del nacionalismo catalán, síntesis que se puede extrapolar, en lo esencial, a cualquier otro nacionalismo, como el español. Lo publicó en la revista Verbo, en 1996:

«El nacionalismo es al amor patrio lo que es un egocentrismo desordenado en lo afectivo, y pretendidamente auto justificado por una falsa filosofía, a aquel recto amor de sí mismo que se presupone incluso en el deseo de felicidad y en la esperanza teologal por la que nos orientamos a la bienaventuranza sobrenatural.

»Pero el amor propio desordenado puede llevar, como afirmó San Agustín a la rebeldía y al odio contra Dios. El nacionalismo, amor desordenado y soberbio de la “nación”, que se apoya con frecuencia en una proyección ficticia de su vida y de su historia, tiende a suplantar la tradición religiosa auténtica, y sustituirla por una mentalidad que conduce por su propio dinamismo a una “idolatría” inmanentista, contradictoria intrínsecamente con la aceptación de la trascendencia divina y del sentido y orientación sobrenatural de la vida cristiana».



CRÓNICA DEL PRINCIPADO


La margarita Lina —que realiza un encomiable apostolado sobre la modestia femenina en Instagram: @ruah431—, nos enseña que sin modestia femenina no hay sociedad posible. En efecto, la corrupción de la mujer, mediante la pérdida de la modestia femenina, es clave para entender la actual destrucción de nuestra sociedad:

«No es casualidad que todo el desastre en que se hundió la Iglesia y el mundo a partir de mediados de los 60, coincidiese exactamente con la pérdida de la modestia en la apariencia. El Enemigo sabía muy bien que ese cambio trascendental provocaría el hundimiento de la sociedad en la impureza, el pecado que más almas lleva al infierno, según dijo la Santísima Virgen en Fátima.

»De ahí vino la destrucción de la familia y después, la de los varones. Destruida la mujer en su decencia y dignidad auténtica, se destruyó la familia y los propios hombres, desconcertados, cayeron en la inmodestia y el afeminamiento. Destruida la mujer, destruida toda la sociedad. Las niños también gracias a todo ello son cada vez más precoces en la inmodestia y la impureza».


SECCIÓN RELIGIOSA

La Iglesia dedica Junio a la devoción al Sagrado Corazón Jesús, en cuya imagen se resume todo el Amor de Dios, en palabras de Mossèn Emmanuel Pujol: «Quiero rezar para que nuestra Patria, con los inmensos dones divinos de que dan muestra los hitos que ornan su historia de fe, y hoy tan afligida por haberse vuelto de espaldas a Dios, encuentre en el Corazón de Jesús el eficaz remedio que tantos pecadores han hallado a sus males y entre los cuales me cuento. Ojalá, como aquí lo esperamos muchos, el Corazón Sagrado de Jesús se digne servir de esta vieja Causa que en la primera hora de la Revolución se consagró por entero a Su servicio y que todavía hoy, por Su inmensa misericordia, persevera en la lucha para que Él reine. ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!»


HISTORIA DEL TRADICIONALISMO

El (desde este mes) Doctor Pere Pau continúa su magnífica serie histórica sobre Salvador Dalí, la fe y la tradición. Este mes de Junio nos ha ofrecido tres nuevas entregas, que se suman a las cinco anteriores.

Así, en la sexta entrega de su serie, observamos cómo el movimiento surrealista se puso al servicio de la Revolución, con la voluntad de arruinar definitivamente la familia, patria y religión. «Cada vez más introducido en el movimiento surrealista, Dalí se hace discípulo y esclavo de la locura revolucionaria, derrumbándose los cimientos de su concepción artística, reatornillando hasta la asfixia su vida y cargando de tensión la familia; haciendo que, incluso, el librepensador de su padre estuviera seriamente preocupado».

En la séptima entrega, encontramos que la etapa surrealista de Dalí será toda una tormenta para la familia. Su padre le deshereda, su madre fue menospreciada por su hijo, su hermana se escandaliza... Y Dalí sustituye a su familia por la cuadrilla de revolucionarios surrealistas. Como el mismo Dalí explicaría años después: «inmediatamente, le miré [a André Breton] como a un nuevo padre. Pensé entonces que se me ofrecía algo así como un segundo nacimiento. El grupo surrealista era, para mí, una especie de placenta nutricia y creía en el surrealismo como en las tablas de la ley».

Y en la octava entrega vemos cómo Dalí supera ese ambiente ponzoñoso gracias al amor de Gala, «el milagro de su vida, fue, probablemente, el catalizador de su ruptura con el grupo surrealista; ella, desde muy pronto, le advirtió que en ellos no encontraría todo lo que anhelaba y hasta alimentó las diferencias que fueron finalmente motivo de su ruptura. En cierto modo, ella hará un camino paralelo al de la vida de su marido y, morirá, en 1982, confortada por el auxilio de los últimos sacramentos».


Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau (Barcelona)

dimecres, 26 de juny del 2024

Els secessionistes catalans abandonen, de moment, la secessió

 

Artur Mas, expresidente de la Generalitat, en el programa 'FAQs' de TV3, en 2021, reconoce que mintió a los catalanes cuando prometió en 2014 la secesión de Cataluña en 18 meses.



 

(En castellano, a continuación)
 

Els secessionistes catalans abandonen, de moment, la secessió


El model de finançament autonòmic —no la secessió, ni tan sols el referèndum— és la principal exigència d'ERC per a investir al socialista Salvador Illa com a president català


 

El 2014, el llavors president de la (mal anomenada) Generalitat, Artur Mas, va prometre la secessió de Catalunya en 18 mesos.

Les seves organitzacions pantalla, com Ara és l’hora, van prometre que al futur Estat català menjaríem «gelat per a postres cada dia», «que plouria només els dies de col·le»... I Carme Forcadell, llavors número 2 de Junts del Sí, va prometre que després de la secessió «les dones podrien fer de dones i les àvies no haurien de fer de cangurs».

El que va venir després, ja ho sabem: en comptes de gelat, va venir en Quim Torra. En comptes d'àvies, vam tenir a Carles Puigdemont a Waterloo. Fins i tot Artur Mas va haver d'admetre, a TV3, el 2021, que la seva promesa dels 18 mesos per a la secessió havia estat una mentida des del principi.

Les «eleccions» (per dir-ho així) del 2024 han liquidat aquesta estupidesa col·lectiva. Ara, els Junqueras i Puigdemons no parlen d'independència, ni tan sols de referèndum, sinó de... «finançament autonòmic!» Com en Jordi Pujol els anys 90.

En efecte, el que avui es negocia per a la investidura del socialista-maçó (valgui la redundància) Salvador Illa, el de les màscaretes del Covid, com a president de la Generalitat és el model de finançament. Aquesta és la principal exigència d'ERC per a investir al candidat socialista.

Puigdemont també exigeix el mateix, però per a aprovar els pressupostos generals de l'Estat de Pedro Sánchez, no per a la investidura d’Illa a la Generalitat.

Sigui com sigui, el marc és el mateix: els secessionistes abandonen, de moment, la seva reivindicació major, la secessió. I tornen a l'estratègia de Jordi Pujol el 1980, del peix al cove.

Lo Mestre Titas, Círcol Tradicionalista Ramon Parés i Vilasau (Barcelona)




***
 

Campaña de «Ara és l'hora» en 2014: En una Cataluña independiente, comeremos helados de postre cada día.


 

 

En castellano:
 

Los secesionistas catalanes abandonan, de momento, la secesión


El modelo de financiación autonómico —no la secesión, ni siquiera el referéndum— es la principal exigencia de ERC para investir al socialista Salvador Illa como presidente catalán



En 2014, el entonces presidente de la (mal llamada) Generalidad, Artur Mas, prometió la secesión de Cataluña en 18 meses.

Sus organizaciones pantalla, como Ara es l’hora, prometieron que en el futuro Estado catalán comeríamos «helado de postre cada día», «que llovería sólo los días de cole»... Y Carme Forcadell, entonces número 2 de Junts del Sí, prometió que tras la secesión «las mujeres podrán hacer de mujeres y las abuelas no tendrían que hacer de canguros».

Lo que vino después, ya lo sabemos: en vez de helado, vino Quim Torra. En vez de abuelas, tuvimos a Carlos Puigdemont en Waterloo. Incluso Artur Mas tuvo que admitir, en TV3, en 2021, que su promesa de los 18 meses para la secesión había sido una mentira desde el principio.

Las «elecciones» (es un decir) de 2024 han finiquitado esta estupidez colectiva. Ahora, los Junqueras y Puigdemones no hablan de independencia, ni siquiera de referéndum, sino de... «¡financiación autonómica!» Como Jordi Pujol en los años 90.

En efecto, lo que hoy se negocia para la investidura del socialista-masón (valga la redundancia) Salvador Illa, el de las mascarillas, como presidente de la Generalidad es el modelo de financiación. Ésa es la principal exigencia de ERC para investir al candidato socialista.

Puigdemont también exige lo mismo, pero para aprobar los presupuestos generales del Estado de Pedro Sánchez, no para la investidura de Illa en la Generalidad.

Sea como fuere, el marco es el mismo: los secesionistas abandonan, de momento, su reivindicación mayor, la secesión. Y vuelven a la estrategia de Jordi Pujol en 1980 del peix al cove.

Lo Mestre Titas, Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)

dijous, 20 de juny del 2024

Salvador Dalí, la fe i la tradició (VIII)


 

 

 (Traducción al español, a continuación)



Salvador Dalí, la fe i la tradició (VIII)


Gala, el miracle de la seva vida, va ser el catalitzador de la seva ruptura amb el grup surrealista; ella, des de molt aviat, va advertir-lo que en ells no hi trobaria tot el que anhelava. Ella morirà l’any 1982, confortada per l’auxili dels darrers sagraments.  



En l’anterior article havíem esmentat per primera vegada na Gala Dalí, una figura misteriosa, i encara més mitificada pel mateix Salvador Dalí, que té un paper rellevant en la reorientació de la seva vida.

L’Helena Ivanovna Diakonova, filla d’una família ben situada a la societat russa, era, des de l’any 1917, l’esposa de Paul Éluard. Tots dos havien fet coneixença en un sanatori suís per a tuberculosos i havien restat plegats des de llavors fent poesia. Quan Paul Éluard és convidat l’any 1929, juntament amb la resta dels surrealistes, al Cap de Creus, la seva esposa l’acompanya. És en aquesta ocasió que Salvador Dalí coneix Gala i s’inicia la seva relació.

«Me senté a sus pies, sofocado, pero atento como un perro a sus menores caprichos. Ignorando lo que nos rodeaba, sólo tenía ojos para ella. Mi mayor audacia fue rozarle la mano para sentir la sacudida eléctrica de nuestros deseos. No deseaba otra cosa que permanecer así eternamente a sus pies, con mi vida suspendida de su mirada. En sus pupilas había una pregunta, grave, y una llamada cuyo sentido yo no podía precisar, pese a mi genio intuitivo.»

No volem entretenir més el lector amb les descripcions que fa Salvador Dalí del seu enamorament a primera vista, de l’apassionament d’aquells dies —que ja el lector és ben conscient de la destresa del mateix per la literatura— però sí que volem incloure un darrer fragment per posar de manifest quina és la importància que Gala té per a Salvador Dalí, des de, pràcticament, la seva primera trobada.

«Si un amor es grande por las pruebas que supera y adquiere su temple en los obstáculos que derriba, entonces el nuestro es inalterable. En toda la historia de todos los tiempos, no se encontrará una desmesura y un equilibrio, una fuerza y una dulzura, un magnetismo y un volcán pasional más intensos en la vida de una pareja. Gala y Dalí encarnan el mito más fenomenal del amor que trasciende los seres, aniquila el vértigo del absurdo y proclama el orgullo y la calidad del genio humano. Sin el amor, sin Gala, yo no sería Dalí. Esta es una verdad que no cesaré nunca de gritar y vivir. Ella es mi sangre, mi Oxígeno.»

L’any mateix de la seva coneixença, Gala es divorcia de Paul Éluard per a restar, fins al final de la seva vida, amb Salvador Dalí. Es van unir civilment l’any 1932 i, l’any 1958, amb dispensa del Sant Pare Puis XII, van rebre el sagrament del matrimoni al Santuari de la Mare de Déu dels Àngels, un dels pocs actes de la vida del geni que aquest no va explotar publicitàriament.

Recuperant la jove parella allí on l’havíem deixat —subsistint pobrament en una barraca de pescadors de Port Lligat— Gala esdevé, molt aviat, la pedra mestra de la vida i l’obra d’en Dalí. Alhora que s’erigeix com la seva inspiració i la seva musa, s’encarrega de la gestió de la seva obra artística i del patrimoni que se’n deriva. Des de l’any 1930, les obres de Salvador Dalí seran totes rubricades amb la famosa signatura de Gala-Salvador Dalí.

«Jo, com totes les dones russes, personalment, intento ajudar el meu marit. Amb freqüència li serveixo de model, faig de secretària en tot el que es refereix a la part pràctica de la nostra vida, perquè ell, com veus, està totalment submergit en el món creatiu, en la feina. No és capaç d'ocupar-se d'aquestes ximpleries. Jo tampoc soc gaire brillant, però vivim com tots els artistes, treballem per al que és més important: la possibilitat per a un talent d'expressar-se.»

A malgrat que la immersió dins del cercle surrealista es manté durant una bona tira d’anys, en l’interior d’aquell barracot, i també en l’ànima de Salvador Dalí, comencen a marxar els engranatges d’un canvi substancial.

Com que tota meta exigeix una direcció, tampoc la realització de l’home pot prescindir d’una bastida moral; els surrealistes —a malgrat de considerar-se la subversió de la subversió, i més detergents que el lleixiu—, també van tenir, dins del seu grup, una ètica que els fou prou molsuda per a interposar-se denúncies entre ells, constituir tribunals i declarar excomunions del moviment —aquell mateix que es deia passar de costat a la moral—.

Així doncs, els qui volien deslliurar la consciència humana i revolucionar la ment —per a major contradicció de la seva doctrina, ells que eren pregoners del deliri i de la llibertat— acaben, l’any 1934, afartats de l’excentricitat i la indiferència política d’en Salvador Dalí, el jutgen en un tribunal surrealista i, darrere el bastó d’André Breton, l’expulsen definitivament.

Tal com havíem ja esmentat, la militància revolucionària dels surrealistes era clara i no solsament quedava reduïda a l’àmbit artístic sinó que es declarava servidor de la causa dels bolxevics. Salvador Dalí, que de jove era més que interessat en la lluita dels soviets i l’expansió de la revolució, ja en aquest moment afirma que es preocupa tant del marxisme com d’un pet —tot i que, almenys, el pet l’alleugereix i l’inspira—.

«Breton, hablando de política, me parecía un maestro de escuela enseñando el código de circulación a una manada de elefantes que atravesaban un almacén de porcelana. ¡La disciplina! ¡No tenía otra palabra en la boca! ¡Para un artista, eso era peor que la lepra!»

«Los miserables abortos, nacidos de células comunistas, que querían imponer su moral, su táctica, sus cortas ideas, sus ilusiones a Dalí, me hacían reventar de risa con sus pretensiones. Yo me alzaba de hombros. ¡Breton los bajaba humildemente en nombre del marxismo-leninismo!»

Dins del moviment surrealista hi havia un dogmatisme amagat, que Salvador Dalí —l’únic i veritable surrealista— s’entretenia a temptar i a discutir amb la seva obra. ¿Per què s’hauria de veure coaccionada l’obra artística d’un surrealista per aquells mateixos que l’havien creat deslligant-la de tot?

«En els somnis podia emprar sense limitacions el sadisme, els paraigües i les màquines de cosir, però menys per als profans, qualsevol element religiós, m’estava prohibit, fins i tot de caràcter místic. Si somiava, simplement, amb una madona de Rafael sense blasfèmies aparents, em prohibien que en parlés...»

«Ja tenia el pressentiment que, més endavant, la qüestió religiosa es plantejaria seriosament en la meva vida. A imitació de Sant Agustí que, mentre es lliurava al llibertinatge i als plaers orgiàstics, pregava a Déu que li atorgues la fe, jo invocava el cel.»

Advertint els límits que volia imposar-li el gust dels surrealistes francesos, en Dalí no desaprofita l’oportunitat de molestar-los posant el dit damunt la contradicció de la seva doctrina, rebec com ell sol, a la revolta sobre revolta.  

«En el mateix moment en què Breton no volia sentir parlar de religió, jo em disposava, per descomptat, a inventar-ne una de nova que seria, alhora, masoquista, onírica i paranoica. [...] Provava d’explicar-li que, si allò que nosaltres defensàvem era veritable, calia que hi afegíssim contingut místic i religiós. Ja en aquella època, pressentia que tornaríem humilment a la veritat de la religió catòlica, apostòlica i romana, que a poc a poc m’enlluernava amb la seva glòria.»

Quan l’horror de la Segona Guerra Mundial es començava a gestar per l’Europa, en Salvador Dalí —com dèiem abans, tot oblidant els límits del geni creador de l’artista— va publicar dues obres que van portar-lo al procés de 1934, al tribunal surrealista. En l’obra L’enigma de Guillem Tell (1933), en Dalí representa Vladimir Lenin, amb una natja tova i flàccida, sostinguda per una crossa, que es vol cruspir un nen. Més endavant, en les obres L’espectre i el fantasma (1934) i L’enigma de Hitler (1939), apareixen referències directes a la fascinació que desperta en Dalí el nazisme i, més concretament, la figura de Hitler.

«Em fascinaven els malucs tous i molsuts de Hitler, sempre tan ben aixafats dins del seu uniforme. [...] La carn molsuda de Hitler, que me la imaginava com la carn més divina d’una dona de cutis blanquíssim, em tenia del tot fascinat.»

«Hitler encarnaba para mí la imagen perfecta del gran masoquista que desencadenaba una guerra mundial por el solo placer de perderla y de enterrarse bajo las ruinas de un imperio.»

«No deixava de repetir, a qui em volgués escoltar, que el meu rampell hitlerià era de caràcter apolític, que l’obra que jo feia aflorar al voltant de la imatge feminitzada del Führer era d’un equívoc escandalós, que aquelles reproduccions estaven amarades de tant d’humor negre.»

La insistència del geni empordanès per la mística i la seva obra, incendiaria fins pels mateixos surrealistes, el van portar definitivament a una reunió extraordinària per a resoldre la seva situació.

«En verdad, la mascarada de ese proceso era tanto más paradójica cuanto que, sin duda, yo era el más surrealista del grupo —el único, quizá— y sin embargo, me acusaban de serlo demasiado. Unos clérigos, prisioneros de la escolástica, intentando refutar a un santo... ¡Historia tan vieja como las religiones!

«La veritat, una i indivisible, apareixia finalment a la llum del dia: ningú no podia ser un surrealista integral dins del grup que només responia a mòbils polítics partidistes.»

«Me encontraba frente a revolucionarios hechos de papel higiénico, acogotados por los prejuicios pequeño-burgueses y a los cuales los arquetipos de la moral clásica habían sellado con unas marcas indelebles.»

Feta efectiva la ruptura amb aquests éssers tenebrosos, el nostre artista de Figueres, a través d’aquesta dissecció del surrealisme, no va trigar a desfer-se de les seves cabòries i a retornar al camí abandonat uns anys endarrere.

«Soy el surrealista más surrealista que pueda darse, y, sin embargo, entre yo y el grupo siempre existió un profundo equívoco. Breton, y con él Picasso, jamás tuvieron el menor gusto por la tradición verdadera, ningún sentido de ella. Ambos buscaron la sorpresa, el impacto, la emoción antes que el éxtasis. Son para mí unos intelectuales impotentes».

Ens servim d’un fragment autobiogràfic, d’una petita defensa filosòfica daliniana, per a argumentar aquestes discrepàncies entre el nucli dels surrealistes francesos i el surrealisme —com es feia dir el mateix Dalí—  bo i donant transició a la seva nova etapa, la de la mística-nuclear.  

«Dalí era un racionalista integral que anhelava conèixer l’irracional, no pas per extreure un nou repertori literari i humà, sinó al contrari, per reduir i sotmetre aquest irracional, la conquesta del qual tot just encetava.»  

Gala, el miracle de la seva vida, va ser, probablement, el catalitzador de la seva ruptura amb el grup surrealista; ella, des de molt aviat, va advertir-lo que en ells no hi trobaria tot el que anhelava i fins va alimentar les diferències que foren finalment motiu de la seva ruptura. En certa manera, ella farà un camí paral·lel a la vida del seu marit i, morirà l’any 1982, confortada per l’auxili dels darrers sagraments.  

En una barraca plantada de panxa enlaire, al sol del Mediterrani, en aquella platja de Port Lligat, en Dalí es trobava com un nàufrag que s’agita desesperadament per fer-se amb un salvavides que el retorni a la superfície després de la immersió surrealista.  

«Fou allà, a Port Lligat, on vaig aprendre a empobrir-me, limitar i llimar els meus pensaments. [...] Una vida que era dura, sense metàfores, ni vi. Una vida amb la llum de l’eternitat. Les elucubracions de París, les llums de la ciutat i les joies de la Rue de la Paix, no podien resistir enfront d’aquella altra llum, total, centenària, pobre, serena i intrèpida com el front concís de Minerva.»
Salvador Dalí  

 

Pere Pau, Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)


* * *


 


 

En español:


Salvador Dalí, la fe y la tradición (VIII)


Gala, el milagro de su vida, fue el catalizador de su ruptura con el grupo surrealista; ella, desde muy pronto, le advirtió que en ellos no encontraría todo lo que anhelaba. Ella morirá, en 1982, confortada por el auxilio de los últimos sacramentos.



En el anterior artículo habíamos mencionado por primera vez a Gala Dalí, una figura misteriosa, y todavía más mitificada por el mismo Salvador Dalí, que tiene un papel relevante en la reorientación de su vida.

Helena Ivanovna Diakonova, hija de una familia bien situada en la sociedad rusa, era, desde el año 1917, la esposa de Paul Éluard. Habiéndose conocido en un sanatorio suizo para tuberculosos, estuvieron juntos desde entonces haciendo poesía. Cuando Paul Éluard es invitado en 1929, junto con el resto de los surrealistas, al Cap de Creus, su esposa lo acompaña. Es allí que Salvador Dalí conoce a Gala y se inicia su relación.

«Me senté a sus pies, sofocado, pero atento como un perro a sus menores caprichos. Ignorando lo que nos rodeaba, sólo tenía ojos para ella. Mi mayor audacia fue rozarle la mano para sentir la sacudida eléctrica de nuestros deseos. No deseaba otra cosa que permanecer así eternamente a sus pies, con mi vida suspendida de su mirada. En sus pupilas había una pregunta, grave, y una llamada cuyo sentido yo no podía precisar, pese a mi genio intuitivo.»

No queremos entretener más al lector con las descripciones que hace Salvador Dalí de su enamoramiento a primera vista, del apasionamiento de aquellos días —que ya el lector es bien consciente de la destreza de éste por la literatura— pero sí que queremos incluir un último fragmento para poner de manifiesto cuál es la importancia que Gala tiene para Salvador Dalí, desde, prácticamente, su primer encuentro.

«Si un amor es grande por las pruebas que supera y adquiere su temple en los obstáculos que derriba, entonces el nuestro es inalterable. En toda la historia de todos los tiempos, no se encontrará una desmesura y un equilibrio, una fuerza y una dulzura, un magnetismo y un volcán pasional más intensos en la vida de una pareja. Gala y Dalí encarnan el mito más fenomenal del amor que trasciende los seres, aniquila el vértigo del absurdo y proclama el orgullo y la calidad del genio humano. Sin el amor, sin Gala, yo no sería Dalí. Esta es una verdad que no cesaré nunca de gritar y vivir. Ella es mi sangre, mi Oxígeno.»

El año mismo de su encuentro, Gala se divorcia de Paul Éluard para permanecer, hasta el final de su vida, con Salvador Dalí. Se unieron civilmente en 1932 y, en 1958, con dispensa del Santo Padre Pío XII, recibieron el sacramento del matrimonio en el Santuario de la Mare de Déu dels Àngels, uno de los pocos actos de la vida del genio que éste no explotó publicitariamente.

Recuperando la joven pareja allí donde lo habíamos dejado —subsistiendo pobremente en una barraca de pescadores de Port Lligat— Gala se convierte, muy pronto, en la piedra maestra de la vida y obra de Dalí. A la vez que se erige como su inspiración y su musa, se encarga de la gestión de su obra artística y del patrimonio que se deriva. Desde el año 1930, las obras de Salvador Dalí serán todas rubricadas con la famosa firma de Gala-Salvador Dalí.

«Yo, como todas las mujeres rusas, personalmente, intento ayudar a mi marido. Con frecuencia le sirvo de modelo, hago de secretaria en todo lo que se refiere a la parte práctica de nuestra vida, porque él, como ves, está totalmente sumergido en el mundo creativo, en el trabajo. No es capaz de ocuparse de estas tonterías. Yo tampoco soy muy brillante, pero vivimos como todos los artistas, trabajamos para el que es más importante: la posibilidad para un talento de expresarse.»

A pesar de que la inmersión dentro del círculo surrealista se mantiene durante un buen puñado de años, en el interior de aquel barracón, y también en el alma de Salvador Dalí, empiezan a marchar los engranajes de un cambio sustancial.

Pues toda meta exige una dirección, la realización del hombre tampoco puede prescindir de un andamio moral; los surrealistas —muy a pesar de considerarse la subversión de la subversión, y más detergentes que la lejía—también tuvieron, dentro de su grupo, una ética que les fue suficiente carnosa como para interponerse denuncias entre ellos, constituir tribunales y declarar excomuniones del movimiento —aquel mismo que decía ser ajeno a la moral—.

Así pues, quienes querían liberar la conciencia humana y revolucionar la mente —para mayor contradicción de su doctrina, ellos que eran pregoneros del delirio y de la libertad— acaban, en 1934, hartados de la excentricidad y la indiferencia política de Salvador Dalí, lo juzgan en un tribunal surrealista y, tras el bastón de André Breton lo expulsan definitivamente.

Tal y como habíamos ya mencionado, la militancia revolucionaria de los surrealistas era clara y no solamente quedaba reducida al ámbito artístico, sino que se declaraba servidor de la causa de los bolcheviques. Salvador Dalí, que de joven estaba más que interesado en la lucha de los sóviets y la expansión de la revolución, ya en este momento afirma que se preocupa tanto del marxismo como de un pedo —a pesar de que, al menos, el pedo le aligera y le inspira—.

«Breton, hablando de política, me parecía un maestro de escuela enseñando el código de circulación a una manada de elefantes que atravesaban un almacén de porcelana. ¡La disciplina! ¡No tenía otra palabra en la boca! ¡Para un artista, eso era peor que la lepra!»

«Los miserables abortos, nacidos de células comunistas, que querían imponer su moral, su táctica, sus cortas ideas, sus ilusiones a Dalí, me hacían reventar de risa con sus pretensiones. Yo me alzaba de hombros. ¡Breton los bajaba humildemente en nombre del marxismo-leninismo!»

Dentro del movimiento surrealista había, escondido, un dogmatismo que Salvador Dalí —el único y verdadero surrealista— se entretenía a tentar y a discutir con su obra. ¿Por qué se tendría que ver coaccionada la obra artística de un surrealista por aquellos mismos que la habían creado desatándola de todo?

«En los sueños podía emplear sin limitaciones el sadismo, los paraguas y las máquinas de coser, pero menos para los profanos, cualquier elemento religioso, me estaba prohibido, incluso de carácter místico. Si soñaba, simplemente, con una madona de Rafael sin blasfemias aparentes, me prohibían que hablara...»

«Ya tenía el presentimiento que, más adelante, la cuestión religiosa se plantearía seriamente en mi vida. A imitación de San Agustín que, mientras se libraba al libertinaje y a los placeres orgiásticos, rogaba a Dios que le otorgas la fe, yo invocaba el cielo.»

Advirtiendo los límites que quería imponerle el gusto de los surrealistas franceses, Dalí no desaprovecha la oportunidad de molestarlos poniendo el dedo sobre la contradicción de su doctrina, burlón como él solo, a la revuelta sobre revuelta.

«En el mismo momento en que Breton no quería sentir hablar de religión, yo me disponía, por supuesto, a inventar una nueva que seria, a la vez, masoquista, onírica y paranoica. [...] Probaba de explicarle que, si aquello que nosotros defendíamos era verdadero, hacía falta que añadiéramos contenido místico y religioso. Ya en aquella época, presentía que volveríamos humildemente a la verdad de la religión católica, apostólica y romana, que despacio me deslumbraba con su gloria.»

Cuando el horror de la Segunda Guerra Mundial se empezaba a gestar por Europa, Salvador Dalí —como decíamos antes, olvidando los límites del genio creador del artista— publicó dos obras que lo llevaron al proceso de 1934, al tribunal surrealista. En la obra El enigma de Guillermo Tell (1933), Dalí representa a Vladimir Lenin, con una nalga blanda y flácida, sostenida por una muleta, que se quiere zampar a un niño. Más adelante, en las obras El espectro y el fantasma (1934) y El enigma de Hitler (1939), aparecen referencias directas a la fascinación que despierta en Dalí el nazismo y, más concretamente, la figura de Hitler.

«Me fascinaban las caderas blandas y rellenas de Hitler, siempre tan aplastadas dentro de su uniforme. [...] La carne abundante de Hitler, que me la imaginaba como la carne más divina de una mujer de cutis blanquísimo, me tenía del todo fascinado.»

«Hitler encarnaba para mí la imagen perfecta del gran masoquista que desencadenaba una guerra mundial por el solo placer de perderla y de enterrarse bajo las ruinas de un imperio.»

«No dejaba de repetir, a quien me quisiera escuchar, que mi pronto hitleriano era de carácter apolítico, que la obra que yo hacía aflorar alrededor de la imagen feminizada del Führer era de un equívoco escandaloso, que aquellas reproducciones estaban empapadas de tanto humor negro.»

La insistencia del genio ampurdanés por la mística y su obra, incendiaría hasta por los mismos surrealistas, le llevaron definitivamente a una reunión extraordinaria para resolver su situación.

«En verdad, la mascarada de ese proceso era tanto más paradójica cuanto que, sin duda, yo era el más surrealista del grupo —el único, quizá— y sin embargo, me acusaban de serlo demasiado. Unos clérigos, prisioneros de la escolástica, intentando refutar a un santo... ¡Historia tan vieja como las religiones!

«La verdad, una e indivisible, aparecía finalmente a la luz del día: nadie podía ser un surrealista integral dentro del grupo que solo respondía a móviles políticos partidistas.»

«Me encontraba frente a revolucionarios hechos de papel higiénico, acogotados por los prejuicios pequeño-burgueses y a los cuales los arquetipos de la moral clásica habían sellado con unas marcas indelebles.»

Consumada la ruptura con estos seres tenebrosos, nuestro artista de Figueras, a través de esta disección del surrealismo, no tardó a deshacerse de sus quebraderos de cabeza volviendo al camino abandonado unos años atrás.

«Soy el surrealista más surrealista que pueda darse, y sin embargo, entre yo y el grupo siempre existió un profundo equívoco. Breton, y con él Picasso, jamás tuvieron el menor gusto por la tradición verdadera, ningún sentido de ella. Ambos buscaron la sorpresa, el impacto, la emoción antes que el éxtasis. Son para mí unos intelectuales impotentes».

Nos servimos de un fragmento autobiográfico, de una pequeña defensa filosófica daliniana, para argumentar estas discrepancias entre el núcleo de los surrealistas franceses y el surrealismo —como se hacía decir el mismo Dalí— dando transición a su nueva etapa, la de la mística-nuclear.

«Dalí era un racionalista integral que anhelaba conocer lo irracional, no para extraer un nuevo repertorio literario y humano, sino al contrario, para reducir y someter este irracional, la conquista del cual apenas comenzaba.»

Gala, el milagro de su vida, fue, probablemente, el catalizador de su ruptura con el grupo surrealista; ella, desde muy pronto, le advirtió que en ellos no encontraría todo lo que anhelaba y hasta alimentó las diferencias que fueron finalmente motivo de su ruptura. En cierto modo, ella hará un camino paralelo al de la vida de su marido y, morirá, en 1982, confortada por el auxilio de los últimos sacramentos.

En una barraca plantada boca arriba, frente al sol del Mediterráneo, en aquella playa de Port Lligat, Dalí se hallaba como un náufrago que se agita desesperadamente para hacerse con un salvavidas que lo devuelva a flote después de la inmersión surrealista.

«Fue allí, en Port Lligat donde aprendí a empobrecerme, limitar y limar mis pensamientos […] Una vida que era dura, sin metáforas, ni vino. Una vida con la luz de la eternidad. Las elucubraciones de París, las luces de la ciudad y las joyas de la Rue de la Paix, no podían resistir esa otra luz, total, centenaria, pobre, serena e intrépida como la frente concisa de Minerva.»
 

Salvador Dalí




Pere Pau, Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona) 

 

 

 

diumenge, 16 de juny del 2024

Todo el Amor de Dios resumido en una imagen

Detente de la Tercera Guerra carlista

 

Todo el Amor de Dios resumido en una imagen


Dios quiera que el Corazón Sagrado de Jesús se digne servir de esta vieja Causa, que en la primera hora de la Revolución se consagró por entero a Su servicio y que todavía hoy, por Su inmensa misericordia, persevera en la lucha para que Él reine.



La devoción al Sagrado Corazón de Jesús tiene un poderoso atractivo cuyas profundas razones enraízan en la vital armonía y equilibrio que imprimen en el alma del cristiano. Sorprende ver, por citar un par de ejemplos sin pretensión de ser exhaustivo, personajes eminentes entre los santos por su talla intelectual, como San Alberto Magno y San Buenaventura, unir la especulación científica más elevada a la mística del Corazón de Jesús. En efecto, el Corazón de Jesús centra naturalmente nuestra atención sobre los afectos del Señor, desarmando como sin pretenderlo, cualquier impulso de la razón a la altivez. Pero, a su vez, reteniendo en todo su vigor a la inteligencia en el conocimiento sublime de lo más insondable que hay en los misterios divinos, como cuando la esponja se hallare totalmente sumergida en el agua.

Mucho habría de caminar San Agustín, antes de su conversión, para conciliar aquel Ser, cuya perfección y unicidad exigidas por la razón debían excluir cualquier pasión, con las figuras antropomórficas de la Biblia, aquellas que habían decepcionado sus más recónditos deseos de encontrar una respuesta satisfactoria a las inquietudes de su juventud en el cristianismo que tan fervorosamente abrazaba su madre. Sin duda, habría de reconocer San Agustín tras su conversión, hay un contraste evidente que precisa de una adecuada interpretación para situar el discurso bíblico dentro de las legítimas demandas de la razón. Las imágenes, finalmente, mucho mejor que la razón discursiva, expresan lo insondable del misterio divino con la regla de la analogía. Es cierto que Dios es impasible por las razones que los filósofos explican, pero hay algo en Él con respecto a nosotros similar a los celos que siente el esposo por la mujer infiel. Algo en Dios es similar a la vulnerabilidad que acepta el amante al exponer su amor al rechazo del amado.

Jesús mismo es la expresión carnal de este misterio íntimo de Dios. No sólo en cuanto nos revela con su Palabra la Trinidad escondida, sino porque nos revela en su carne el rostro del Padre: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14, 9). En efecto, por la unión del Verbo Divino a la naturaleza humana, todo el Amor de Dios late en un corazón de carne, que es el Corazón de Jesús. Entendido materialmente como un órgano del cuerpo físico de Cristo vulnerable al afecto humano, pero simbólicamente como la expresión más elocuente de la determinación universal de su Amor. Y, en efecto, el corazón humano se conmueve espontáneamente ante la alegría, el gozo, el dolor o la pena, y así Jesús quiso sentir —porque en Jesús ninguna pasión escapó a su voluntad— y mostrarnos con tales sentimientos el misterio íntimo de Dios, que no ha querido ser indiferente en lo que concierne a nuestro amor.

Jesús, entonces, se entristece al ser rechazado por el joven rico, negado por Pedro o traicionado por Judas, y se llena de gozo cuando alaba a Dios por los humildes; siente angustia en Getsemaní y se conmueve ante la tumba de Lázaro. El símbolo del Corazón herido y en llamas resume todo el evangelio y refuta todas esas herejías que ponen en cuestión la universalidad del amor de Dios, especialmente el calvinismo y el jansenismo. La imagen casi por sí misma nos instruye en la recta doctrina de que «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2, 4). Y, por tanto, hace todo lo posible por salvar a todos, de modo que la condenación no ha sido predeterminada por Dios, sino el pésimo fruto del libre rechazo de su Amor.

Extendiendo los sentimientos del Corazón de Jesús a nuestras vidas, podemos entrar místicamente en su corazón y participar con los mismos sentimientos de lo que le agrada y lo que le disgusta. En esto consiste la espiritualidad que se desprende de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Tales sentimientos, de hecho, no sólo se extienden a nuestra vida, también se extienden a nuestras familias, vecindades, a toda sociedad y en definitiva a nuestra Patria. No en vano, históricamente, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha sido la fuente de alimentación y el motor secreto de tantas iniciativas sociales y políticas. ¡Cómo no recordar el Detente en el pecho de nuestros Requetés! No es una coincidencia que, allá por los finales del siglo XVII, cuando Jesús en revelación privada pidió a Santa Margarita María de Alacoque en Paray-le-Monial la difusión de esta devoción, la envió a comunicar al Rey de Francia que quería se consagrara personalmente a su Corazón para someterle por él a los grandes de la tierra y los enemigos de la Iglesia. El Rey, desgraciadamente, declinó la petición. Justo cien años después, en la fiesta del Sagrado Corazón, la Asamblea Nacional desposeyó de su poder a su descendencia, consumando la Revolución que más tarde se expandiría desde Francia al mundo entero.

Quiero rezar para que nuestra Patria, con los inmensos dones divinos de que dan muestra los hitos que ornan su historia de fe, y hoy tan afligida por haberse vuelto de espaldas a Dios, encuentre en el Corazón de Jesús el eficaz remedio que tantos pecadores han hallado a sus males y entre los cuales me cuento. Ojalá, como aquí lo esperamos muchos, el Corazón Sagrado de Jesús se digne servir de esta vieja Causa que en la primera hora de la Revolución se consagró por entero a Su servicio y que todavía hoy, por Su inmensa misericordia, persevera en la lucha para que Él reine.

¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!

Mossèn Emmanuel Pujol, Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau (Barcelona)

 

 

 

divendres, 14 de juny del 2024

Sin modestia femenina no hay sociedad posible

 




Sin modestia femenina no hay sociedad posible


La corrupción de la mujer, mediante la pérdida de la modestia femenina, es clave para entender la actual destrucción de nuestra sociedad



En nuestros días, vemos ante nuestros ojos cómo la sociedad se está autodestruyendo. Aborto masivo, más matrimonios que se divorcian de los que se mantienen, hijos degenerados, la familia acosada y semidestruida... que se ve sustituida por supuestos nuevos tipos de familias, que no son más que la justificación de graves vicios...

Todo este panorama desolador empezó con la pérdida de la modestia por parte de las mujeres. Y después también por los hombres. No hay más que ver la colosal diferencia entre cómo iban vestidos los hombres y mujeres jóvenes todavía a principios de los años 60, como se ve fácilmente en las películas de aquella época, y cómo se iba 20 años más tarde. Si lo comparamos con cómo van hoy en día los jóvenes, la diferencia es desoladora.

Esos hombres vestidos con traje, corbata y sombrero y esas chicas con vestidos elegantes, no necesariamente caros pero siempre femeninos y modestos, bien arregladas, han dado paso a las aberraciones actuales y a las jóvenes semidesnudas en verano, que vemos con solo bajar a la calle. Y a los hombres vestidos de cualquier manera e incluso cada vez más, con prendas femeninas.

No es casualidad que todo el desastre en que se hundió la Iglesia y el mundo a partir de mediados de los 60, coincidiese exactamente con la pérdida de la modestia en la apariencia.

El Enemigo sabía muy bien que ese cambio trascendental provocaría el hundimiento de la sociedad en la impureza, el pecado que más almas lleva al infierno, según dijo la Santísima Virgen en Fátima.

De ahí vino la destrucción de la familia y después, la de los varones. Destruida la mujer en su decencia y dignidad auténtica, se destruyó la familia y los propios hombres, desconcertados, cayeron en la inmodestia y el afeminamiento. Destruida la mujer, destruida toda la sociedad. Las niños también gracias a todo ello son cada vez más precoces en la inmodestia y la impureza.

Si queremos enderezar este panorama infernal en el que vivimos, es urgente acabar con las aberraciones y volver al estilo de vida modesto y tradicional, basado en la Tradición Católica. Así lo han comprendido algunos países, pocos por desgracia, como Hungría, donde se tiene claro que por el camino actual Europa sólo va al abismo y al islam.

Recemos por que todos comprendamos esto, especialmente en España, pues ya decía aquel proverbio tradicional: «Cuando en España el Rosario se solía rezar, era grande España por tierra y por mar».

Lina C.

@ruah431

Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau (Barcelona)

dijous, 13 de juny del 2024

Salvador Dalí, la fe i la tradició (VII)

Salvador Dalí durant la seva época surrealista.

 

 

 

(En castellano, a continuación)


Salvador Dalí, la fe i la tradició (VII)


L’etapa surrealista de Dalí serà tota una tempesta per a la família.


 

Des de l’any 1929 fins a l’any 1934, Salvador Dalí forma part del grup dels surrealistes francesos; aquells artistes que volien donar una volta més a la clau de la revolució. Davant d’un home modern despreocupat de la seva pròpia transcendència i atrafegat i doblegat pels amoïnaments de la vida material, ells cercaven de fer brillar la infantesa, alliberant l’home de la seva consciència i de tota rigidesa social i moral, per a recuperar-li la llibertat d’aquell període del viure humà que pràcticament tothom troba dolç de recordar, farcit encara de tendres il·lusions, esbossades amb el traç d’una imaginació sense límits ni rigors, vivint lluny de les preocupacions materials, i resolent, amb facilitat instantània i quotidiana serenor, els problemes de la vida; els amotinats de la realitat troben, en desfer i destruir, el desvetllament de la veritable llibertat humana, condició per a la plena realització de l’home.

La força creadora de l’home, la imaginació, és la veritable condició de la llibertat —segons sembla que també deien—, i a ella ha de retornar aquest, tot desfent-se dels cadenats que, per a aportar una felicitat relativa, ens ha imposat el costum, l’esclavitud de l’home.

Les obres de Salvador Dalí d’aquest moment, i, per tant, el seu pensament, es troben en una congruència quasi perfecta amb la doctrina surrealista.

«Inmediatamente, lo miré [a André Breton] como a un nuevo padre. Pensé entonces que se me ofrecía algo así como un segundo nacimiento. El grupo surrealista era, para mí, una especie de placenta nutricia y creía en el surrealismo como en las tablas de la ley.»

«Vaig fer-me cent per cent surrealista. Conscient de la meva bona fe, em vaig decidir a tirar endavant la meva experiència fins a les seves conseqüències més extremes i contradictòries.»

Ens comenta n’Anna Maria Dalí el paisatge que tenia a casa, la família Dalí, en aquesta temporada en què el primogènit era inflamat pel surrealisme:

«Sembla impossible que el meu germà es deixés arrossegar per ells. Però, així fou i, per això, amb l’apassionament que sempre l’ha caracteritzat, s’aferrà a ells com si haguessin de solucionar-li totes les inquietuds. No li’n solucionaren cap, però va perdre la pau de l’esperit i el benestar que fins aleshores havia reflectit en la seva obra.»

«Els quadres que ara feia eren horriblement al·lucinants perquè bolcava damunt les teles vertaders malsons. Figures inquietants i torturades que semblaven voler expressar coses inexplicables que, igual que en els somnis, sembla que s’entenguin mentre les veus, però que després deixen el record d’una al·lucinació.»

Abans d’entrar més en matèria, continuem llegint la veu atenta i clara de la germana, que exposa la seva postura  —i podríem dir que la nostra— sobre la recaragolada existència dels surrealistes francesos.

«Eren d’una intel·ligència perversa i destructiva. Però si bé aconseguiren endur-se el meu germà a París, no pogueren res contra el nostre Cadaqués, que continuà serè, ple de calma, de bellesa, seguint el ritme compassat del sol i de la lluna i passant amb suavitat de la fosca a la llum.»

Si de petit i d’adolescent, la personalitat de Salvador Dalí —malnodrida amb la modernitat enquadernada de la biblioteca paterna— va portar mals de cap a la tranquil·la i benestant família dels Dalí i Domènech, ja podem aventurar que l’etapa surrealista de Dalí serà tota una tempesta per a la família. Continuem, doncs, amb la narració que fa la germana, d’aquells dies grisos, de després l’estiu de 1929.

«El temps ens apropava una nova tragèdia i tots deploràvem veure que en Salvador vivia suggestionat per aquells éssers amorals, i sabíem que allò no podia acabar bé. El pare era seriosament preocupat. Els seus ulls clars i bondadosos miraven fixament com si volgués perseguir els pensaments que es congriaven densos i foscos com núvols de tempesta. Es caragolava amb la mà els blancs cabells i això, en ell, era signe evident d’una gran preocupació. També en el rostre, que acostumava a somriure amb optimisme, s’hi dibuixava el temor d’algun esdeveniment tràgic.»

Salvador Dalí marxa a París amb tota la colla dels surrealistes i allí continua fent engreixar la seva obra i se segueixen pel·lícules, manifestos rupturistes i pintures extravagants, que el fan triomfar —per no gaire estona— en els cercles surrealistes, les exposicions de la capital francesa i les primeres als Estats Units.

«En Salvador tornà de París i les seves faccions expressaven una exaltada rancúnia. El pare deixà que se n’anés a Cadaqués amb Luis Buñuel perquè pensava que una temporada de repòs i separació faria que es retrobés amb si mateix i tornés a estimar tot el que havia estimat fins aleshores.»

«El que no podíem sospitar, perquè traspassava tots els límits imaginables, era el que en Salvador havia fet durant la seva última estada a París. Ens n’assabentàrem per un article de l’Eugeni d’Ors. [...] En Salvador, durant els dies passats a París junt amb el grup que vingué a Cadaqués, havia renegat de la base fonamental de la seva vida.»

N’Anna Maria passa d’esquitllentes i deixa d’esmentar la causa d’aquesta tragèdia que somou, a les darreries de 1929, la família Dalí. Aquell mateix any —tot amarat d’aquell esperit artístic que es deia desvestit de les costures de la moral i fins i tot de la consciència— Salvador Dalí publica un collage titulat Le Sacre Coeur en què, dins d’una silueta de la imatge típica del Sagrat Cor de Jesús, inscriu: Parfois je crache sur le portrait de ma Mère; això és, a vegades escupo per gust damunt del retrat de la meva mare.

«El hecho de que los impulsos subconscientes a menudo sean de una crueldad extrema para nuestra consciencia es una razón de más para no dejar de manifestarlos allí donde están los amigos de la verdad. La mayoría de estas manifestaciones serán perfectamente injustas, pero lo que yo pretendía era afirmar mi voluntad de dominio; y de demostrarme a mí mismo que seguía siendo inaccesible a los remordimientos.»

La difunta, devota i estimada mare, Felipa Domènech i Farrés, es veia escarnida pel seu propi fill —en aquestes línies deshonroses—, i aquesta fou la gota que va fer vessar el got.

«Aleshores fou quan el pare no consentí més la seva presència a casa. Podia anar-se’n immediatament de la nostra llar si és que sentia per tot el que era nostre un odi tan gran. De nou, un silenci absolut i dolorós plana sobre la casa. És com si en Salvador hagués mort, o com si ens hagués ferit de mort a nosaltres sota l’estupor que ens causà el que havia ocorregut.»

«No podíem entendre com s’havia pogut produir un fet semblant. El seu afany de cridar l’atenció obrant sota l’impuls d’una nefasta influència és l’única explicació que hi poguérem donar.»

Aquest és el moment de la biografia de Dalí en què el notari de Figueres decideix desheretar el jove, expulsar-lo de la família i de la seva propietat i fins a negar-li l’entrada, a través de les seves influències, a la vila de Cadaqués, tot amenaçant-lo, inclús, rebre’l a garrotades.

En una carta adreçada a Luís Buñuel, es pot llegir la següent advertència del senyor Dalí al seu fill que era exiliat a la capital francesa.

«Si conserva todavía amistad con mi hijo, podría hacerme un favor; yo no le escribo porque ignoro la dirección que tiene. […] Podría comunicarle que no pretenda volver a Cadaqués por la sencilla razón de que no podrá permanecer en dicho pueblo ni tan siquiera dos o tres horas. Luego la cosa se le complicará de tal manera que no podrá volver a Francia. Cuando este medio no sirva, recurriré a todo lo que tengo a mano, incluso al atentado personal; mi hijo no ira a Cadaqués, no debe ir, no puede ir.» 

Volem sentir les declaracions que fa Dalí al respecte, un cop ja superada la seva etapa surrealista, perquè no deixen de tenir cert interès.

«Amb l’arquetip que va oferir [Nietzsche] a la meva admiració i imitació, n’hi va haver prou perquè m’expulsessin de la família. Em vaig veure rebutjat per haver estudiat amb un excés de zel i haver seguit al peu de la lletra l’ensenyament ateu i anarquitzant dels llibres del meu progenitor.»

«Abans que la meva vida es convertís en el que és avui dia, un exemple d’ascetisme i virtut, volia agafar-me al meu surrealisme il·lusori de pervers polimorf, mal que només fos tres minuts més, com el dorment que s’afanya a retenir les darreres molles d’un somni dionisíac.»

Salvador Dalí, llavors expulsat, retorna a París amb Luís Buñuel i s’instal·la amb Gala, personatge que més endavant presentarem, clau en la nova vida de Salvador Dalí. Tanmateix, no trigarà en llançar una nova provocació —com seguint l’heroica revolta freudiana contra el pare— i es decideix a instal·lar-se en una barraca de pescadors a Port Lligat, propietat de na Lídia de Cadaqués —aquella, la Benplantada d’Ors—.

En aquella barraca es queden recollits, llavors en unes condicions properes a la misèria, el taller i el domicili d’en Dalí i la seva senyora. Els anys que venen a continuació, els passarà en aquella solana de vora el Mediterrani, endinsant-se fins les profunditats del surrealisme francès.  

«Però tu, Salvador; que estàs molt lluny de participar de cor en aquestes idees, has de procurar que el moment que obrares sota el seu impuls sigui fem que aboni l’arbre de la teva vida i no terra que el clogui. Perquè el cel és a dalt, allà on tot tendeix i s’enfila en purificar-se, com els fems que transformats en troncs i branques, fulles i flors, assoleixen l’altura, on el fum queda diluït en la gran claror que tot ho salva.»


Anna Maria Dalí



Pere Pau
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)



* * *


Noia cosint, 1926



En castellano:


Salvador Dalí, la fe y la tradición (VII)



La etapa surrealista de Dalí será toda una tormenta para la familia.



Desde el año 1929 hasta el año 1934, Salvador Dalí forma parte del grupo de los surrealistas franceses; aquellos artistas que querían dar una vuelta más a la llave de la revolución. Ante un hombre moderno despreocupado de su propia trascendencia y ajetreado y doblegado por las preocupaciones de la vida material, ellos buscaban el brillo de la niñez, mediante la liberación del hombre de su conciencia y de toda rigidez social y moral, para recuperarle la libertad de aquel periodo del vivir humano que prácticamente todo el mundo recuerda dulcemente, repleto aún de tiernas ilusiones, esbozadas con el trazo de una imaginación sin límites ni rigores, viviendo lejos de las preocupaciones materiales, y resolviendo, con facilidad instantánea y cotidiana serenidad, los problemas de la vida; los amotinados de la realidad encuentran, en el deshacer y el destruir, el desvelo de la verdadera libertad humana, condición para la plena realización del hombre.

La fuerza creadora del hombre, la imaginación, es la verdadera condición de la libertad —según parece que también decían—, y a ella tiene que volver éste, deshaciéndose de las cadenas que, para aportar una felicidad relativa, nos ha impuesto la costumbre, la esclavitud del hombre.

Las obras de Salvador Dalí de este momento y, por lo tanto, su pensamiento, se encuentran en una congruencia casi perfecta con la doctrina surrealista.

«Inmediatamente, lo miré [a André Breton] como a un nuevo padre. Pensé entonces que se me ofrecía algo así como un segundo nacimiento. El grupo surrealista era, para mí, una especie de placenta nutricia y creía en el surrealismo como en las tablas de la ley.»

«Me hice cien por cien surrealista. Consciente de mi buena fe, me decidí a sacar adelante mi experiencia hasta sus consecuencias más extremas y contradictorias.»

Nos comenta Anna Maria Dalí el ambiente del hogar de la familia Dalí durante esta temporada en la cual el primogénito se hallaba inflamado por el surrealismo:

«Parece imposible que mi hermano se dejara arrastrar por ellos. Pero, así fue y, por eso, con el apasionamiento que siempre lo ha caracterizado, se aferró a ellos como si tuvieran que solucionarle todas las inquietudes. No le solucionaron ninguna, pero perdió la paz del espíritu y el bienestar que hasta entonces había reflejado en su obra.»

«Los cuadros que ahora hacía eran horriblemente alucinantes porque volcaba encima de las telas verdaderas pesadillas. Figuras inquietantes y torturadas que parecían querer expresar cosas inexplicables que, igual que en los sueños, parece que se entiendan mientras las ves, pero que después dejan el recuerdo de una alucinación.»

Antes de entrar más en materia, continuemos escuchando la voz atenta y clara de la hermana, que expone su postura —y podríamos decir que la nuestra— sobre la desatornillada existencia de los surrealistas franceses.

«Eran de una inteligencia perversa y destructiva. Pero si bien consiguieron llevarse mi hermano a París, no pudieron nada contra nuestro Cadaqués, que continuó sereno, lleno de calma, de belleza, siguiendo el ritmo acompasado del sol y de la luna, pasando con suavidad de la oscuridad a la luz.»

Si de pequeño y de adolescente, la personalidad de Salvador Dalí —malnutrida con la modernidad encuadernada de la biblioteca paterna— generó preocupaciones en la tranquila y acomodada familia de los Dalí y Domènech, ya podemos aventurar que la etapa surrealista de Dalí será toda una tormenta para la familia. Continuemos, pues, con la narración que hace la hermana, de aquellos días grises, de después el verano de 1929.

«Mas el tiempo iba acercándose a una nueva tragedia. Veíamos como Salvador vivía sugestionado por aquellos seres amorales y comprendíamos que aquello no podía acabar bien. Mi padre estaba seriamente preocupado; sus ojos, claros y bondadosos, miraban fijamente los pensamientos que tras ellos se formaban, densos y oscuros como nubes de tormenta. Retorcía sus blancos cabellos, signo evidente en él de una gran preocupación, y en su rostro, por lo general sonriente y optimista, se dibujaba el temor de algún acontecimiento trágico.»

Salvador Dalí se traslada a París con toda la cuadrilla de los surrealistas y allí continúa engordando su obra con películas, manifiestos rupturistas y pinturas extravagantes, que lo hacen triunfar —no durante mucho rato— en los círculos surrealistas, las exposiciones de la capital francesa y las primeras en los Estados Unidos.

«Salvador regresó de París. Su rostro tenía una expresión de exaltado rencor. Mi padre permitió que se fuera a Cadaqués con Luis Buñuel, creyendo que una temporada de reposo y separación lograría que, encontrándose a sí mismo, volviese a amar lo que hasta entonces amara.»
«No podíamos ni remotamente imaginar, ya que ello pasó todos los límites, lo que Salvador había hecho durante su última permanencia en París. Nos enteramos por un artículo de Eugeni de Ors. [...] Durante el tiempo pasado en París en unión de aquel grupo que viniera a Cadaqués, Salvador había renegado públicamente de la base fundamental de su vida.»


Anna Maria hace omisión de la causa de esta tragedia que agita, a finales de 1929, la familia Dalí. Aquel mismo año —empapado de aquel espíritu artístico que se decía desvestido de las costuras de la moral e incluso de la conciencia— Salvador Dalí publica un collage titulado Le Sacre Coeur donde, dentro de una silueta de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, inscribe: Parfois je crache sur le portrait de mi Mère; esto es, a veces escupo por gusto encima del retrato de mi madre.

«El hecho de que los impulsos subconscientes a menudo sean de una crueldad extrema para nuestra consciencia es una razón de más para no dejar de manifestarlos allí donde están los amigos de la verdad. La mayoría de estas manifestaciones serán perfectamente injustas, pero lo que yo pretendía era afirmar mi voluntad de dominio; y de demostrarme a mí mismo que seguía siendo inaccesible a los remordimientos.»

La difunta, devota y querida madre, Felipa Domènech y Farrés, era escarnecida por su propio hijo —en estas líneas deshonrosas—, y esta fue la gota que colmó el vaso.

«Al saberlo, mi padre no quiso consentir su presencia en casa. Podía marcharse inmediatamente de nuestro hogar, ya que sentía por todo lo nuestro un odio tan grande. De nuevo un silencio absoluto y doloroso planeó sobre nuestra casa. Era como si Salvador se hubiera muerto, o como si nos hubiese matado a nosotros con el estupor que nos causó lo ocurrido.»

«No alcanzábamos ni aun a comprender cómo había podido producirse un hecho semejante. Su afán de llamar la atención, obrando bajo el impulso de una influencia nefasta, fue la única explicación que nos pudimos dar.»

Este es el momento de la biografía de Dalí cuando el notario de Figueres decide desheredar al joven, expulsarlo de la familia y de su propiedad y hasta negarle la entrada, a través de sus influencias, al pueblo de Cadaqués, amenazándolo, incluso, de recibirlo a varapalos.

En una carta dirigida a Luís Buñuel, se puede leer la siguiente advertencia del señor Dalí a su hijo exiliado en la capital francesa.

«Si conserva todavía amistad con mi hijo, podría hacerme un favor; yo no le escribo porque ignoro la dirección que tiene. […] Podría comunicarle que no pretenda volver a Cadaqués por la sencilla razón de que no podrá permanecer en dicho pueblo ni tan siquiera dos o tres horas. Luego la cosa se le complicará de tal manera que no podrá volver a Francia. Cuando este medio no sirva, recurriré a todo lo que tengo a mano, incluso al atentado personal; mi hijo no ira a Cadaqués, no debe ir, no puede ir.» 

Queremos oír, también, las declaraciones que hace Dalí al respeto, una vez ya superada su etapa surrealista, porque no dejan de tener cierto interés.

«Con el arquetipo que ofreció [Nietzsche] a mi admiración e imitación, hubo suficiente para que me expulsaran de la familia. Me vi rechazado por haber estudiado con un exceso de celo y haber seguido al pie de la letra la enseñanza atea y anarquizante de los libros de mi progenitor.»

«Antes de que mi vida se convirtiera en lo que es hoy en día, un ejemplo de ascetismo y virtud, quería cogerme a mi surrealismo ilusorio de perverso polimorfo, mal que solo fuera tres minutos más, como el durmiente que se apresura a retener las últimas migas de un sueño dionisíaco.»

Salvador Dalí, entonces expulsado, vuelve a París con Luís Buñuel y se instala con Gala, personaje que, más adelante, presentaremos como clave en la nueva vida de Salvador Dalí. Aun así, no tardará a lanzar una nueva provocación —como siguiendo la heroica revuelta freudiana contra el padre— y se decide a instalarse en una barraca de pescadores en Port Lligat, propiedad de Lídia de Cadaqués —aquella, la Benplantada de Ors—.

En aquella barraca se quedan recogidos, entonces en unes condiciones próximas a la miseria, el taller y el domicilio de Dalí y su señora. Los años que vienen a continuación, los pasará en esa solana de cerca el Mediterráneo, adentrándose hasta las profundidades del surrealismo francés.

«Pero tú, Salvador, que es indudable que estás lejos de participar de corazón en estas ideas, tú debes de desear que los años en que obraste bajo su impulso sean estiércol que nutra el árbol de tu vida, y no tierra que lo cubra. Porque el Cielo está arriba. Hacia allí donde todo se eleva al purificarse, como el estiércol al transformase en troncos y ramas, hojas y flores, hasta alcanzar la gran altura, como el fuego al convertirse en humo.»

Anna Maria Dalí



Pere Pau
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)

dijous, 6 de juny del 2024

Salvador Dalí, la fe i la tradició (VI)

 

André Breton i Salvador Dalí

 

 

 En castellano, a continuación


Salvador Dalí, la fe i la tradició (VI)


El moviment surrealista es posava al servei de la revolució, amb la voluntat d’arruïnar definitivament la família, pàtria i religió.



L’any 1926, més o menys allà on l’havíem deixat, Dalí fou expulsat de la Real Academia de Bellas Artes a conseqüència del seu rebuig a ser avaluat per un tribunal que ell considerava del tot insuficient per a ponderar el seu coneixement. Aquesta falta de respecte al tribunal, annexades totes les trapelleries que fins llavors ja havia protagonitzat, varen servir de motiu per a la seva expulsió definitiva, tot fent-lo retornar a Figueres.

«Había pasado ya por la experiencia de una adolescencia crapulosa. Todo estaba en orden. Me fui para Figueras, con las manos en los bolsillos, abandonando mis maletas en la Residencia y gastando mi último billete en regalar un ramillete de gardenias a una mendiga.»

«En arribar a Figueres, vaig trobar el meu pare fulminat per la catàstrofe de la meva expulsió, que li havia destrossat totes les esperances que aconseguís una carrera oficial.»


La dèria d’aquells anys va ser continuar la seva carrera artística, tot fent passar les seves obres del taller a l’exposició. Aquesta activitat no va trigar gaire a cridar l’atenció dels notables de les avantguardes; fou gràcies a l’interès que mostra Joan Miró per la seva obra, i a la carta que ell va adreçar al notari de Figueres, que el pare accedí finalment a permetre la marxa de l’artista a la ciutat de París.

En aquesta expedició de l’any 1929, una de les seves primeres estades a París, entra en contacte, a través de Joan Miró, amb l’entorn dels surrealistes; fent coneixença amb els vescomtes de Noailles, Paul Éluard, René Magrit o André Breton, fundador del moviment surrealista, entre d’altres.

Le pape du surréalisme
, tal com es va motejar a Breton, va assentar les bases d’aquest moviment, d’aquest nou gènesi, en el seu famós Manifeste du surréalisme (1924).

«El pur automatisme psíquic, mitjançant el qual hom es proposa expressar, sigui per l’escriptura, sigui verbalment, sigui de qualsevol altra manera, el funcionament real del pensament, dictat del pensament en absència de tota mena de control estètic o moral.»

D’inspiració clarament revolucionària —puix deia son propi engendrador, que, com a síntesi, s’havia de ser modern en tot—, el pensament surrealista seguia el rastre dels moviments més visceralment repugnants de l’època: l’anarquisme de Bakunin, amb qui es proposava de destruir per a crear, constituir la llibertat sense autoritat, divinitzar l’home amb el desvetllament de l’ateisme; les idees delirants de Nietzsche, amb qui també cercava de subvertir la naturalesa humana per a superar-la tot engendrant el superhome; la construcció pseudocientífica de la psicoanàlisi de Freud, amb la voluntat de deslligar l’inconscient i retirar la censura del pensament; l’automatisme dadaista, l’expressió espontània sense coacció del pensament; i, per permetre’ns d’acabar, el moviment artístic de la vida moderna de Boudeliaire, l’artista com l’home del món, recobrant, a pròpia voluntat, la mirada de la infància.

La meta del comunista d’André Breton era ensuperbir l’home amb la possessió completa de la seva dignitat, la plena realització de la persona; a través de les dues grans potències amb què l’home es pot bastir, la llibertat de crear i la llibertat d’estimar. No cal dir que, per a dotar l’home d’aquestes capacitats, els cal —als surrealistes francesos— d’oblidar i destruir la rigidesa moral i social, el llegat del passat, que els és una rèmora.

Així doncs, el moviment surrealista —resseguint paraules d’en Dalí—, es posava al servei de la revolució comunista, amb la voluntat d’arruïnar definitivament les idees de la família, pàtria i religió.

Per aquesta colla de perduts, la imaginació era l’impuls del canvi i, si la força creadora de l’home s’atrofia, aquest perd mobilitat i queda tot engarrotat i vivint a la fosca, de conformitat amb la seva gran modèstia. La tranquil·litat de l’esperit és un crim, perquè res té a veure amb la indiferència infantil, amb la veritable llibertat humana que és el fet de poder ser.

No ens entretindrem gaire a la discussió d’aquesta mena de ximpleries perquè, en aquest punt de la pel·lícula —que ja han passat dotzenes de revolucions, una dessobre de l’altre, a veure si una esmena els resultats nefastos de l’altra—, ja tots som coneixedors del veritable sentit de la llibertat, que és la direcció racional de la voluntat humana vers el bé. Perquè el poder ser és un pou fosc i empudegat —que diríem sense fons—, de parets empastifades d’un llot de passions, llefiscoses d’una mescla d’orgull i vanitat; i, quan l’home hi cau, queda condemnat a una mort en pena, patint, per a major desgràcia, el veure’s cobert d’una llum que no disposa i per un cel que mai aconseguirà arrabassar.

L’instrument que empunyaven els surrealistes per aconseguir el seu propòsit era la generació d’una crisi d’ordre sensorial, actuant a través de les principals disciplines artístiques. Tot amb l’objectiu de generar una confusió sistemàtica que, destruint la mateixa consciència humana, fos l’inici de la ruïna del món sensible, l’enderroc de la realitat; alliberant l’home d’aquesta tirania, deixant-lo volar i fruir en la pregona llibertat del món sobrereal.   

Un dels recursos artístics amb què jugava aquesta colla —a tall d’exemple— era el de generar contrastos, vius i mutants, entre dues imatges. D’aquesta manera, es proposa que la imatge que tenim de la realitat és fruit de l’enteniment humà, la consciència ordenadora de la realitat; i que, aquesta, a través de processos de construcció paranoide, pot generar infinites imatges de la realitat, com il·lusions fa un paranoide, tot dubtant de l’existència d’aquesta mateixa. Presentar llavors la realitat com un producte de la creativitat humana és, en definitiva, destruir la realitat bo i deixant-hi, només, el seu origen, el pensament humà, l’home.

«Les imatges ideals del surrealisme, al servei de la imminent crisi de consciència, al servei de la revolució.»

Malgrat que no volem perdre la direcció del nostre estudi, sí que trobem d’interès exposar les conseqüències que tenia tot aquest pensar, aquesta revolució de la ment, en l’enteniment del seu pare, seguint una frase del seu pròleg a la reedició del primer manifest surrealista.

«Aquí y en cualquier parte, la confesión y la retractación se mezclan. No comprendo por qué ni cómo vivo, cómo es que todavía vivo, y con mayor motivo, qué es lo que yo vivo. Si queda algo de un sistema como el surrealismo —que hago mío y al que me acomodo lentamente—, si quedara solo con qué enterrarme, de todos modos, nunca habrá habito con qué hacer de mí lo que yo quise ser, a pesar de la complacencia que tengo para mí mismo. Complacencia relativa, en función de la que se puede tener hacia mi yo (o no-yo, no sé bien). Y con todo, vivo, y hasta descubrí que amaba la vida.»

Pràcticament, sols li faltava de confessar que s’estima la vida per la constant i indefugible necessitat de la realitat, perquè, al cap i a la fi, la vida és l’únic que tindria, —fos com fos aquesta d’indiferent respecte del munt d’il·lusions que s’havia confeccionat—. I, una mica més avall, ja per acabar d’il·lustrar els efectes de la seva revolució, síntesi de les grans pertorbacions del segle XIX, ens manifesta com sosté de sòlida, tan sols, la seva existència personal.

«Cuando a veces se me presentaban razones para terminar con ella [la meva vida], me sorprendía a mí mismo admirando un trozo cualquiera de parquet que me parecía de seda, una seda con la belleza del agua.»

Deixant de banda els surrealistes francesos i, particularment, el seu capitost, l’André Breton —que encara deu ser embadalit en la contemplació del paviment d’interior de la seva trista caixa de mort, persistiendo en oponerse totalmente a la gracia divina, maldant per sostenir la vitalitat de la seva podrida ossada i fer ressuscitar la seva existència—, recuperem ara la narració del nostre propòsit i exposem el pas de Salvador Dalí pel moviment surrealista —coneixedors que el nostre amic no caurà en l’orgull del contemplador de parquet, i sí que abandonarà, fins i tot públicament, les cabòries dels surrealistes un cop constati la seva absurditat; bo i retornant a les idees de la tradició i a la fe de la nostra religió—.

Com que ens hem entretingut sobre manera a parlar de la infància de Salvador Dalí, de les tendències del seu pare i de l’esperit de la seva joventut —un estado de constante y acusada subversión espiritual, años auténticamente nietzscheanos para mí, en paraules seves—, no resultarà estrany, al nostre lector, que el geni empordanès trobés la sublimació del seu pensar en aquest moviment, que ja feia uns anys que rodava per l’Europa, i que era la novetat del moment a la capital francesa.

El jove Dalí troba, en el surrealisme més abjecte, una bastida perfecta pel seu pensament; inspiració, matèria i forma per a impulsar, d’un cop definitiu, la seva obra. Veritablement, en aquest moment, Dalí compra totes les cabòries de la revolució —les suponía capaces de liberar al hombre de la tiranía del mundo practico y racional— i d’aquesta s’alimenta una temporada.

Llavors, la visió filosòfica de l’artista s’acidifica i la seva doctrina artística es rovella, trasmudant-se fins al punt de perdre tota la similitud amb les obres anteriors i, també, tota la relació amb els seus referents, els dels clàssics renaixentistes i els impressionistes francesos.

«Me había imaginado que se trataba de trasladar el pensamiento al lienzo de una forma espontánea, sin el menor escrúpulo racional, estético o moral.»

Les tonalitats amables de les seves obres de joventut, que volien captar el joc de llums d’una vesprada, les besllums que cavalquen les onades o el tremolar de les constel·lacions vistes en els ulls d’una seva estimada; l’atzur i les rossors dels seus quadres de llavors, i de la nostra mediterrània, es perden i se substitueixen per violentes estampes de vermell, vísceres i putrefaccions.

L’estiu de 1929, el nucli dels surrealistes visita Cadaqués, atrets per les meravelles que n’ha cantades la personalitat genuïna de Dalí, i, en aquelles jornades, sedimenta la dèria dels surrealistes francesos en el magí del jove.

Ens voldríem servir també d’un altre fragment de les notes d’Anna Maria Dalí, per a copsar —sobretot fent contrast amb els bells fragments que ella dedica a la tendra adolescència de Dalí, vistos en l’anterior article— la convulsió vital que suposa pel jove i la família, l’arribada dels surrealistes.

«N’hi hagué prou amb aquell estiu per a provocar el canvi d’en Salvador, el canvi que l’allunyà dels amics, de nosaltres i d’ell mateix. El riu de la seva vida, tan ben canalitzat, es desvià a partir d’aleshores sota la pressió d’aquests éssers complicats que res podien comprendre del clàssic paisatge de Cadaqués.»

Cada volta més introduït en el moviment surrealista, Dalí es fa deixeble i esclau de la bogeria revolucionària, esfondrant-se els fonaments de la seva concepció artística, recaragolant fins a l’asfíxia la seva vida i carregant de tensió la família; fent que, fins i tot, el lliurepensador del seu pare fos seriosament preocupat.

«La mica que cobria les roques del Cap de Creus, el fulgir del sol sobre la mar, les fulles de les oliveres, tot tremolava amb temor quan aquests estranys personatges, sense adonar-se del cabal de tendresa que tenia la llum del nostre poble mariner, la contemplaven amb ulls enrogits. El seu fanatisme, capaç de destruir les bases que configuren la moral i la bondat dels éssers humans, era tan gran, que s’indignaven només d’entreveure un món bo i pur, tan oposat al seu.»

Anna Maria Dalí

Pere Pau,
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)
 


* * *


Retrat de Paul Éluard

 

 

En castellano:

Salvador Dalí, la fe y la tradición (VI)


El movimiento surrealista se ponía al servicio de la revolución, con la voluntad de arruinar definitivamente la familia, patria y religión.



El año 1926, más o menos donde lo habíamos dejado, Dalí fue expulsado de la Real Academia de Bellas Artes a consecuencia de su rechazo a ser evaluado por un tribunal que él consideraba del todo insuficiente para ponderar su conocimiento. Esta falta de respecto al tribunal, anexadas todas las travesuras que hasta entonces ya había protagonizado, sirvieron de motivo para su expulsión definitiva, haciéndolo volver a Figueras.
 

«Había pasado ya por la experiencia de una adolescencia crapulosa. Todo estaba en orden. Me fui para Figueras, con las manos en los bolsillos, abandonando mis maletas en la Residencia y gastando mi último billete en regalar un ramillete de gardenias a una mendiga.»

«Al llegar a Figueras, encontré a mi padre fulminado por la catástrofe de mi expulsión, que le había destrozado todas las esperanzas de que consiguiera una carrera oficial.»

La obsesión de aquellos años fue continuar su carrera artística, haciendo pasar sus obras del taller a la exposición. Esta actividad no tardó mucho en llamar la atención de los notables de las vanguardias; fue gracias al interés que muestra Joan Miró por su obra, y a la carta que él dirigió al notario de Figueras, que el padre accedió finalmente a permitir la marcha del artista a la ciudad de París.

En esta expedición del año 1929, una de sus primeras estancias en París, entra en contacto, a través de Joan Miró, con el entorno de los surrealistas; conociendo a los vizcondes de Noailles, Paul Éluard, René Magrit o André Breton, fundador del movimiento surrealista, entre otros.

Le pape du surréalisme, tal como se apodó a Breton, sentó las bases de este movimiento, de este nuevo génesis, en su famoso Manifeste du surréalisme (1924).

«El puro automatismo psíquico, mediante el cual se propone expresar, sea por la escritura, sea verbalmente, sea de cualquier otra manera, el funcionamiento real del pensamiento, dictado del pensamiento en ausencia de todo tipo de control estético o moral.»

De inspiración claramente revolucionaria —pues decía su propio engendrador, que, como síntesis, se debía ser moderno en todo—, el pensamiento surrealista seguía el rastro de los movimientos más visceralmente repugnantes de la época: el anarquismo de Bakunin, con quien se proponía destruir para crear, constituir la libertad sin autoridad, divinizar al hombre con el desvelo del ateísmo; las ideas delirantes de Nietzsche, con quien también buscaba subvertir la naturaleza humana para superarla engendrando el superhombre; la construcción pseudocientífica del psicoanálisis de Freud, con la voluntad de desatar el inconsciente y retirar la censura del pensamiento; el automatismo dadaísta, la expresión espontánea sin coacción del pensamiento; y, para permitirnos acabar, el movimiento artístico de la vida moderna de Boudelaire, el artista como el hombre del mundo, recobrando, a propia voluntad, la mirada de la infancia.

La meta del comunista de André Breton era ensoberbecer al hombre con la posesión completa de su dignidad, la plena realización de la persona; a través de las dos grandes potencias con que el hombre se puede construir, la libertad de crear y la libertad de querer. No hace falta añadir que, para dotar al hombre de estas capacidades, les hace falta —a los surrealistas franceses— olvidar y destruir la rigidez moral y social, el legado del pasado, que es una rémora para ellos.

Así, el movimiento surrealista —resiguiendo palabras de Dalí—, se ponía al servicio de la revolución comunista, con la voluntad de arruinar definitivamente las ideas de la familia, patria y religión.

Para esta pandilla de perdidos, la imaginación era el impulso del cambio y, si la fuerza creadora del hombre se atrofia, éste pierde movilidad y queda engarrotado y reducido a vivir como en la oscuridad, en la conformidad con su gran modestia. La tranquilidad del espíritu es un crimen, porque nada tiene que ver con la indiferencia infantil, con la verdadera libertad humana que es el poder ser.

No nos vamos a entretener mucho en la discusión de este tipo de tonterías porque, a estas alturas de la película —que ya han pasado docenas de revoluciones, una encima de la otra, a ver si una enmienda los nefastos resultados de la otra—, ya todos somos conocedores del verdadero sentido de la libertad, que es la dirección racional de la voluntad humana hacia el bien. Porque el poder ser es un pozo oscuro y apestoso—que diríamos sin fondo—, de paredes embadurnadas de un lodo de pasiones, mugrientos de una mezcla de orgullo y vanidad; y, cuando el hombre cae en él, queda condenado en una muerte en pena, sufriendo, para mayor desgracia, el verse cubierto de una luz que no dispone y por un cielo que nunca conseguirá alcanzar.

El instrumento que empuñaban los surrealistas para conseguir su propósito era la generación de una crisis de orden sensorial, actuando a través de las principales disciplinas artísticas. Todo ello, con el objetivo de generar una confusión sistemática que, destruyendo la misma conciencia humana, fuera el inicio de la ruina del mundo sensible, del derrumbe de la realidad; liberando al hombre de esta tiranía, dejándolo volar y gozar en la profunda libertad del mundo sobrereal.

Uno de los recursos artísticos con que jugaba esta cuadrilla —a modo de ejemplo— era el de generar contrastes, vivos y mutantes, entre dos imágenes. De este modo, se propone que la imagen que tenemos de la realidad es fruto del entendimiento humano, la conciencia ordenadora de la realidad; y que, ésta, a través de procesos de construcción paranoide, puede generar infinitas imágenes de la realidad, como ilusiones hace un paranoide, dudando de la existencia de ésta misma. Presentar entonces la realidad como un producto de la creatividad humana es, en definitiva, destruir la realidad dejando solamente su origen, el pensamiento humano, el hombre.

«Las imágenes ideales del surrealismo, al servicio de la inminente crisis de conciencia, al servicio de la revolución.»

A pesar de que no queremos perder la dirección de nuestro estudio, sí que encontramos de interés exponer las consecuencias que tenía todo este pensar, esta revolución de la mente, en el entendimiento de su padre, siguiendo una frase de su prólogo a la reedición del primer manifiesto surrealista.

«Aquí y en cualquier parte, la confesión y la retractación se mezclan. No comprendo por qué ni cómo vivo, cómo es que todavía vivo, y con mayor motivo, qué es lo que yo vivo. Si queda algo de un sistema como el surrealismo —que hago mío y al que me acomodo lentamente—, si quedara solo con qué enterrarme, de todos modos, nunca habrá hábito con qué hacer de mí lo que yo quise ser, a pesar de la complacencia que tengo para mí mismo. Complacencia relativa, en función de la que se puede tener hacia mi yo (o no-yo, no sé bien). Y, con todo, vivo, y hasta descubrí que amaba la vida.»

Prácticamente, sólo le faltaba confesar que ama la vida por la constante e insoslayable necesidad de la realidad, porque, al fin y al cabo, la vida es lo único que tendría, —sea como fuera ésta de indiferente respecto del montón de ilusiones que se había confeccionado—. Y, algo más abajo, ya para acabar de ilustrar los efectos de su revolución, síntesis de las grandes perturbaciones del siglo XIX, nos manifiesta cómo sostiene de sólida, tan sólo, su existencia personal.

«Cuando a veces se me presentaban razones para terminar con ella [mi vida], me sorprendía a mí mismo admirando un trozo cualquiera de parqué que me parecía de seda, una seda con la belleza del agua.»

Dejando de lado a los surrealistas franceses y, particularmente, a su cabecilla, André Breton —que todavía debe de estar embelesado en la contemplación del pavimento interior de su triste caja fúnebre, persistiendo en oponerse totalmente a la gracia divina, afanando en sostener la vitalidad de su podrida osamenta y hacer resucitar su existencia—, recuperamos ahora la narración de nuestro propósito y expongamos el paso de Salvador Dalí por el movimiento surrealista —conocedores que nuestro amigo no caerá en el orgullo del contemplador de parqué, y sí que abandonará, incluso públicamente, los quebraderos de cabeza de los surrealistas una vez constate su absurdidad; volviendo a las ideas de la tradición y a la fe de nuestra religión—.

Como que nos hemos entretenido sobre manera en hablar de la infancia de Salvador Dalí, de las tendencias de su padre y del espíritu de su juventud —un estado de constante y acusada subversión espiritual, años auténticamente nietzscheanos para mí, en palabras suyas—, no resultará extraño, a nuestro lector, que el genio ampurdanés encontrara la sublimación de su pensar en este movimiento, que ya hacía unos años que circulaba por la Europa, y que era la novedad del momento en la capital francesa.

El joven Dalí encuentra, en el surrealismo más abyecto, un andamio perfecto para su pensamiento; inspiración, materia y forma para impulsar, de un golpe definitivo, su obra. Verdaderamente, en este momento, Dalí compra todo el discurso de la revolución —les suponía capaces de liberar al hombre de la tiranía del mundo práctico y racional— y de ésta se alimenta una temporada.

Entonces, la visión filosófica del artista se acidifica y su doctrina artística se enmohece, demudándose hasta el punto de perder toda la similitud con las obras anteriores y, también, toda la relación con sus referentes, los de los clásicos renacentistas y los impresionistas franceses.

«Me había imaginado que se trataba de trasladar el pensamiento al lienzo de una forma espontánea, sin el menor escrúpulo racional, estético o moral.»

Las tonalidades amables de sus obras de juventud, que pretendían captar el juego de luces de un ocaso, los reflejos que cabalgan las olas o el temblar de las constelaciones descubiertas en los ojos de una muchacha; el azul cielo y el rosado de sus cuadros de entonces, y de nuestro mediterráneo, se pierden y se substituyen por violentas estampas de rojo, vísceras y putrefacciones.

El verano de 1929, el núcleo de los surrealistas visita Cadaqués, atraídos por las maravillas que ha cantado de éste la personalidad genuina de Dalí, y, en aquellas jornadas, sedimenta la obsesión de los surrealistas franceses en la imaginación del joven.

Nos querríamos servir también de otro fragmento de las notas de Anna Maria Dalí, para recoger —sobre todo haciendo contraste con los bellos fragmentos que ella dedica a la tierna adolescencia de Dalí, vistos en el anterior artículo— la convulsión vital que supone para el joven y la familia, la llegada de los surrealistas.

«Sólo aquel verano fue preciso para operar en Salvador el cambio que le alejó de sus amigos, de nosotros y hasta de sí mismo. El río de su vida, tan bien encauzado, se desvió, bajo la presión de aquellos seres complicados, que del clásico paisaje de Cadaqués nada podían comprender.»

Cada vez más introducido en el movimiento surrealista, Dalí se hace discípulo y esclavo de la locura revolucionaria, derrumbándose los cimientos de su concepción artística, reatornillando hasta la asfixia su vida y cargando de tensión la familia; haciendo que, incluso, el librepensador de su padre estuviera seriamente preocupado.

«La mica de las rocas del Cabo de Creus, el brillo del sol sobre el mar, la plata en las hojas de los olivos, todo temblaba de temor cuando aquellos extraños personajes, sin advertir el caudal de ternura de las luces, las miraban con sus ojos enrojecidos. Su afán por destruir las bases que forman la moral y la bondad en los seres humanos era tan fanático, que su indignación llegaba al límite cuando, por un instante, entreveían un mundo bueno y puro que se oponía al suyo.»

Anna Maria Dalí


Pere Pau,
Círcol Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau (Barcelona)