dissabte, 1 de maig del 2021

DISCURSOS PRONUNCIADOS EN EL ACTO DE HOMENAJE A NTRA. SRA. DE MONTSERRAT



Siguen a continuación los parlamentos que pudieron escuchar los asistentes al acto, celebrado el sábado anterior, en honor de la Virgen de Montserrat. El primero es el sermón de D. Javier Utrilla Avellanas, FSSPX, cuya grabación ofrecemos al público. El segundo es el discurso que en el término de la cena, dirigió a los asistentes el Presidente del Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau.



I. Sermón del Rvdo. Sr. D. Javier Utrilla Avellanas, FSSPX

Sermón en la misa votiva de Ntra. Sra. de Montserrat



II. Discurso del Presidente del Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau

Reverendo padre, miembros del Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Vilasau, señoras y señores, amigos todos: En primer lugar quisiera agradecerles en nombre propio, del círculo, y de la Comunión Tradicionalista, su asistencia a este modesto acto en honor de Ntra. Sra. de Montserrat, que no podíamos dejar de celebrar, aunque fuese de forma discreta y con asistencia poco numerosa.

Empezaré recordando las razones de la gran importancia histórica que para nuestro Principado tiene Ntra. Sra. de Montserrat, y proseguiré manifestando la notable relevancia que ha de suponernos para nosotros hoy en la desgraciada situación del mundo presente.

El origen del actual Monasterio de Montserrat lo consigna la historia en la Ermita de Sta. María, fundada el año 880 por Wilfredo el Velloso en las montañas de Montserrat, quien la donó al Monasterio de Ripoll en el año 888. La ermita se fundó para albergar una talla de la Virgen, que hallaron unos niños pastores en la montaña. Al principio se la quiso trasladar a Manresa por petición del obispo, pero fue imposible mover la talla, de lo que se coligió la voluntad de Ntra. Sra. de quedarse en dicho lugar, de un modo similar a como acaecería siglos después en Argentina con la Virgen de Luján. Andando el tiempo (en el año 1025), el abad Oliva, abad de Ripoll, obispo de Vic y uno de los patriarcas espirituales de la naciente Cataluña, fundó en la mencionada Ermita de Sta. María de Montserrat, el actual monasterio bajo la misma advocación, que pronto se convertiría en un centro de peregrinación gracias a los innumerables milagros, curaciones y protecciones, concedidos entonces, como hoy, por la Santísima Virgen. A partir del s. XV el monasterio se convirtió en una abadía independiente, que pronto se puso en las manos de los benedictinos de la Congregación de Valladolid. Desde el s. XV hasta 1835, trágica fecha de la criminal desamortización de Mendizábal, vivió una época de continuo crecimiento y esplendor, que lo reafirmó como uno de los más importantes puntos de influencia religiosa y cultural del Principado de Cataluña. A guisa de ejemplo y curiosidad, no podemos dejar de mencionar las notables contribuciones a la historia de la música de los monjes del monasterio; no solo por la escolanía, una de las más antiguas de Europa, cuya existencia puede remontarse con seguridad hasta el s. XIII, sino por el gran número de compositores (muchos organistas) que aprendieron su arte gracias la Orden de San Benito y que trabajaron incansablemente desde su lugar en el monasterio. 

La invasión napoleónica y la malhadada desamortización llevaron a la destrucción y abandono del monasterio en 1835. Sin embargo, la piedad del pueblo catalán, no quiso desaprovechar la primera ocasión que se le presentó para devolver a su antiguo esplendor tan notable monasterio, y reparar los atropellos nefandos que contra Nra. Sra. habían cometido las huestes revolucionarias, de modo que en 1844 se dio comienzo a la restauración de los edificios y la vida monástica; restauración que culminó, cuando en 1881 en la fiesta de Coronación de la Imagen de la Virgen de Montserrat, S.S. León XIII la proclamó Patrona del Principado de Cataluña y de las diócesis catalanas.

Como vemos, pues, la fiesta de Ntra. Sra. de Montserrat como Patrona del Principado es de institución relativamente reciente, pero no su devoción, historia, asistencia y amor por los catalanes, y veneración de éstos a Ella, cosas estas tan antiguas como la propia Cataluña, de ahí que el título conferido por León XIII no sea sino la coronación y acabamiento perfecto de un largo proceso histórico, intrínseca e inseparablemente unido a la vida religiosa y cultural del Principado de Cataluña.

En los tiempos de la Cruzada de 1936 el cenobio fue objeto de la salvaje persecución religiosa de los rojos, que martirizó a 23 de los monjes, pero tras la victoria de la España católica se reanudó la vida monástica que la Revolución había vuelto a interrumpir. Bajo la advocación y  patrocinio de Ntra. Sra. de Montserrat se destacó en la contienda el  tercio de requetés a su nombre dedicado, cuyo monumento conmemorativo todavía puede verse cerca del monasterio. Durante el Régimen posterior a la guerra, la corrupción doctrinal del modernismo, que fue completa a causa del Concilio Vaticano II, hizo que el monasterio se convirtiera en un foco de catalanismo, liberalismo y comunismo. A día de hoy, resulta difícil reconocer en los actuales monjes modernistas, el antiguo espíritu de San Benito; sin embargo sigue y seguirá siendo Montserrat para los catalanes la montaña sagrada, símbolo de la religión y la Tradición católica. Hasta aquí la importancia histórica que para los catalanes tiene Montserrat.

Ahora corresponde realizar una serie de consideraciones a propósito de la necesidad y peso de la advocación a Ntra. Sra. de Montserrat en el día de hoy. La Santísima Virgen ha de ser para nosotros un motivo de esperanza en los tiempos tan calamitosos que vivimos. Si bien ante la vista de la corrupción de nuestros tiempos, ante la desaparición completa de ls monarquías cristianas, y últimamente de toda capacidad humana de resistencia ante el avance del Nuevo Orden Mundial, sabemos por la teología de la historia, y revelaciones tan autorizadas como las de la Medalla Milagrosa, Lourdes o Fátima, que la Inmaculada Concepción será fundamental y determinante para la restauración del orden cristiano previamente a la degeneración que precederá a la llegada del Anticristo, lo que ha de ser un motivo de esperanza verdadera, aun cuando no lleguemos a ver dicho triunfo.

La historia nos muestra el ejemplo de los soldados del Imperio Romano de Oriente, quienes iban a la guerra cantando un himno militar, llamado ἀκάθιστος [akáthistos], que era a la vez un canto de alabanza a la SantísimaVirgen, compuesto en ocasión de varias protecciones milagrosas que concedió a Constantinopla contra varios asedios bárbaros en el s. VII d. C., con razón la alaba la Escritura, diciendo que es más terrible que un ejército en orden de batalla. De ahí hemos de extraer el convencimiento de que bajo su amparo siempre hay esperanza, por mal que el mundo se halle. Observaba el gran Balmes que en general a los hombres los males de su época le parecen los peores, porque no los comparan en profundidad con los de otros tiempos. Así, San Benito de Nursia hubiera podido desesperarse a la vista del caos subsiguiente a la caída de la mitad occidental del Imperio Romano, temiendo (seguramente con razón) que aquellos bárbaros salvajes, venidos de la Selva Negra y las estepas pónticas, acabarían con todo rastro de civilización, cultura, y, lo que es más importante, con la religión, pero los siglos se encargaron de demostrar que no iba a ser de esta manera; de todo lo cual se desprende que por grave y difícil que sea la situación actual, no por ello hemos de abandonar la esperanza, sabiendo además que la victoria postrema ya es nuestra.

Sin embargo, además de motivo de esperanza, Ntra. Sra. es ejemplo de lucha. Lucha no sólo individual y ascética, pero también contra los enemigos de la Religión y la Patria. En efecto, si la Santísima Virgen, que se distinguió a lo largo de su vida por sus virtudes eminentes, pudo seguir teniendo esperanza en la resurrección, cuando estaba a los pies de la Cruz en el Calvario, fue porque Ella antes había aceptado la cruz que le correspondía llevar para contribuir a la obra de la Redención, enseñándonos así el camino que habríamos de seguir. Esto es lo que hemos de hacer nosotros. Por más que los tiempos sean terribles, desconozcamos cómo terminará todo, y el mal avance con rapidez inaudita, si aceptamos nuestra cruz, si aceptamos que nos pueden venir contradicciones y dificultades de todas clases, será más sencillo sostener la lucha con ardor e ímpetu, esperando confiadamente en la Providencia divina. Podremos difundir con mayor entereza la doctrina de siempre, organizar actos como el presente u otros, oponernos en la medida de nuestras fuerzas a los planes satánicos de la Masonería, a pesar de cuantos obstáculos nos salgan al paso; bien asevera el Kempis que no se nos ha prometido el descanso en este mundo, sino en el otro.

Tengo para mí que una de las causas fundamentales por las que se ha extendido el modernismo y el liberalismo en la Iglesia, es el cansancio de los católicos ante la lucha. Ciertamente, es un hecho que no lo expresará en estos términos un filósofo serio de traje y corbata, pero al final es la actitud que se constata. La Santísima Virgen nos enseña, recuerda y conduce a la actitud y disposición justas y buenas que han de impregnar nuestra vida, especialmente en el combate contra el enemigo, una de cuyas más recientes manifestaciones, ahora ya en plena difusión, es la reformulación del viejo plan del Nuevo Orden Mundial en lo que se ha dado en llamar la Agenda 2030, que comprende todos los aspectos de la vida humana, y se está concretando en una serie leyes, aprobadas aprovechando la confusión que se ha provocado con el asunto del coronavirus: v.g. la ley de la eutanasia, las reformas educativas, todo lo concerniente a la ecología; en suma, un conjunto de elementos que, bien trabados y dispuestos entre sí, tienden al mismo objeto. Si nosotros nos oponemos, si resistimos con todas nuestras fuerzas, Dios, quien tiene siempre la última palabra, ya sabrá encontrar la forma de llevarnos a la victoria, como ocurrió en Lepanto, cual sucedió en Covadonga, o en la liberación de Viena del asedio turco en el s. XVII gracias al rey de Polonia. Nosotros, no obstante, hemos de poner de nuestra parte, luchar sin descanso, hoy estando aquí, otro día en una manifestación en defensa de la unidad de la Patria; en todo momento haciendo lo que nos corresponde, para que, cuando la Providencia intervenga directamente y con decisión, nos encuentre bien preparados.

Que la Santísima Virgen nos proteja y nosotros sepamos serle fieles. ¡Viva Ntra. Sra. de Montserrat! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España! ¡Viva Don Sixto Enrique de Borbón!


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